La recaudación esperada para 1985 suprimirá la progresividad del sistema fiscal
En el último año y medio ha disminuido la progresividad del sistema fiscal español (cobrar más a quien más tiene), tendencia que se acelerará en 1984 y 1985 si prosperan las previsiones del Gobierno. Tanto los datos de liquidación del Presupuesto del Estado de 1983 como los avances de recaudación de 1984 detectan un mayor crecimiento de los impuestos sobre el gasto o indirectos que los del ingreso o directos (renta de personas físicas, beneficios de sociedades, patrimonio y sucesiones). Hasta ahora, los presupuestos buscaban lo contrario, aunque luego se han incumplido los objetivos. Para 1985, el avance de la fiscalidad sobre el consumo está incluso programado, hasta el punto de igualar a los impuestos directos, lo que no ocurría desde que se inició la reforma de 1978.
Los datos definitivos sobre recaudación en 1983, publicados este verano, indican que los 1,43 billones de pesetas en impuestos directos (rentas de todo tipo, sucesiones y otros ingresos) han supuesto un 108% de los que gravan el consumo (tráfico de empresas cobrado en las ventas, petróleos, etcétera). Hubo, pues, más de ocho puntos de incumplimiento frente al 116,4% fijado como objetivo por los primeros presupuestos del Gobierno socialista.El ministro de Economía y Hacienda, Miguel Boyer, advirtió a presentar los presupuestos del Estado para 1983 que la progresividad había que medirla también por el reparto de los gastos. Pero el Banco de España acaba de señalar en su informe anual que igualmente en esta vertiente se ha reducido el papel redistribuidor.
"La incidencia redistributiva en 1983 de la actividad presupuestaria (juego de las prestaciones sociales menos las cotizaciones)", dice el Banco de España en la página 106 de su informe anual, "fue positiva para la renta disponible de las economías domésticas, como en los últimos años, aunque su efecto estimulante fue también menor que en 1982. El incremento de las prestaciones en 1983 determinó un aumento de la renta disponible de las familias del 2,9% (3,4% en 1982), en tanto que el incremento de las cotizaciones significó una detracción del 2,6% de dicha renta (2,2% en l982)".
Tras apuntar que los efectos distributivos del sector público no se agotan en este terreno (en 1983 hubo un fuerte incremento de los impuestos directos sobre las familias, si bien las subvenciones a empresas públicas actúan más como sostén de rentas que como reguladoras de precios), el Banco de España señala que el salto recaudatorio de 1983 puede no tener continuidad, a menos que se reactive la lucha contra el fraude fiscal.
Incumplimientos
Los impuestos crecieron el año pasado un 28,4%, frente al 13% de 1982, en tanto que las cotizaciones sociales aumentaron en un 15,1% frente al 12,7% del año anterior. Pero la aceleración de las cotizaciones, en particular de las efectivas, se debe a las pagadas por los trabajadores, que pasaron de un crecimiento del 15,5% en 1982 al 26,6% en 1983.Por otra parte, los datos definitivos de liquidación del presupuesto de ingresos del Estado en 1983 ponen de relieve que el incumplimiento de los objetivos de recaudación fiscal ha eliminado parte de la progresividad alcanzada en los años siguientes a la reforma de 1978, por la cual los impuestos directos superaron a los indirectos.
En 1981 un retroceso semejante fue propiciado por los presupuestos del Gobierno de UCD; los impuestos del ingreso quedaron en el 106,3% de los indirectos.
Para 1983 se intentó elevar la relación al 116,4% (118,8% sin incluir al País Vasco y a Cataluña), aunque ya se dudaba que el principal impuesto directo, el de la renta, tuviera carácter progresivo, debido a su presión sobre las rentas del trabajo, que suponían (y suponen) un 83% de toda su recaudación. Pero los datos sobre ejecución señalan que los ingresos por impuestos directos han representada un 108% de los que gravan el gasto (1,31 billones de pesetas). Para los directos, que representaron el 44% de la recaudación en 1982, el Gobierno fijó como objetivo llegar a un 44,6% de los 3,27 billones presupuestados para 1983, y la ejecución ha quedado en un 43,7%, aunque paradójicamente parte de ello se debió a la supresión de retenciones sobre los subsidios de paro y pensiones de invalidez, en cumplimiento de sentencias del Tribunal Supremo. Por el contrario, frente al objetivo de un 38,3% para los indirectos, el año se cerró con el 40,1 %.
Si se tiene en cuenta la recaudación obtenida por las comunidades autónomas, la relación ha sido del 109,6%, pues los gravámenes sobre el ingreso ascendieron en total a 1,56 billones de pesetas, y los del gasto, a 1,42 billones.
La tendencia se ha mantenido en los primeros meses del presente año. Los impuestos directos llevan un ritmo de crecimiento casi cinco puntos por debajo del previsto. Así, parece lejana la posibilidad de que 1984 cumpla con el objetivo de que los gravámenes sobre el ingreso queden en el 109,4% de los del consumo.
A la vista de ello, el propio Gobierno ha incluido en el proyecto de Presupuestos del Estado de 1985 la estimación de que los impuestos sobre el ingreso proporcionarán una recaudación de 2,082 billones de pesetas, y los otros, de 2,074 billones. Es decir, que habrá ya en objetivos una igualación a casi el 100%, fenómeno desconocido desde que se inició la reforma fiscal.
Entre los fiscalistas se considera que un sistema tributario empieza a ser desarrollado y progresivo cuando los impuestos directos o sobre el ingreso superan a los indirectos. Sobre todo en los países donde el consumo se mueve en niveles de subsistencia. En España, con un consumo más próximo a este umbral que en Europa, hasta el impuesto sobre el lujo, uno de los más progresivos, se alimenta sustancialmente de compras como las de automóviles. Con la reforma fiscal de 1978, el sistema español se situó entre los desarrollados, aunque algunos expertos discuten también la progresividad del impuesto sobre la renta (tercera parte de toda la recaudación) y afirman que si se excluyen las desgravaciones fiscales a la exporación apenas se superó dicha barrera.
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