¿Andalucía es árabe?

Quisiera hacer ciertas consideraciones tras la lectura del artículo del profesor Fanjul "¿Andalucía, árabe?", publicado en EL PAÍS el 11 de agosto de 1984. Una concepción conductista de la historia, valga la expresión, me lleva a afirmar que la idiosincrasia de un pueblo es fruto de sus particulares vicisitudes de toda índole. Una de ellas es la toma de contacto con otros pueblos, generadora de una ósmosis recíproca en muchos aspectos, que se da en mayor extensión cuanto mayor es la duración de las relaciones. Desde este punto de vista es absurdo afirmar, como hace el articulista, que es infundada y fantasiosa la búsqueda de las raíces árabes de Andalucía.El viejo tronco del árbol andaluz ha alimentado a sus variopintas ramas a lo largo de la historia con una larga relación de savias, que ha sabido asimilar sin excesivos traumas, quizá con una especial predisposición. Entre ellas, la árabe: creo que no cabe la menor duda de que la Andalucía del siglo XVI es muy diferente a la de antes de la estancia musulmana en sus lares.

Creo además que es lícito aseverar que el pueblo andaluz es el que más se ha impregnado de lo árabe. Obsérvese que es una cuestión de cantidad, pero quizá también de calidad, aunque esto último ha de ser convenientemente demostrado por los entendidos en el tema cuya opinión sea divergente de la del profesor Fanjul.

Lo que él no perdona a Andalucía es que no se haya mantenido fiel a la más pura ortodoxia árabe, llevado por un desmedido y exclusivista amor a todo lo que huela a musulmán. Debe comprender, no obstante, que esta actitud no es ningún desaire. Ocurre sólo que el andaluz es un pueblo abierto y creo que uno de los más tolerantes.

Tampoco está para estoicismos de ninguna clase, que ya tiene bastantes con los que le depara su propio destino, y por eso los pinchos morunos son de cerdo y además bebemos vino. Sólo falta que se nos eche en cara que no cumplamos los santos mandamientos del Corán rezando no sé cuántas veces en dirección a La Meca. Por último, quiero expresar mi estupefacción por la animosidad antiandaluza que rezuma el artículo.

¿A tanto llega el profesor por "no trocar en mercancía vendible cuanto estudia y ama" (sic)? Ha de pensar que un pueblo está por encima de estas lealtades. Me abstendré de responder a las veladas críticas contra la autonomía andaluza ("una nacionalidad recientemente inventada", señala) por carecer de espacio. Quizá alguna vez retome el asunto.-