Erotismo en Cuenca
Es realmente cómico (pero de una comicidad involuntaria, que es la comicidad más cómica) que el diario EL PAÍS haga viajar a un envíado especial hasta Cuenca con el objeto de cronicar -y cronicar mal- sobre el tamaño del pijo de los conquenses, ya sean sus portadores administradores de la cíudad o administrados. El asuntoque tanto parece interesar al cronista trata de la supuesta exhibición de dos chorras en la penumbra de una discoteca conquense (que el suceso sea probable o improbable tanto da), cuando lo verdaderamente estremecedor es que el cronista convierta el cuento en homilía de don Augusto, antiguo clérigo integrista conquense de triste recuerdo. Pues no es el humor del periodista lo que más reluce en su crónica de media página (!), sino la disirnulada acusación monjil y el querer obtener enseñanza moral de lo baladí.Dice el cronista que sobre este asunto de "la exhibición de órganos genitales" (expresión no tanto correcta hasta lo cursi como de beata) "discute el vecindario apasionadamente". Mal ojo tiene el cronista, que ha visto pasión donde sólo hay saludable chirigota y pecado capital en la venlalidad del cuento. El licenciado Torralba, cuya vida y hazañas voladoras más ilustración habrían proporcionado al cronista, que viaje tan largo no merecía la pena para escribir sobre penes; aunque, a decir verdad -y aquí está la secreta intención del enviado especial o de quien lo envía-, no son historias de penes comunes las que han despertado el interés de los cronistas, sino las de penes tatuados con siglas políticas, que ésa es la carnaza patria y la plaga que machaca-
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