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Vocación de empresario de pueblo

Los empresarios de Las Ventas tenían una duda horrible sobre la corrida de ayer: no sabían en qué orden debían actuar los matadores. El problema consistía en que Campano y Vioque habían tomado la alternativa el mismo día. La verdad es que Vioque la había tomado en Córdoba y Campano en Madrid, y un informador de este periódico indicó al director de relaciones públicas de la empresa que la categoría de Madrid es mayor. Pero como en Las Ventas tienen vocación de empresarios de pueblo, el director de relaciones públicas respondió que ése no era argumento, pues la categoría de las plazas de Madrid y Córdoba es la misma.No es por desmerecer a Córdoba, naturalmente, cuya capitalidad y afición se respetan. Pero ni Córdoba ni ningún otro coso confirman alternativas y Madrid sí; luego ya es un grado. A la empresa, sin embargo, le da igual. Quisiera convertir la Monumental en una plaza de pueblo, como ya intentaron sus antecesores, Canorea y Berrocal. En Madrid, además, todo va manga por hombro. Ayer salieron dos cuadrillas incompletas, faltaban banderilleros, como si el escalafón de subalternos se hubiese visto diezmado por un epidemia.

Plaza de Las Ventas

15 de agosto.Cuatro toros de Mayalde y dos de Fernández Palacios, bien presentados y mansos. Vicente Yestera, silencio en los dos. Fermin Vioque, división y vuelta protestada. Luis Miguel Campano, ovación y silencio.

Las equívocas antigüedades convirtieron en un barullo el orden del día. Los tres espadas estuvieron toda la tarde dándose abrazos. Y si la confirmación de la alternativa no vale para nada y Madrid no otorga antigüedad, ¿a qué tanta ceremonia y tanto abrazo? Veinte abrazos se dieron en público (no sabemos en privado).

Vimos a un Yestera muy poco puesto con los toros. En los pases les quitaba la muleta de la cara, en vez de embarcar; sufrió un volteretón tremendo, afortunadamente sin consecuencias. Si ese mismo volteretón lo recibimos nosotros, tienen que recogemos los areneros con pala.

Vimos también a un Vioque muy valiente. Se empeñó en darle derechazos a su primero, que se le iba huído del engaño, y lo consiguió, a fuerza de aguantarle arreones por todo el redondel. El quinto, que salió berreón y manso, acabó noble -se quedaba algo corto, se ceñía por el izquierdo- y le instrumentó una faena tan voluntariosa como escasa de arte y de técnica.

Y vimos, finalmente, que el sentido de la lidia quien lo tenía era Campano, si bien al mejor toro de la tarde le hizo una faena muy aliviada de picos. El sexto se le fue a tablas, donde no tenía faena. No hubo más, ni le importaba a la gente. La gente tenía el pensamiento puesto en los jamones que rifaba la empresa y en la verbena que le había montado en el patio del desolladero, por ser la Virgen de la Paloma. En Madrid hay que ir a los toros con boina.

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