La paronia de la seguridad,
La locura de la noche anterior a los Juegos, cuando un joven de raza negra de 21 años se subió a la acera en el concurrido barrio de Westwood y arremetió contra los peatones, dejó a los ciudadanos obsesionados. El balance fue de tres muertos y de 57 heridos.El incidente parecía relacionarse directamente con la matanza de San Isidro, tan sólo una semana antes, en,la que 21 personas perdieron la vida; todo esto, unido a una serie de rumores algunos no confirmados y otros sí, como el asalto a un autobús, el atentado contra un caballo del equipo brasileño, y las amenazas telefónicas, habían creado un cierto ambiente de pánico entre la población.
El énfasis en la seguridad, que
en algunos momentos rayaba lo paranoico, lo único que provocó fue un caos monumental en los accesos a las localidades de los recintos, convirtiendo lo que normalmente son colas de cinco minutos en odiseas de más de media hora en busca de la localidad asignada. Al fin, sin embargo, no pasó nada. La ceremonia de apertura, para los archivos de la policía, se cerró tan sólo con la insignificante mención de 13 carteristas detenidos. Ninguno acusado de actos violentos.
Y, sin embargo, todo el mundo guardaba en su inconsciente el miedo a lo que pudiera suceder. Si un avión sobrevolaba el estadio, se le miraba por el rabillo del ojo.
Había intranquilidad por el fenómeno que aquí se conoce como copycat, es decir, el tipo de acciones que normalmente siguen a una primera que ha servido como provocadora, y que se puso de manifiesto hace un año, cuando una persona aún no identificada sustituyó con cianuro las pastillas de una cierta marca de analgésicos e inmediatamente a lo largo del país empezaron a surgir incidentes del mismo tipo: caramelos envenenados, botellas de leche con lejía y barbaridades similares.
El copycat ha hecho temer a la policía que la tragedia de San Isidro, seguida por el incidente de Westwood, pudieran actuar de disparador y provocar una cadena de incidentes de este tipo, causadas por individuos frustrados, deseosos de exponer su caso ante los ojos del mundo de una manera grandiosa.
Esto, más que el terrorismo internacional, para el que están preparados, es lo que temen los encargados de la seguridad de los Juegos. La salida de la delegación libia, poco antes de la apertura, ha abierto un nuevo interrogante, pero en cualquier caso la seguridad está diseñada para enfrentarse a problemas de tipo político.
Se dice que hay un grupo de terroristas arrepentidos (representantes de Septiembre Negro, Montoneros, IRA y ETA), instalado en un lugar secreto de Los Ángeles, a quien se utiliza como equipo consultor y pensante, en caso de que haya alguna acción terrorista organizada. Esto último no ha podido ser confirmado, pero tampoco ha sido negado por los dirigentes del comité de los Juegos.
Lo que es imposible de prevenir es lo que pasa por la mente de una de esas bombas de relojería ambulantes que circulan por este pais y por esta ciudad, terroristas de su propia causa.
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