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Hipótesis en torno a Céspedes

En los próximos meses van a publicarse tres libros políticos y dos de aforismos, firmados los cinco por Albaceas de Céspedes: Conversaciones con..., Civil enjuiciamiento de la transición, Dietario para 1985, Rehabilitación de la agonía y En torno a algunas consideraciones. Quienes hemos recíbido el anuncio por correo, sin remite alguno, nos hemos preguntado, claro está, quién es ese Céspedes difunto de cuya obra dispone el grupo de Albaceas y por qué misteriosas razones dicha comunicación ha llegado a nuestras manos. En lo que a mí concierne he topado en la vida con un solo Céspedes y, según mis informes, goza de buena salud. Se trata, pues, de otro al que no he tenido el gusto de conocer y cuyos albaceas poseen mis señas y desean ponerme al corriente de sus pubicaciones y planes. Los envíos, sellados siempre con lacre, incluyen adelantos en cíclostilo de las obras programadas con referencias un tanto extrañas: "Ediciones del Generalísimo. Colección Libros Exhaustivos. Granada", "Editorial Madre Ráfols, Vía de la Amargura, Quintanar de la Orden" y aun "Clásics del Baix Empordá.Horitza Liberubenda. Donostia". Los matasellos de los sobres y paquetes postales son asimismo desconcertantes: Almonacid de Zorita (Guadalajara), Almendralejo (Badajoz), Toledo (Ohio), La Chaux de Fonds (Suiza), Damascus (Nevada). Los textos suelen ir acompañados con glosas políglotas, escritas en diferentes hablas peninsulares: euskera, bable, panojo, tortosí o tartesi (no sé si de Tortosa o de Tartesos). En los últimos envíos que obran en mi poder, la mención a Albaceas ha sido sustituida (¿modificación, gazapo?) por Alcaceas. Sorprendido, doy un vistazo a mi diccionario: la palabra no figura en él. Pero Alcaceas (sic) de Céspedes siguen manifestándose: una tarjeta rectangular, primorosa -como una participación de nacimiento, aniversario o boda- convida a quienes "en cualquier- momento y lugar" conocieron a Céspedes a una velada "de recuperación de nuestra memoria histórica colectiva" en un popular restaurante barcelonés. Entre las personas especialmente invitadas al acto evocativo está el propio Céspedes. Sin saber bien si se trata de una sesión de espiritismo o de una reencarnación problemática, resuelvo aclarar las cosas con los organizadores y telefoneo al número indicado en el aviso: "¿Asistirá Céspedes?". Una voz remota, de timbre metálico me responde que no, puesto que ha muerto. Abrumado con el peso de la evidencia (había acabado por creer en su presencia en elmundo de los vivos), pregunto a mi interlocutor anónimo si puedo llamarle de nuevo para informarme del resultado de la convocatoria. Amablemente (con toda la amabilidad que permite su acento) me dice que sí. "¿Tendría usted la bondad de darme su nombre?" Hay un silencio y oiré apenas antes de que me cuelgue: "¡Céspedes!".

Los textos de Cépedes, aun leídos en orden disperso, de forma parcial y a intervalos, me convencen de que su autor es uno de los rarísimos escritores dignos de interés surgidos en el muermo político-literario en el que mel a.ncólic am ente vegetamos. Los aforismos reunidos con el título de Rehabilitación de la agonía parecen una respuesta goyesca a los agonismos unamunianos. Nadie desde José Bergamín había alcanzado tal poder de condensación verbal, tan facultad de ironía capsulada y elevada al cuadrado: "La agonía se papa todo el trabajo y la muerte se lleva todo el mérito", "Para mimo, el agonizante", "Desconfía del agonizante que no es ingenuo al cien por cien (o es un fenómeno o algo trama)", "Pon tierra por medio: que no toque a tu ataúd el de al lado". Los juicios de Céspedes sobre la transición política y sus protagonistas, más que demoledores son jubilosamente vandálicos: desde su situación de marginación absoluta (seis palmos bajo tierra), el difunto arremete contra las figuras y figurones del día sin dejar monigote con pipa ni títere con orejas. El Dietario para 1985 es una mezcla de santoral de trepas simples de espíritu y efeméride de gloriosos desastres. Su lucidez y pesimismo tocante a lo divino y humano son cósmicos, asoladores, inconmensurables. ¿Será Cioran el Céspedes francés? Telefoneo a Céspedes y la voz ultraterrena me responde: "Rumano, demasiado rumano", con el mismo despego de un Nietzsche a la Lou Andreas Salomé en vísperas de dar el gran salto.

Las hipótesis sobre la identidad real de Céspedes son numerosas, peregrinas, extravagantes: un líder estudiantil fugitivo del franquismo, esfumado en el maquis argelino de los enemigos de Ben Bella; un banquero catalán instalado en un paraíso fiscal del tipo de Liechtenstein o las Bahamas; un falangista desengañado, miembro de la comunidad sufi del Albaicín; un diplomáticoproblemático enclaustrado en un castillo con puente levadizo y fantasmas, víctima de una misantropía incurable. Después de haber barajado y descartado al

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Hipótesis en torno a Céspedes

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fin estas y otras muchas conjeturas llego a la conclusión de que nos encontramos ante una increíble pero real inocentada: el canular ya clásico de Hégésippe Simon.

Me explico: alguien -usted, yo, cualquiera- se inventa un personaje político con este nombre, escribe a ministros, diputados y alcaldes recabando su apoyo y presencia al acto inaugural de un monumento a Hégésippe Simon en su ciudad natal. Exactamente como ocurrió en Francia, las personalidades solicitadas o sus secretarias resonden afirmativa, entusiásticamente, asociándose al homenaje, El ministro de Cultura, varios presidentes de comunidades autónomas, un senador aficionado a la poesía, el tesorero del equipo azulgrana, prometen su asisencia a la velada de recuperación dile la memoria histórica colectiva,. expresan su gran emoción ante la figura inmarcesible de Céspedes: sí, le conocí bien; ¡un hombre ex traordinario, de ideas proigresistas, nobles, humanitarias! Todo se desenvuelve conforme a lo previsto hasta el momento en que una súbita variación de las reglas del juego vuelve la broma mucho más explícita: las notabilidades asociadas al homenaje reciben una carta de agradecimiento de Albaceas (o Alcaceas) de Céspedes con una curiosa e inquietante posdata: "Dejamos a su buen criterio el decidir si Céspedes existió realmente o ha sido usted óbjeto, como nos tememos, de una enfadosa inocentada". Confusión y silencio de algunos, protestas indignadas de quienes, con ese infalible poder evocador de nuestros autores de memorias peninsulares, jurarán y rejurarán haber frecuentado al difunto: ¡Cómo que no existe! ¡Fue mi amigo durante años y conservo. de él un recuerdo imborrable!, etcétera.

Cuando el enigma parece re suelto y me dispongo a argumentar la teoría de la broma cuidadosamente montada, una llamada telefónica me sume en la perplejidad. La voz inconfundible de Céspedes me dice que no hay ningún canular. Él, Céspedes, piensa presentar sus obras en, Madrid y me invita a participar en el acto el día 3 de diciembre.

-¿De qué año? -le digo.

Hay una pausa, y escucho finalmente su risa.

-Eso está aún por determinar.

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