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Reportaje:

Los árabes consideran trascendentales las elecciones israelíes

Principal rival militar de Israel y frecuente portavoz de los árabes radicales, Siria considera, según declaró a este diario en mayo su ministro de Asuntos Exteriores, Faruk al Charah, que, la experiencia de la política que pusieron en obra cuando estaban en el poder demuestra que "entre el Likud y los laboristas no hay diferencias de fondo, sino de forma", porque estos últimos "son más inteligentes" y, por tanto, más peligrosos.¿Considera, pues, Damasco que el mantenimiento en el poder en Tel Aviv de una derecha intransigente sirve mejor sus intereses? La respuesta es afirmativa si se le pregunta a Gabi Ben Dor, investigador del Centro de Estudios Estratégicos de la universidad de Tel Aviv-Jaffa, que opina que la aceptación en vísperas electorales del reciente intercambio de prisioneros de guerra sirio-israelíes por parte del régimen baasista pone de relieve que "los sirios no desean una victoria de los laboristas, porque ésta pondría en marcha una iniciativa conjunta norteamericano-israelí para resolver el problema palestino mediante un acuerdo con Jordania que marginaría a Damasco".

¿Aceptará el rey Hussein de Jordania, como parece temerlo Siria, las ofertas públicas de negociación que en cada uno de sus mítines electorales reitera Shimon Peres, el líder del laborismo israelí? El monarca hachemita ha repetido hasta la saciedad que nunca iniciará conversaciones de paz sin un mandato explícito de los palestinos; pero de todos los dirigentes árabes que no han firmado la paz con el Estado israelí, Hussein es el único que se atreve a reconocer públicamente que un triunfo de la izquierda "significaría que se ha producido un cambio en la opinión pública israelí, y esto puede ser un inicio alentador". A renglón seguido, tanto el soberano como sus ministros matizan, sin embargo, su optimismo, recordando que durante tres décadas los laboristas estuvieron en el poder y son, por tanto, responsables del desencadenamiento en 1967 de la guerra de los seis días, que privó a los árabes de Cisjordania y Gaza, hasta ahora ocupadas.

"La diferencia entre los unos y los otros", afirma Leila Sharaf, portavoz del Gobierno jordano, "consiste en que mientras el Likud vocifera al anunciar la creación de 10 nuevos asentamientos israelíes en los territorios ocupados, de los que sólo puede, en definitiva, edificar dos por falta de presupuesto, los laboristas se limitaron en su día a señalar discretamente la construcción de dos nuevos núcleos de población israelí cuando en realidad desbloqueaban créditos para erigir una decena".

Nunca Amman ha seguido tan de cerca la campaña electoral en su vecino del Oeste, hasta el punto, según la agencia Palestine Press Service (PPS), de Jerusalén Este, "de haber alentado a los árabes israelíes (650.000 ciudadanos con derecho a voto) a constituir su propia lista independiente en vez de integrarse, como acostumbraban a hacer, en los partidos existentes".

Tradicionalmente, el Rakah (partido comunista israelí) y los laboristas se repartían los sufragios de los votantes árabes; pero, desde que, a finales de junio, el Tribunal Supremo invalidó una decisión de la comisión electoral central, les ha surgido un serio competidor: la lista Progresista por la Paz, encabezada por un abogado árabe de Haifa, Mohamed Miari, y cuyos aspirantes a diputados son palestinos en un 50%.

Candidatos palestinos

"Es la primera vez que los palestinos de Israel se presentan por sí solos", explica orgulloso Miari, que asegura también "no ver diferencias dignas de atención entre el Likud y los laboristas, porque ambos se oponen a la fundación de un Estado palestino, y nosotros, en cambio, preconizamos su creación al lado de Israel".El cabeza de lista judeo-árabe, que espera conseguir entre tres y cinco escaños en la Kneset sobre un total de 720, señala que "el presidente de la OLP, Yasir Arafat, ha analizado la constitución de esta candidatura como un giro muy importante de la situación política israelí".

Pero hasta ahora el máximo líder palestino se ha abstenido de hacer cualquier comentario favorable a su presentación y, curiosamente, la radio de la OLP, que emite desde Bagdad, ha pedido, como suele ser su costumbre de cara a los comicios en Israel, a los árabes con nacionalidad israelí que otorguen sus votos al Rakalí, que aboga por la creación de un Estado mixto, laico y democrático en el que convivirían judíos israelíes, palestinos, musulmanes y cristianos.

El llamamiento de la radio fue, sin embargo, anterior a la autorización concedida a la lista progresista para concurrir, y, según fuentes palestinas, una modificación a última hora de las directivas podría aún producirse, aunque en otros círculos allegados a Arafat se suponía que el líder omitiría brindarle su apoyo público para no perjudicarle ante la opinión pública israelí.

Además de los Progresistas por la Paz, el primer ministro de Defensa de Menájem Beguin, Ezer Weizman, parece también, paradójicamente, poder atraer a su recién fundado partido Yalíad (centrista-liberal) el voto palestino, a juzgar por la afluencia sin precedentes para un partido exclusivamente israelí de 10.000 arabes que asistieron a su mitin a principios de mes y los aplausos que cosechó cuando prometió obrar para conseguir "la igualdad de derechos entre judíos y árabes del Estado de Israel".

Política de guante blanco

Cuando se le pregunta públicamente a Arafat cuál de las dos grandes coaliciones prefiere ver gobernar, el jefe de la resistencia rehúsa pronunciarse, limitándose a contestar con su habitual sonrisa que su candidato es la paz, que ni Shamir ni Peres encarnan "porque ambos hacen la misma política, aunque los laboristas suelen ponerse guantes blancos para aplicarla acaso con mayor suavidad".En privado, sin embargo, Arafat ha expresado sus reservas ante los tres últimos atentados perpetrados esta primavera en Israel por los grupos marxistas de la OLP, porque, reconoce, asustan a un electorado que puede reaccionar depositando en las urnas papeletas del Likud o de formaciones aún más extremistas y antipalestinas.

Por haber soportado durante una década la ocupación de un ejército a las órdenes de un gabinete laborista y durante otros siete años de un gobierno Likud, los 1,3 millones de habitantes de Cisjordania y Gaza sí establecen diferencias, aunque pequeñas, entre los unos y los otros, a pesar de no tener derecho al voto, según puso de relieve la pasada primavera una encuesta de la agencia PPS.

Aquellas personalidades cisjordanas que, como Mahmud Abu Zulof, redactor jefe del diario Al Ods, de Jerusalén, conservan fuertes lazos con Jordania son las que suelen opinar que un retorno de los laboristas "favorecería el proceso de paz", mientras otros responsables locales moderados y mayoritarios, como los alcaldes de Hebrón y El Bireh, destituidos por las autoridades de ocupación, Mustafá Natche e Ibrahim Tawil, consideran que "Shimon Peres está más predispuesto a un compromiso" o que "los palestinos del interior serán algo mejor tratados si vuelven los laboristas al poder".

Para los más radicales, sin embargo, identificados como Bassam Chakaa, alcalde depuesto de Nablusa, con el ala marxista de la OLP, la "desemejanza entre ambos partidos es meramente táctica", e incluso, sostiene el director de teatro Ahmed Abu Salum, "los laboristas son más peligrosos, porque ahondan las divisiones entre palestinos y consolidan los acuerdos de Camp David", firmados en 1979 entre Egipto e Israel.

Esta consolidación que conllevaría un éxito laborista es esperada con impaciencia por un gobierno egipcio deseoso de demostrar a los árabes que gracias a su estrategia de paz ha conseguido arrancar a Israel parcelas de libertad y soberanía para los palestinos residentes en los territorios ocupados, cuyo estatuto de autonomía ha dejado de ser discutido desde hace años por los dos países firmantes del tratado.

Tras evitar pronunciarse, bajo el pretexto de no interferir en el proceso electoral israelí, sobre un cambio de gobierno en Tel Aviv, Kamal Hasan Alí, ministro egipcio de Asuntos Exteriores, acabó reconociendo ante este corresponsal que "un relevo de poder tanto en Israel como en Siria nos facilitaría mucho las cosas". "Cuando, después de los comicios, el panorama esté despejado", concluyó, "habrá que sentarse de nuevo en torno a una mesa de negociaciones".

De cara a esta posible victoria laborista, los responsables egipcios han mantenido ya sus primeros contactos con la actual oposición israelí. Al recibir en abril a Aba Eban, antiguo y acaso también futuro ministro israelí de Asuntos Exteriores, el presidente Hosni Mubarak le dio claramente a entender que "esperaba que en la segunda mitad del año se tomasen iniciativas que descongelasen la situación", según reveló el político judío a su salida del palacio presidencial.

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