El caza
Que cinco ministros europeos, gentes con carrera y en edad madura, se reúnan en Madrid para decidir cómo será el caza europeo del futuro es tan noticia como la del caza en sí. Podían haberse puesto de acuerdo por teléfono o mediante claves cifradas o transmitiéndose los embajadores mensajes boca-oreja, oreja-boca. Pero no, se decide la reunión en Madrid como una señal, es decir, como un elemento lingüístico que trata de ofrecer al público la especial significación del acontecimiento. La reunión también puede ser contemplada como una aportación europea a la movida, y más concretamente, a la exposición Madrid, Madrid, Madrid. Desde esta creencia, que se relaman los movidos ante un inmediato futuro de panmadrileñismo enriquecido con vitaminas europeas.La señal nos indica que el avión europeo es algo más que un avión. Volará, como todos los aviones, y ametrallará como todos los aviones de guerra, pero algo tendrá que lo distinga de tantos y tantos cazas que en el mundo han sido y son. El caza pactado en Madrid tiene el imperativo moral categórico de ser europeo, europeo cazi ná, y esa europeidad ha de traducirse tanto en la forma de la cosa como en su contenido e intención. Es decir, desde los diseñadores hasta los ametralladores han de ser conscientes de la europeidad de lo que tienen entre manos, o más correcto sería llamarle poseuropeidad, porque también Europa está en la posdata de su historia.
Este caza, lo presiento, abrirá en los cielos los primeros surcos de la tercera vía, y más que matar enemigos se dedicará a patrullar con la ametralladora fláccida. A la manera de los bobbies británicos, vigilará nuestras azoteas, sean de renta limitada o ilimitada, y ayudará a cruzar de nube a nube a los ángeles ciegos o lisiados de distinta condición. Será un caza amarillo pintado por la imaginación de todos los niños de un cantón suizo y arrojará chupachups carmesís sobre el público congregado en la fiesta del PCE y ligas de mujer en las concentraciones gay de Brighton. Cinco hombres buenos, lo veo en su cara, se han reunido en Madrid para hacer un avión bueno, de esos que todos conducimos haciendo brum, brum, brummmmm.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.