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La arrolladora victoria de los conservadores en Canadá provoca un descalabro histórico en las filas liberales

Brian Mulroney, un abogado de 45 años hijo de un electricista, ha llevado a su partido a la mayor victoria conservadora de la historia política de Canadá. Los datos hablan por sí solos: de un total de 282 escaños en la Cámara de los Comunes, el Partido Conservador Progresista de Mulroney ha conquistado 211, frente a sólo 40 los liberales, hasta ahora en el poder, 30 los neodemócratas, y uno de los independientes. Como titulaba ayer un periódico de Montreal, "la escoba tory (conservadora) ha barrido Canadá". Por contraste, los liberales de John Turner han sufrido el mayor descalabro de su historia, aunque, contra todo pronóstico, el primer ministro saliente consiguió la victoria en su distrito de Vancouver-Quadra en la Columbia británica.

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"No es que los liberales hayan sido derrotados. Es que han sido diezmados y decapitados", manifestaba un comentarista en una cadena nacional de televisión. Es expresión no es exagerada, sobre todo si se tiene en cuenta que 15 de los 29 ministros del Gabinete Turner han perdido su escaño.Los primeros resultados de las cuatro provincias marítimas del Este, conocidos a las dos de la madrugada del miércoles, hora española, ya hacían prever una victoria conservadora. Terranova, Nueva Escocia, Nuevo Brunswick y la Isla del Príncipe Eduardo votaron conservador (25 escaños frente a siete).

Pero la confirmación de que la victoria conservadora podía convertirse en barrida se tuvo al conocerse los resultados de las dos provincias más pobladas de las 10 en que está dividido Canadá, la francófona Quebec y la anglófona Ontario. En Quebec, donde los conservadores sólo tenían un escaño frente a 74 los liberales, los resultados no pueden ser más expresivos: 59 diputados los conservadores frente a sólo 16 los liberales. En Ontario, con 95 escaños en el Parlamento federal, el Partido Conservador Progresista ha conseguido 67, frente a 14 los liberales, 13 los neodemócratas (que constituyen el equivalente socialdemócrata europeo en Canadá), y uno de los independientes.

En cuanto al voto popular, que ha sido masivo, con más de un 75% de participación, las últimas encuestas han calcado prácticamente los resultados. Los conservadores han conseguido el 50% de ese voto, los liberales el 28% y los demócratas el 19%.

El primer político en felicitar al ganador fue el líder neodemócrata Edward Broadbent, quien después de anunciar que su partido "apoyará al Gobierno si éste realiza el cambio prometido", manifestó que los neodemócratas serían Ia oposición real, aunque no la oficial", en una clara referencia a los sólo 10 escaños que los separan de los liberales.

Sin embargo, Broadbent no ha podido llevar a cabo su sueño de convertirse en el primer socialdemócrata jefe de la oposición en Canadá. Aunque su partido ha conseguido un aumento considerable de escaños en Ontario, su provincia natal, las pérdidas registradas en otras provincias hacen que los socialdemócratas cuenten en realidad en el nuevo Parlamento con dos escaños menos que en el anterior.

A las ocho de la mañana de ayer (hora peninsular española) John Turner reconocía la derrota liberal desde Vancouver-Quadra. "El pueblo ha hablado, y el pueblo siempre tiene razón", dijo Turner, para afirmar después, recordando una célebre frase de Winston Churchill, que "las derrotas son las piedras sobre las que se construyen las victorias futuras". Sin embargo, la tarea para Turner no va a ser nada fácil. A pesar de que el aparato del partido ha sido incapaz de fabricar una estrategia coherente a lo largo de toda la campaña, los errores del primer ministro han sido continuos a lo largo de toda la elección. Nadie duda en Canadá de las cualidades personales de Turner, pero el electorado no ha encontrado en él al líder que esperaba cuando fue elegido a principios de verano para suceder a Pierre Eliot Trudeau. Y es muy probable que Turner se convierta ahora en el chivo expiatorio del Partido Liberal.

En cuanto a Mulroney, que ha llevado a cabo una campaña perfecta, llena de frases grandilocuentes pero sin comprometerse en casi ninguna promesa política específica, ha sabido simbolizar para el canadiense medio el sentimiento de cambio latente en el país tras 21 años de casi ininterrumpido gobierno liberal, de los que 16 corresponden a la era Trudeau. Las palabras clave en las campañas de los tres partidos han sido: cambio para los conservadores, confianza para los liberales y ciudadano medio para los neodemócratas. A la vista de los resultados, ese ciudadano medio ha dado su confianza al cambio prometido por Brian Mulroney.

El líder conservador, que se dirigió al país en la madrugada del miércoles desde su pueblo natal de Baie Comeau, lanzó un mensaje de optimismo a los canadienses después de rendir un tributo de admiración personal a sus dos contrincantes. "Nadie habrá perdido esta elección si sus resultados sirven para consolidar nuestra determinación como pueblo y para reafirmar nuestra unidad como nación", declaró. Mulroney añadió que, en su opinión, había recibido cuatro claros mandatos del electorado: la creación de empleo y la recuperación económica, una mayor cooperación entre todos los niveles del Gobierno y la población, la defensa de los derechos de la mujer y la búsqueda de la paz mundial. En este último punto manifestó: "Canadá en un país que cree: en la paz y que no tiene ambiciones militares ni territoriales", una afirmación que contradice la promesa de aumentar el presupuesto de Defensa y el número de hombres en las fuerzas armadas canadienses.

Se espera que Mulroney, que percibirá un sueldo anual equivalente a ocho millones de pesetas, jure su cargo ante la gobernadora general, Jeanne Sauve, el día 17.

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