El tirón de la bolsa
La compra-venta de acciones, que arruinó a muchos ahorradores hace una década, ha recuperado su atractivo
La bolsa española, que tradicionalmente se ha presentado como un fiel reflejo de la situación económica, gozó en los años de la dictadura franquista de un estatus muy especial: cualquier aplauso financiero al régimen era orquestado desde el poder a través del Banco de España, quien compraba o vendía títulos para regular el mercado. Con esa efectiva intervención, las malas sorpresas no existían. Pero la primera crisis del petróleo cambió aquel panorama desde 1974. El posterior establecimiento de la democracia afianzó el libre mercado y, desde 1979, el banco emisor abandonó definitivamente su papel de tutelaje.El proceso de liberalización, sin embargo, constituyó un verdadero trauma para los ahorradores, porque en aquellos años la crisis económica arrasó muchas empresas y los signos positivos de los balances se trocaron en negativos. A decir de los expertos, sin embargo fue un paso necesario para conseguir un mercado bursátil maduro, que pudiera caminar por sí mismo.
En este camino, sin embargo, muchos perdieron bastante dinero. No hay que olvidar que en los últimos 10 años la bolsa española perdió un 70% en términos nominales y un 90% en términos reales.
Tiempos nuevos
Pero ahora vivimos tiempos nuevos. Con un índice general situado en el 146,60% en la Bolsa de Madrid, el pasado viernes, y la consecución de varios récords históricos en las últimas semanas, este mercado ha vuelto a ofrecer a los ahorradores muchos elementos de atracción. Una nueva generación de bolsistas, que no ha sufrido los efectos de la crisis de los años setenta, está operando desde hace algún tiempo. Y otros muchos comienzan a indagar las ventajas e inconvenientes de este mercado.
En la bolsa se contratan dos clases distintas de valores: aquellos emitidos por el Estado, organismos públicos o empresas públicas o privadas en los que se ofrece una rentabilidad fija hasta que llegue el momento de la amortización, y otros, de empresas o sociedades semi-públicas o privadas en los que esa retribución varía en función de los resultados económicos de la entidad emisora. En definitiva, existen títulos de renta fija o de renta variable.
La contratación de estos últimos, que se denominan, acciones, constituye lo que popularmente sé conoce como vida bursátil y la evolución de sus precios es la única que determina el índice general de la bolsa.
Al comprar una acción, el ahorrador obtiene dos tipos de derechos respecto a la sociedad emisora. Derechos económicos, por un lado, como la percepción de la parte correspondiente de los beneficios (que se reparten en forma de dividendos que obtenga la sociedad, el derecho de suscripción preferente para las nuevas ampliaciones de capital o la recepción de la parte alícuota del patrimonio de la empresa en caso de que ésta fuera liquidada. Los derechos políticos del accionista se centran, básicamente, en disponer de voto en las juntas generales.
El precio que los ahorradores están dispuestos a pagar pagar las acciones depende principalnente de las expectativas que éstos tengan sobre el futuro de la empresa emisora e incluso de la economía en general. Unas previsiones positivas impulsan a los ahorradores a no acudir a la renta fija, ya que la renta variable ofrece mejores retribuciones en los buenos momentos.
Cada acción cuenta con un valor nominal, que representa la parte alícuota del capital de aquella empresa de la que el accionista es propietario. Eso no supone que si quiere vender su parte encuentre necesariamente a alguien dispuesto a pagar exactamente ese precio. Unas veces se pagará más y otras menos, pero en cualquier caso ese será el valor efectivo en el mercado secundario.
Ahora bien, el precio de las acciones -o, como se dice en términos bursátiles, la cotización o cambio- no se expresa en pesetas, lo que puede ser origen de confusión para los no iniciados. El precio se expresa en porcentaje sobre el valor nominal de los títulos, que suele ser de 250, 500, 750 o 1.000 pesetas. Cuando una acción cotiza al 100% es que su valor efectivo coincide con su valor nominal, pero sólo en este caso. Una acción de 500 pesetas que cotiza al 70% tiene un valor efectivo de 350 pesetas; si cotiza a 130% valdrá 650 pesetas.
Habitualmente este precio, se expresa en enteros, que equivalen al 1 % del valor nominal de las acciones. Es decir, si una acción es de 500 pesetas nominales su entero equivaldrá a cinco pesetas; si es de 250 su entero será de 12,50 pesetas, y si es de 1.000 pesetas su entero euivale a 10 pesetas. Como la mayoría de los títulos tienen un nominal de 500 pesetas, e-s usual que los bolsistas digan que un entero es igual a un duro, pero eso no siempre es así.
A "viva voz'
Ahora bien, ¿cómo se fija ese cambio? Mediante la contratación, que se realiza en las Bolsas de Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia todas las semanas, de lunes a viernes. En la Bolsa de Madrid, por ejemplo, la sesión comienza a las diez de la mañana y finaliza a las 13.30 horas, y en ella intervienen los agentes de cambio y bolsa y sus dependientes.
La contratación puede realizarse de formas distintas, perola más genuina, a viva voz, se utiliza para la compra-venta de casi todas las acciones. En ella, se intenta fijar un precio que satisfaga al comprador y al vendedor. ¡Doy! es la fórmula e inipleada por aquellos que quieren vender. Y agregan la cantidad por la que están dispuestos a hacerlo. ¡Tomo! es la que emplea quien quiere comprar, a la que añade por qué precio. Uno rebaja un poco, el otro sube otro poco y, al final, es frecuente oír ¡hecho! lo que sigriffica que todo ha terminado a gusto de ambos. En una misma sesión pueden registrarse varios cambios, ya que unos y otros han podido llegar a acuerdos distintos mientras han transcurrido los 10 minutos de regateo.
Pero, ¿en qué valores conviene entrar?, ¿cuándo comprar o cuándo vender? Aquí reside el secreto del éxito o del fracaso. Los agentes son unos expertos y asesoran a sus clientes. Lo mismo puede decirse de los departamentos financieros de banca y cajas de ahorro.
Ningún esfuerzo basta en este sentido, porque si bien la bolsa es el mercado más atractivo para los ahorradores, ya que se puede obtener en él la máxima rentabilidad a cobrto plazo, conviene llegar a él con plena conciencia de que también se asume el máximo riesgo. Eso exige disponer de la máxima información sobre la marcha de las sociedades, analizar su política de dividendos y seguir el mercado. Todo un arte.
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