_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El revés de Mitterrand en el Senado

EL SENADO francés ha rechazado la propuesta del presidente Mitterrand de consultar al país, mediante referéndum, un proyecto de reforma de la Constitución por el que se ampliarían los temas susceptibles de ser sometidos a referéndum, cuya utilización se limita actualmente a cuestiones referentes a los poderes del Estado o a ciertos tratados internacionales. La propuesta de Mitterrand extiende tal posibilidad a temas relacionados con las libertades públicas y tenía por objeto inmediato facilitar la convocatoria de un referéndum sobre la nueva ley de la escuela en una maniobra política destinada a salvar la oposición de la derecha, que hace unas semanas, en la mayor demostración de fuerza nunca habida contra el Gobierno socialista, sacó a más de un millón de personas a la calle en manifestación de rechazo contra dicha ley.El Senado tiene hoy en Francia escasos poderes. Pero en el caso que nos ocupa puede bloquear la iniciativa presidencia¡, ya que para que una reforma constitucional puede ser sometida a referéndum tiene que ser aprobada previamente, y en términos idénticos, por la Asamblea Nacional y por el Senado. El rechazo de éste, en el que tienen mayoría los partidos de centro-derecha, responde a la estrategia decidida por la oposición neogaullista y giscardiana después de su victoria en las elecciones europeas. La tesis de la oposición es que Mitterrand debe disolver la Asamblea, ya que su composición no refleja hoy la opinión del país. Es una estrategia maximalista, de acoso y derribo, mediante la presión y movilización, sobre todo, de la opinión pública, ya que en los órganos constitucionales decisivos los socialistas disponen de amplia mayoría. La Asamblea tiene aún dos años de vida legal, y el mandato de Mitterrand en el Elíseo no caduca hasta 1988.

No es seguro que el voto negativo del Senado haya sorprendido al presidente de la República; probable mente contaba con ello. La evolución del Gobierno socialista -sobre todo desde marzo de 1983- se ha operado hacia el centro abandono de la política económica reformista, neokeynesiana, tendente a elevar la demanda, y atlantismo en política exterior. Tal tendencia se ha acentuado con el reciente cambio de Gobierno, que puso fin a la presencia de los comunistas en el Gabinete y una de cuyas primeras medidas fue la retirada momentánea de la ley escolar, lo que ha significado un retroceso ,sin disimulo ante la presión en la calle de la Iglesia y de la derecha. Como acaban de confirmarlo con el voto del Senado, el centro y la derecha no han tenido en cuenta esta evolución de Mitterrand y han reforzado su oposición cerrada contra él. Hasta el punto -con el no del Senado- de rechazar ahora algo que precisamente ellos han estado pidiendo desde hace bastante tiempo. Ante el electorado centrista -y no hay que olvidar que su estrategia tiende a ganar, o recuperar, votos precisa mente en ese espacio- Mitterrand dispone ahora de un argumento fuerte para denunciar la inconsecuencia de unos senadores que impiden con su voto precisamente el tipo de referéndum que han estado reclamando desde hace meses, incluso años. Por otro lado, esta batalla no ha hecho sino comenzar: la Asamblea Nacional, con su mayoría socialista, aprobará sin duda en fecha muy próxima el proyecto de reforma constitucional e introducirá incluso algunas enmiendas, preparadas por los propios socialistas, para demostrar con más evidencia el renuncio de la derecha. Y el proyecto volverá al Senado. Una segunda negativa de éste presentaría ante el país la contradicción entre un Mitterrand deseoso de ampliar las consultas directas al electorado y un centro-derecha resuelto a bloquear esa posibilidad. Los actuales sondeos indican que en esta guerra del referéndum, que en cierto modo ha desplazado a la guerra de la escuela, el presidente Mitterrand está obteniendo una situación ventajosa: parece como si los franceses quisieran poder votar más, incluso para hacerlo contra el Gobierno. En un discurso pronunciado para abrir el debate del Senado, el ministro de Justicia, Robert Badinter, se ha referido a un fenómeno que desborda las fronteras de Francia: ante la creciente voluntad de participación de la ciudadanía y la crisis evidente de los partidos políticos, el referéndum puede adquirir un nuevo significado histórico. La tradición democrática más pura fue reacia ante el referéndum, preconizado más bien por regímenes autoritarios. Pero hoy esa tradición se reconcilia con el referéndum; lo necesita en cierto modo para elevar los niveles de participación de los electores ante opciones decisivas para el país.

Sería, no obstante, profundamente erróneo considerar la situación de Francia únicamente, desde la perspectiva del problema jurídico-constitucional de la ampliación de las zonas del referéndum. Es un tema que preocupa sobre todo al mundo político, pero mucho menos al hombre de la calle. Ha permitido, en estas semanas tan vacías del mes de agosto, otorgar al Senado un protagonismo que no ha tenido desde hace muchos años. Quizá se facilite con ello cierto tiempo al nuevo Gobier no para preparar sus planes de cara a los problemas fundamentales que van a determinar la suerte de la izquierda y, en cierto modo, de Francia. El nuevo jefe del Gobierno, Laurent Fabius, ha declarado que está decidido a explicar todo a los franceses; es una buena receta, sobre todo ante una etapa de inevitables sacrificios económicos. Pero la recuperación del prestigio de la izquierda no es una tarea fácil. Al lado de los angustiosos problemas de la crisis y del paro está el deterioro de una serie de valores ideológicos y morales, que la izquierda ha sabido encarnar en otras etapas de la vida francesa. Si no se inicia un cambio de tendencia en la opinión del país, en lo político e incluso lo cultural, las eventuales ganancias políticas de la guerra del referéndum no podrán ser muy relevantes.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_