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La 'Operación Atocha' una exposición a hurtadillas

A hurtadillas, como si se tratase de un expediente administrativo de relleno -que no hay más remedio que cumplir, sí, pero con desgana- se acaba de inaugurar la exposición titulada Operación Atocha. Una estación para Madrid, que reúne los planos y maquetas presentados al concurso de ideas convocado al efecto y cuyo fallo desconcertante se hizo público, creo recordar, hace un par de meses.Reconocerán conmigo que abrir una muestra a comienzos del mes de julio, casi por sorpresa, pues a casi ninguno de los asistentes a la inauguración -muy pocos- nos había llegado invitación alguna, y mantenerla abierta sólo nueve días, tal y como ha ocurrido con esta que ahora se exhibe en la segunda planta del Cuartel del Conde-Duque, no demuestra excesivo entusiasmo por difundir su contenido.

Si, además, se confirma el rumor, que parece el procedimiento de comunicación elegido en este asunto, de que el consiguiente de bate público, fundamental en este tipo de propuestas, se celebrará casi a fines de mes, en el Círculo de Bellas Artes, días después de haberse clausurado la exposición de marras, no parece, en efecto, que cunda aquí el frenesí propagandístico. Del cuento de hadas al astracán ¿Cómo es posible, sin embargo, que algo cuyo enunciado contiene las palabras Operación Atocha -esto es, operación en un centro neurálgico de la capital-, Estación de Ferrocarril y Madr¡d se trate con semejante improvisación displicente, casi clandestinamente? ¿Qué tiene que ver esto con lo que hace un par de años hizo precisamente la Oficina Municipal del Plan del Ayuntamiento de Madrid con la exposición internacional de Arquitectura de Berlín Iba'84, que se exhibió en el propio Cuartel del Conde-Duque, acompañada justamente del boato y la fanfarria que se merecía? ¿O es que aquello que nos parece ejemplar para los, alemanes a nosotros nos provoca el rubor, quizá, porque no es lo mismo "la recuperación del centro de la ciudad de Berlín" que una intervención urbanística trascendental en el corazón de Madrid?

En realidad, a estas alturas y con las cosas entrevistas, no sé por qué me hago falsas preguntas, cuando lo propio es hacerse cruces. Aunque ya se han publicado algunas cosas, permítanme ponerles en antecedentes, haciendo un rápido recorrido por una historia que empezó como un cuento de hadas y está acabando como un astracán. Punto primero: en el Plan Especial de Madrid se preveía una operación de envergadura, que. debía transformar la vieja estación de ferrocarril de Atocha en un complejo y monumental nudo de comunicaciones con capacidad para -sin destruir la tradicional marquesina- albergar sendas estaciones para trenes de largo y corto recorrido, terminal de autobuses, metro, etcétera. Punto segundo: el lugar para esta vasta remodelación tiene como escenario Atocha, zona actualmente destrozada, pero que es el coronamiento del Salón de los Prados, quizá uno de los centros histórico-monumentales de más interés del urbanismo histórico de la capital. Punto tercero: para emprender la empresa propuesta hacía falta que colaboraran al menos cuatro departamentos diferentes de la Administración, con lo que esto significa de extraordinario embrollo a priori.

Desechada la primera solución prevista, pues, como acabamos de señalar, el tema era, en principio, complejísimo, se adopta el buen criterio de convocar un concurso de ideas selectivo, al que se invita a participar a unos cuantos equipos de ingenieros y arquitectos de reconocido prestigio. Esta iniciativa, así como la creación de una comisión interdepartamental, que debía seguir todo el proceso y, en su momento, fallar razonadamente el concurso de ideas, creó unas expectativas óptimas en la opinión pública, que no estaba acostumbrada a actuaciones tan impecables dentro de nuestra Administración.

Macedonia de proyectos

Pero hete aquí que, cuando uno estaba ya más predispuesto al aplauso, repentinamente el cielo se ensombrece y se suceden las acciones y declaraciones más in comprensibles, hasta llegar a la negra oscuridad en la que nos encontramos. Por de pronto, el anuncio del fallo del concurso comienza a retrasarse, no sin que se hagan declaraciones precautorias, en las que se insinúa la posibilidad de convertir la solución definitiva en una especie de macedonia con trozos de cada proyecto presentado. Esto ya de por sí nos asustó a quienes no confiamos en la aplicación de principios culinarios para el urbanismo, pero nuestra desconfianza inicial se está volviendo manifiesto rechazo al hilo de los acontecimientos. Por una parte, no sólo la publicación del fallo del concurso era una confusa teorización en pro de la ensalada de proyectos, cuyo eventual mal aliño suele de terminar, según el criterio del dueño de la casa, que se acabe comiendo un par de huevos fritos -léase: que la Administración haga lo que quiera a través de cualquier dócil consulting-, sino también, por otra, se comienza a dificultar, con métodos no por eficaces menos pueriles, un auténtico debate público sobre una cuestión vital para los ciudadanos de Madrid. Y me remito a las circunstancias de la presente exposición semiclandestina, acompañada por un birrioso folleto y montada de tal forma que ni un especialista pueda calibrar las cualidades singulares de cada proyecto, que aparecen artificialmente homogeneizados, un poco como diciendo: "¡Total, qué más da! Con lechuga y tomate, ¿qué mejor que una ensalada mixta?"

Personalmente, esta frivolidad en el tratamiento de cuestiones tan graves, si es que sólo se trata de un mal espectáculo, me resulta insufrible. Hay algo, no obstante, que al visitante azaroso de la exposición no se le escapa, a pesar de las trabas puestas, y es la trascendencia de lo que allí se está poniendo en juego. Cinco proyectos, firmados por la flor y nata de los profesionales españoles, e incidiendo sobre una herida abierta en el corazón de Madrid, no sólo no deben ser pasados por la turmix, sino exhibidos a pleno sol, ampliamente razonados y debatidos y, en fin, explicados y difundidos de la mejor manera entre todos los ciudadanos de Madrid, que son a la postre los sujetos pacientes. ¿Se hará la luz? Yo creo que estamos todavía a tiempo.

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