Una legión de juerguistas acompaña el descenso del Sella
Asturias celebra hoy su fiesta más popular y concurrida: el descenso del río Sella en piragua, que discurre entre las villas de Arriondas y Ribadesella. Alrededor de un millar de palistas, pertenecientes a 11 naciones, cubrirán este mediodia los 19 kilómetros que separan ambas localidades del Principado. Pero la fiesta de las piraguas no es solamente el descenso más importante de Europa en esta modalidad deportiva: constituye un grandioso espectáculo en el que se darán cita, como cada año, más de 200.000 personas, cuyo espíritu juerguista se verá espoleado por la sidra, que en esta ocasión corre a cántaros.
En Asturias, acudir al descenso del Sella es, simplemente, ir a les piragües. No hacen falta más precisiones para referirse a la fiesta del Principado por excelencia, al gran espectáculo que congrega a aborígenes de todos los rincones de la región y a turistas y visitantes de las procedencias más insospechadas.El descenso se celebra el primer sábado de agosto casi desde su fundación, en 1930. Sin embargo, la víspera se ha convertido en un prólogo festivo que anticipa a todas luces lo que, ocurrirá al día siguiente.
Los tiempos cambian y aquellas animadísimas verbenas que se celebraban en Arriondas en la década de los sesenta han dado paso a otras manifestaciones, no menos bullangueras: ayer por la tarde las calles de Arriondas y Ribadesella, dos pequeñas villas del oriente asturiano, registraban ya un ambiente inusitado.
Quien no haya estado nunca en el descenso del Sella es probable que se pregunte cómo una prueba deportiva puede atraer tal número de visitante. La respuesta es bastante sencilla, aunque la explicación tal vez resultará algo más compleja: la fiesta de las piraguas tiene una serie de ingredientes que trascienden con mucho el significado de una competición de reino.
Muchos de estos elementos los proporciona el paisaje, idóneo para un acontecimiento como éste. Otros son producto de la imaginación desbordante de Dionisio de la Huerta, auténtico creador de este espectáculo. (Véase la última página.)
No hay qué olvidar -que la emocionante salida de las piraguas bajo el puente- de Arriondas, una villa con poco más de 2.000 habitantes, está precedida de un desfile multitudinario por sus calles, recorrido que se inicia a las nueve de la mañana y no finaliza hasta la salida de los palistas, río abajo, a las doce del mediodía.
El desfile multicolor de Arriondas
Las pancartas, los disfraces más atrevidos, los coches más insólita mente decorados se confunden con lo que se ha convertido en el distintivo oficial del descenso: un collar de flores de papel que los hombres complementan con chaleco y montera picona y las mujeres con una flor en el pelo.El desfile, una impresionante manifestación multicolor de miles y miles de personas, sube y baja incesantemente por la carretera general de Arriondas.
La permisividad es casi total, y ni siquiera en el franquismo -aunque hay que advertir que el descenso no tuvo nunca connotaciones políticas- la Guardia Civil se atrevía a rechistar a quienes cortaban el paso de los coches, zarandeaban a un compañero por los aires o traían por collar media docena de chorizos unidos por una cuerda.
En este desfile que, precede a la salida de las piraguas la desinhibición es la norma. Se trata de un espectáculo en el que conviven los atuendos y las ocurrencias más innovadoras con los gigantes y cabezudos que representan desde divinidades mitológicas, como Neptuno, hasta personajes históricos, como los reyes asturianos Pelayo y Favila.
Finalizada tan peculiar manifestación, que en días lluviosos como el que se prevé para hoy en el oriente de Asturias obliga a los participantes a agudizar el ingenio para protegerse del agua, llega el momento estelar de la salida de las piraguas.
Las embarcaciones, alineadas a ambas orillas del río, según el orden establecido en el sorteo previo, esperan la orden de partida, que durante algunos años se dio mediante un auténtico cañón del siglo XVIII, inutilizado desde que reventó en varios pedazos en 1974.
Las indicaciones de los jueces deportivos de la prueba no suelen ser respetadas escrupulosamente por los palistas, quienes, en muchas ocasiones, parten río abajocuando se entonan las primeras notas del Asturias, patria querida, himno oficial del descenso, mucho antes de convertirse en himno oficial de Asturias.
Concluida la alocución del creador del descenso, comienza la espectacular competición. Los palistas siguen río abajo para alcanzar la meta en Ribadesella, esforzada tarea en la que invierten alrededor de hora y media los más rápidos, aunque el récord actual está establecido en una hora y diez minutos, tiempo que consiguieron los palistas Díaz Flor y Misioné en 1977.
Pero los piragüistas no van solos. Las 200.000 personas que les acompañaron antes de la salida en Arrionda les seguirán también a lo largo del curso del río. Varios centenares lo harán en el denominado trenfluvial, un ferrocarril engalanado que discurre por una sinuosa vía estrecha y que hace paradas, en puntos estratégicos, para contemplar la marcha del descenso.
El 'tren fluvial' y la caravana de coches
Los viajeros se apean del tren, se acercan a la orilla del río y cuando el maquinista hace sonar el silbido de la locomotora, corren de nuevo hacia el convoy.Pero los más se suman a la caravana de coches que parte de Arriondas y sigue hasta Ribadesella. Para muchos, sin embargo, lo de menos son los ganadores de la prueba, de cuyos nombres no tendrán noticia hasta horas después por la radio o la televisión, mientras participan en la comida campestre que se celebra en Llovio, en las inmediaciones de Ribadesella. La fiesta de las piraguas es uno de los pocos acontecimientos en los que tiene todavía sentido la sobada máxima deportiva: lo importante es participar.
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