El discreto influjo de los 'monclovitas'
Felipe González y Alfonso Guerra cuentan con 60 asesores en la Moncloa
Poco más de 400 personas constituyen la infraestructura de apoyo al presidente en la Moncloa. La mayoría de ellas trabajan en funciones burocráticas y auxiliares, distribuidas entre la oficina del portavoz del Gobierno, que dirige Eduardo Sotillos, y la secretaría del presidente, a cargo de Julio Feo. Es de sobra conocida la cercanía física de Sotillos y de Feo a Felipe González -aunque se sepa muy poco sobre el contenido de esa relación, especialmente en el caso de Feo-, mientras que los asesores del gabinete presidencial permanecen en la sombra. Y todo indica que tienen interés en seguir así: "No somos un poder", insisten unos y otros.
Hay bastante de cierto en esa afirmación. Genéricamente, podría decirse que los asesores buscan informes y ofrecen datos a los dirigentes políticos. No tienen tanta influencia como para intervenir en cualquier decisión: la crisis de Gobierno, por ejemplo, no es un asunto consultado al gabinete. Y sin embargo, asesoran en temas políticos de importancia, como la redefinición de la línea autonómica del Gobierno, la querella sobre Banca Catalana, las alternativas en el problema de la OTAN o las actuales negociaciones para la concertación social.
El mecanismo que sustenta la intervención del gabinete viene dado por su capacidad para analizar todos y cada uno de los proyectos emanados de los ministerios. En la práctica, las propuestas de los departamentos pasan a la comisión de subsecretarios, y ésta, a la manera de un semáforo, conduce cada una de ellas a los índices verde o rojo, según que puedan ser tramitadas sin problemas o consideradas con especial atención. Paralelamente, el gabinete presidencial elabora informes respecto a la totalidad de los temas que van a Consejo de Ministros, amén de notas más cortas sobre otros muchos problemas o análisis de situación, todas ellas firmadas siempre por su autor.
El temor a Guerra
A diferencia de lo sucedido en etapas anteriores, el complejo de la Moncloa alberga ahora a un grupo de técnicos que trabajan al margen de los equipos existentes en cada departamento de la Administración. Algunas de esas personas constituyen, además, el canal para gestiones no oficiales; nunca el líder ugetista Nicolás Redondo había hablado tanto con los asesores económicos del gabinete, por ejemplo, como lo hizo en vísperas de las negociaciones para el pacto social. El engranaje se completa con un círculo de contactos en la Administración y en el grupo parlamentario del PSOE.Frente a la filosofía presidencialista que inspira el montaje de una infraestructura propia, las desconfianzas de los ministerios fueron evidentes desde el principio. Casi todos los hombres clave del gabinete son afiliados al partido socialista desde hace 15 o 20 años, están unidos por lazos de confianza personal con González o con Guerra -y a veces con los dos- y varios de ellos proceden de los gabinetes técnicos y comisiones coordinadoras que funcionaban en la ejecutiva federal del PSOE; por tanto, han estado muy vinculados al partido socialista, con lo que ello supone en cuanto a método de trabajo y fidelidades personales.
La desconfianza de muchos altos cargos se hizo patente desde el principio, así como los temores de que el gabinete fuera usado por Guerra como un arma de control. De ahí surgieron expresiones como Gobierno paralelo, superfuncionarios o incluso comisarios políticos para describir a los asesores presidenciales; acusaciones que Felipe González zanjó disminuyendo las expectativas y las dimensiones del gabinete, aunque conservó la estructura. "No se entiende cómo podían gobernar los presidentes anteriores sin un equipo que tamizara la información y valorase alternativas", comentó en Consejo de Ministros, para detener las reticencias hacia la existencia del órgano asesor.
El gabinete ha acentuado su discreción y no ha protestado por lo precario de sus medios. A falta de infraestructuras más completas, sus miembros utilizan contactos y experiencia. En cada una de las áreas en que están divididos, analizan los proyectos legislativos, asesoran respecto a su grado de urgencia, aconsejan respecto a la forma que deben revestir (ley, decreto-ley, decreto), piden datos a los ministerios y en ciertos casos ofrecen alternativas distintas a las presentadas por un determinado departamento.
Problemas con Boyer
La intervención de la fontanería de la Moncloa ha supuesto menos escándalos o enfrentamientos de los que inicialmente temían los equipos de cada ministerio, en función del apoyo presidencial. Sin embargo, ciertas batallas han reflejado las pésimas relaciones existentes en el Gobierno entre el vicepresidente, Alfonso Guerra, y el superministro económico, Miguel Boyer, amén de otras tensiones menos importantes.Así, el cuadro macroeconómico estudiado en el Consejo de Ministros del pasado día 11 llegó a manos de los asesores del presidente a las 9 de la noche de la víspera de la reunión, con el consiguiente enfado de los monclovitas. También han existido roces entre el área de Exteriores, cuyo jefe es el diplomático Juan Antonio Yáñez, y el departamento ministerial que dirige Fernando Morán. En el resto de los casos, ninguno de los ministerios afectados por una confrontación interna ha hecho algo más que buscar una transacción.
De todos los trabajos del gabinete se confeccionan dos ejemplares, uno para Felipe González y el otro destinado a Alfonso Guerra; es decir, la información es común para el presidente y el vicepresidente. Los hombres del gabinete admiten que Alfonso Guerra está más volcado en el trabajo de despacho que el presidente, y por tanto, el grado de integración con aquel es más estrecho. Eso no quiere decir que Felipe González prescinda de los asesores: lee prácticamente toda su producción, y si hay datos controvertidos con los facilitados por los ministerios acostumbra a pedir explicaciones.
Cosa distinta es que Felipe González acepte siempre las recomendaciones de los asesores. En materia económica, por ejemplo, la confianza de Felipe González en Miguel Boyer ha limitado el papel del gabinete a un contraste de los planteamientos ofrecidos por aquél. Por otra parte, no todos los asesores tienen el mismo nivel de relación con el presidente: Francisco Fernández Marugán (economía) y el ya mencionado Juan Antonio Yáñez (exteriores) hablan con Felipe González de manera más frecuente que otros jefes del gabinete.
Los asesores no acuden a las reuniones del Consejo de Ministros, a diferencia del portavoz del Ejecutivo, Eduardo Sotillos, quien se sienta habitualmente en la mesa del Consejo. Miembros del gabinete presidencial tienen acceso, en cambio, a los dos principales organismos interministeriales que existen en la Administración: la Comisión Delegada para Asuntos Autonómicos, presidida por Alfonso Guerra, y la de Asuntos Económicos, que preside Miguel Boyer.
"¿Qué hace éste aquí?"
La primera vez que el superministro económico vio entre los reunidos a Francisco Fernández Marugán, jefe de los asesores económicos de la Moncloa, no pudo reprimir una pregunta en voz alta: "¿Y éste qué hace aquí?". Fue el prólogo a las relaciones, intermitentemente tensas, mantenidas desde entonces entre el gabinete y el Ministerio de Economía y Hacienda. Tampoco han sido desdeñables las tensiones en el seno de la Comisión de Política Autonómica, escenario de confrontaciones respecto al déficit originado por el funcionamiento de las comunidades autonómas.Muy lejos de las pretensiones iniciales ha quedado la llamada línea caliente, iniciativa del propio Felipe González, quien proyectaba crear un órgano en la Moncloa para atender directamente las llamadas de los ciudadanos. En la práctica se ha transformado en una secretaría, que se ocupa de la voluminosa correspondencia que llega al palacio. Las 24 personas que integran este servicio -orgánicamente adscritas al gabinete presidencial-, dirigidas por Cristina Pabón, despacharon más de 20.000 cartas en el primer semestre de este año.
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