Cogida menos grave de Curro Caro
Al rematar un paso de pecho sufrió la cornada Curro Caro, que ayer confirmaba la alternativa en Las Ventas. Le volteó el toro como para romperle en pedazos; le recogió del suelo y le tiró cornadas por todos lados. El pronóstico "menos grave", alivia la preocupación que quedó en el tendido después del percance.Había toreado muy bien Curro Caro, dejando llegar, templando, mandando, muy baja la mano. El muletazo, tanto el redondo como el natural, salía largo y cadencioso, y era una sorpresa porque de un torero afincado en Francia se esperan esencias menos aromáticas. Queda prácticamente inédito Curro Caro, pero en alza la expectación que produjo ayer su toreo bien hecho. Habría sido interesante verle con los restantes toros, y muy en particular con el último sobrero, que hubo de matar Macandro.
Plaza de Las Ventas
Madrid, 22 de julio.Tres toros de El Torreón, bien presentados, flojos, manejables. Cuarto, de Aldeanueva, manso y manejable. Quinto y, sexto sobreros de Fernández Palacios: uno inválido, y otro noble. Roberto Domínguez. Estocada corta y descabello (silencio). Tres pinchazos y dos descabellos (silencio). estocada y, dos descabellos (vuelta). Macandro. Pinchazo hondo bajísimo, pinchazo bajo y dos descabellos (silencio). Cinco pinchazos y seis descabellos (silencio). Cinco pinchazos y dos descabellos (pitos). Carro Caro, que confirmó la alternativa. Cogido por su primer toro. Parte facultativo: Curro Caro sufre cornada de 30 centímetros en cara interna del muslo derecho, que produce destrozos en músculos abductores: herida incisa en la mano izquierda; contusiones y erosiones múltiples. Pronóstico menos grave.
Ese sobero tenía una embestida pastueña que Macandro, diestro reaparecido tras largo tiempo de ostracismo, no supo aprovechar del todo. Instrumentó pases buenos, pero estuvimos toda la faena, que fue muy larga, esperando que se centraran con la boyantía del animal, y le hicieran ese toreo de sentimiento que es propio del caso y que un matador nacido por las proximidades de Sevilla debería llevar prendido en el alma.
No se produjo. Macandro no pasó de decoroso. Tanto en ese toro como en los otros dos que estoqueó, los cuales no presentaron excesivos problemas. A uno de ellos, querencioso a tablas desde que saltó a la arena, le supo torear en los terrenos adecuados, y el otro le deslució la faena, porque era un inválido que se caía de rodillas en cuanto le obligaba a humillar. Macandro lleva mucho tiempo sin torear, y es normal que a un torero inactivo le cuesta acoplarse la primera vez que se viste de luces. También sería de justicia darle otra oportunidad.
Roberto Domínguez, en cambio, está delante de los toros con una confianza y un aplomo que proclaman su madurez. Atraviesa este torero un momento importante de su vida profesional y ya es dato significativo que se confíe, que apure la posibilidad de cuajar faenas completas, en lugar de quedarse en los detalles, como ha venido haciendo en gran parte de sus actuaciones. Liquidó con brevedad al que cogió a Curro Cano, con menos brevedad al segundo de la tarde, que no tenía faena pues era un inválido absoluto, y al manso de Aldeanueva le hizo una faena de muy buen corte.
Sentido dominador
Se trataba de un toro sin clase que escapaba del engaño, y lo entendió a la perfección. Desde los ayudados por bajo, largos y suaves, hasta los adornos finales, todo el muleteo tuvo un sentido dominador, que se plasmaba en pases de bella ejecución. Interpretó con hondura las suertes en redondo y también con empaque al natural, todas ellas ligadas con el de pecho, espaciadas mediante repertorio de estilo, en el que incluyó un torerísimo kikiriki. De nuevo mató con prontitud y arriba -lo que no es corriente en este torero- y aunque no ganó la oreja, el éxito sí fue suyo, y dio una legítima vuelta al ruedo.
De nuevo se caían los toros, pese a su irreprochable presencia, y de nuevo la acorazada de picar arrasó con alevosía los peludos lomos que les ponían debajo para satisfacer sus ansias carniceras. Puede ser que el primero, devuelto al corral, se desbaratara precisamente en uno de esos puyazos, que el individuo del castoreño le hincó, espina dorsal atrás, haciéndole un boquete por el que además de sangre le salían al toro las hierbas del almuerzo. El tercero fue devuelto al corral por cojo, y el mismo camino debieron seguir el segundo y el quinto, que aún estaban más inválidos.
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