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Prohibido ser humano

En cierta ocasión, un tirador español de pistola competía sin grandes presiones. Ya había efectuado nueve disparos y sólo le quedaba uno para acabar el concurso. Se le ocurrió mirar el blanco con los prismáticos para precisar la puntuación que llevaba. Había hecho nueve dieces. El siguiente disparo fue al seis. En este deporte sentir las sensaciones humanas supone fracasar.El blanco es del tamaño de una peseta en las modalidades de pistola o carabina y de pocos centímetros en las de plato, porque éste sale horizontal y hay que acertar normalmente a 50 metros de distancia. A veces, tan rápido que la cadencia de disparos es inferior a un segundo.

Cuando se llevan nueve dieces de nueve tiros o 199 platos rotos de 199 lanzados, las situaciones se tornan límites. Llega el fallo porque en ese momento el hombre deja de ser máquina y la pistola o la escopeta una prolongación de su brazo. El corazón se sale de la caja. La medalla se pierde porque ha habido alguien que fue capaz de no sentir una sensación tan humana como la emoción. Y por ser precisamente humano ese tirador que falló, luego dirán que es un manta.

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