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Los antropólogos estudian la conducta humana en los Juegos

Mientras miles de atletas competían por el oro olímpico, seis millones de personas llenaban los estadios y 2.000 millones de telespectadores en todo el mundo contemplaban los Juegos de la 23ª Olimpiada de la era moderna, prestigiosos antropólogos, bajo la iniciativa de James Peacock, de la Universidad de Chicago, sustituyeron las habituales tiendas de campaña en la selva brasileña, para estudiar a las tribus semisalvajes, por una espaciosa casa en Hollywood. De ahí partía cada mañana el equipo de antropólogos para observar, estudiar y resumir el comportamiento de la fauna humana en unos Juegos Olímpicos.Entrevistas en las calles, conversaciones en las colas para entrar en los estadios, análisis de las reacciones ultranacionalistas y estudios de la difusión en los medios de comunicación estadounidenses y extranjeros integraban las investigaciones de los antropólogos, que, con una dotación de 20.000 dólares (algo más de tres millones de pesetas), esperan resumir el primer estudio antropológico-olímpico, a publicar en forma de libro a mediados del próximo año.

¿Cuál es la reacción de un atleta de Bután ante la inmensidad de las autopistas angelinas o del show hollywoodense de la apertura de los Juegos? ¿Por qué la flibre en el intercambio o compraventa de insignias llega a originar cambios de estrellas de sheriff por insignias de un equipo olímpico? ¿0 por qué hay un griterío constante de 'Iu es ei, iu es ei, iu es ei!' (USA, USA, USA) en cualquier competición con deportistas estadounidenses?

De momento, los antropólogos, provenientes de EE UU, Israel, Brasil y Australia, han recogido información en las canchas, en la calle y en los bares de ese impacto impresionante entre razas, credos, nacionalidades y edades.

Entre las conclusiones, es casi seguro que el fenómeno, nada nuevo, del nacionalismo norteamricano tenga un lugar prioritario. Para los estadounidenses, los Juegos de Los Ángeles servirán un poco para borrar de la memoria algunos de los grandes fracasos de los últimos años, como el desprestigio mundial cosechado en la guerra de Vietnam, la humillación del poder tras el escándalo Watergate, la sensación de impotencia ante el hecho del secuestro de rehenes en la Embajada de EE UU en Irán o la frustración nacional deportiva con el inicio de la campaña de boicoteos, cuando EE UU decidió no acudir a los Juegos de Moscú. Unos y otros han politizado el deporte sin que el Ejército soviético se haya retirado de Afganistán ni ahora los marines norteamericanos de la isla de Granada.

En lo político, el estudio tendrá también en cuenta que los Juegos habrán servido a la actual Administración conservadora de Reagan como una prueba de que, en contraposición al modelo de sociedad soviética, el capitalismo norteamericano funciona.

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