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Reportaje:

Rania, la historia de una marca que sobrevivió a su empresa

Andreu Missé

La historia reciente de Rania ha sido como la de un aterrizaje después de un viaje alucinante. Sin embargo, los naufragios sufridos por Productos Lácteos Freixas no han conseguido ahogar la marca Rania. Un fenómeno insólito en el mundo del marketing. Todo ello suscita múltiples preguntas sobre el por qué se ha mantenido la demanda de leche Rania incluso cuando dejó de fabricarse. Esta realidad, junto a la tenacidad de sus empleados y el hecho de contar con la mejor instalación de Cataluña, son los principales elementos que permiten explicar el reciente despegue de la empresa iniciando una nueva órbita de profesionalidad.

En menos de cuatro años (19801984), Productos Lácteos Freixas, la firma elaboradora de leche Rania, ha pasado del cénit de su expansión a la insolvencia más absoluta, que sólo pudo salvarse reconvirtiéndose en una sociedad anónima laboral. En el interregno ha habido de todo: quiebra en 1980, administración judicial en 19801982, transformación en una nueva sociedad -Central Lletera de Catalunya-, intervención fallida de la Generalitat, hasta recaer de nuevo en la insolvencia y finalmente la subasta de sus bienes, que pasaron a manos de los trabajadores.Una de las primeras resoluciones de los trabajadores fue solicitar un crédito de 800.000 pesetas por trabajador al Fondo de Protección del Trabajo, lo que significaba un fuerte compromiso individual y una importante fuente de financiación. Posteriormente, entregaron 100 millones de pesetas de los 320 millones recibidos del Fondo de Garantía Salarial.

Paralelamente, aplicaron una drástica racionalización en la estructura laboral, como fue el hecho de reducir a cinco las 22 categorías existentes. También acabaron con el sistema de salarios reales inferiores a los teóricos, lo que significó un ahorro fiscal, al ajustarse las retenciones del impuesto sobre la renta a los salarios reales percibidos, que actualmente oscilan entre las 75.000 y las 100.000 pesetas mensuales brutas.

Sin embargo, la decisión de mayor trascendencia fue asumir que el éxito de la empresa dependía de la capacidad de sobrevivir en un sector altamente competitivo. Para ello, situaron al frente de la sociedad al ingeniero Ramón Pons, para que la dirección se ejecutase con criterios exclusivamente profesionales.

Una historia fascinante

Ramón Pons tomó el timón en marzo de 1984, pero exigió como condición la absoluta independencia de su gestión. Ello significó diferenciar claramente los campos de actuación de la gerencia, el comité de empresa y el consejo de administración, subrayando el distinto papel que deberían jugar estos dos últimos organismos, a pesar de ser elegidos ambos por los trabajadores.El itinerario de Rania resulta fascinante. A mediados de los años cincuenta, Pedro Freixas, un vaquero del barcelonés barrio de Sants, instaló una pequeña planta embotelladora para comercializar la leche de su granja. Inició el reparto, con un carro y un caballo, pero pronto mecanizó el servicio con una flotilla de media docena de triciclos.

La verdadera expansión no se registró hasta mediados los años sesenta. Pedro Freixas tuvo entonces una gran intuición y se lanzó. Comprobó que diariamente recaudaba una gran cantidad de dinero de los consumidores, mientras que el pago a los proveeedores se efectuaba en un plazo bastante dilatado. Este desfase le permitía generar una gran cantidad de circulante. Con estaas perspectivas, Freixas levantó una moderna planta embotelladora en Santa Perpètua de Mogoda. La expansión fue especialmente espectacular en la década siguiente. De los 933 millones de pesetas de ventas conseguidos en 1972, se pasó a los 5.000 en 1980. En el mismo período, se dobló prácticamente la plantilla, que se elevó a 700 personas.

Paralelamente, la gerencia del negocio fue transfiriéndose poco a poco a manos del hijo, Juan Freixas, quien al objetivo de modernizar la industria unió una fuerte inquietud por la realidad social de los trabajadores. Pronto los salarios se situaron por encima de la media del sector.

Juan Freixas iba más lejos. Quería preparar a los empleados para un nuevo modelo social en el que se cuestionaban las relaciones de producción, el Estado, la religión y la familia. El nuevo modelo contagió a un buen número de empleados y se disolvieron los comités de empresa. Las consecuencias fueron trágicas y la confusión fue calando en un ambiente cada vez más cargado de órdenes contradictorias y continuos cambios en los puestos de trabajo.

El nuevo modelo social fue impulsado a través de varias sociedades como Agora, Logópolis, Agapania y Anthropos Federación de Comunidades Utópicas, controladas por personas ajenas a la empresa y que consiguieron unas ganacias de varios cientos de millones de pesetas a costa de Rania.

Tanto Freixas como los trabajadores derrocharon buena fe sin límites. Prueba de ello son los préstamos que por más de 30 millones de pesetas llegaron a conceder muchos trabajadores a la empresa y las pérdidas patrimonials sufridas por la familia Freixas.

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