El restablecimiento de relaciones plenas entre El Cairo y Moscú tendrá repercusiones limitadas
El restablecimiento de relaciones diplomáticas a nivel de embajadores -cuyo intercambio está previsto para el próximo mes de agosto- entre El Cairo y Moscú tendrá repercusiones limitadas sobre el estado actual de las relaciones egipcio-soviéticas, estimaron ayer medios diplomático de la capital egipcia consultados por la agencia France Presse.
Egipto depende demasiado de la ayuda civil y militar de Estados Unidos, y resulta inconcebible que sus dirigentes modifiquen radicalmente sus relaciones con la URSS, precisan las mismas fuentes. El propio presidente egipcio Hosni Mubarak, indican fuentes egipcias, ha querido minimizar el alcance del restablecimiento de estas relaciones, con objeto de no incomodar al presidente norteamericano, Ronald Reagan.Esa es la razón por la que Mubarak encargó hace ya una semana a su consejero para asuntos Políticos, Ussama el Baz, que relativizara el alcance del acontecimiento en la prensa internacional. Ussama dijo el pasado jueves, en una conferencia de prensa, que el próximo intercambio de embajadores entre los dos países "forma parte de la política de no alineamiento y de buenas relaciones que Egipto mantiene con todos los países, independientemente de su adscripción ideológica. El regreso de los embajadores, añadió, es un paso hacia la normalización, pero no debería dársele más importancia".
Dos años sin relaciones
El anuncio oficial de la reanudación de relaciones diplomáticas, hecho el sábado, implica, sin embargo, el inicio de una nueva etapa que pone fin a la ruptura consumada cuando el ex-presidente Anuar el Sadat expulsó al embajador soviético de El Cairo, en septiembre de 1981, bajo la acusación de que se había dedicado a fomentar problemas en Egipto.La decisión de Sadat, que murió asesinado un mes después de haberla adoptado, marcó el punto culminante de una década de relaciones tormentosas con el Kremlin, principal fuente de ayuda militar y civil de Egipto durante los años cincuenta y sesenta, bajo la presidencia de Gamal Abdel Nasser.
En medio de diversas disputas económicas y políticas, Sadat expulsó, en 1972, a 17.000 asesores militares soviéticos, a los que previamente había calificado de fuera rusa de ocupación, y se volvió en busca de ayuda militar hacia Estados Unidos. La alianza egipcio-soviética llegó al colapso, cuando Sadat firmó los acuerdos de paz con Israel, promovidos por EE UU, en 1978.
En los años setenta, Egipto dejó de pagar su deuda a la URSS, estimada en 15.000 millones de dólares. En 1976, ignorando un Tratado de amistad y cooperación de 1981, Sadat suspendió el uso de facilidades por parte de buques y aviones soviéticos en Egipto. Tras el asesinato de Sadat por extremistas musulmanes, en 1981, Mubarak accedió al poder y los dos antiguos aliados volvieron a aproximarse lentamente.
El nuevo presidente egipcio pidió que los expertos soviéticos reanudaran su trabajo en la presa de Asuán, y el comercio entre ambos países inició un periodo de crecimiento. El, pasado mes de abril, Vladimir Polyakov, el embajador soviético expulsado por Sadat en 1981, visitó El Cairo durante cinco días, en su nueva condición del jefe del departamento de Oriente Medio del Ministerio soviético de Asuntos Exteriores.
Todo este proceso ha ido acompañado de una insistencia constante, por parte de las autoridades egipcias, en el deseo de mantener su alianza actual con EE UU, que el año pasado concedió a Egipto ayuda civil y militar por un total de 2.250 millones de dólares. Dicha cifra convierte a este país norteafricano en el segundo del mundo más favorecido por la ayuda de Washington, después de Israel.
Fuentes oficiosas indicaron en El Cairo que se espera que el intercambio de embajadores tenga lugar hacia primeros de agosto. Egipto ha designado para el cargo a Salah Basiuni, un veterano de Asuntos Exteriores. El Kremlin ha nombrado nuevo embajador en El Cairo a un diplomático de carrera llamado Alexander Bologonov.
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