Guatemala registra la mayor movilización electoral de la historia del país
Guatemala registró ayer la mayor movilización electoral de su historia, en abierto contraste con la apatía que predominó a lo largo de la campaña. El mecanismo del voto obligatorio, con su secuela de represalias contra los abstencionistas, funcionó esta vez con eficacia. Para las cuatro de la madrugada se habían formado ya largas colas ante los centros de votación, que no abrían sus puertas hasta las siete. La maquinaria electoral funcionó con un orden aceptable, a pesar de la lentitud en la verificación de las cédulas.
Los mayores problemas se produjeron en la capital, a causa de la escasez de transportes públicos. Muchos empresarios de autobuses decidieron mantener sus vehículos en los garajes, debido a la orden dictada por la alcaldía para que dieran servicio gratuito. La compensación económica acordada por el ayuntamiento les pareció insuficiente.El ejército movilizó a más de 10.000 efectivos para garantizar el orden en todo el país. Hasta el mediodía no se tenían noticias de incidentes armados. Las guerrillas, profundamente divididas y debilitadas durante los dos últimos años por la acción implacable de las fuerzas armadas, no dieron señales de vida durante la jornada electoral.
El portavoz del ejército, coronel Djalma Domínguez, declaró el sábado que las fuerzas armadas mantendrían una estricta neutralidad durante todo el proceso. Hizo hincapié en que esta vez no había ni partidos oficiales al estilo del pasado ni candidatos castrenses.
Para evitar posibles suspicacias de presiones militares sobre los votantes dijo que el alto mando había decidido aplicar una estrategia de seguridad lejana, evitando la presencia de uniformes cerca de los colegios electorales.
Ratificar en el cargo
El presidente, general Óscar Mejía, ha reiterado, por su parte, que el ejército es el patrocinador de la apertura democrática guatemalteca y que, en consecuencia, respetará rigurosamente la voluntad popular. Ha afirmado que él no será candidato en las próximas elecciones presidenciales ni aceptará que la Asamblea constituyente elegida ayer le ratifique en su cargo, al que accedió por un golpe militar el 8 de agosto del año pasado.
Un total de 1. 179 candidatos. de 17 partidos compitieron ayer por los 88 escaños de la Asamblea, 23 de los cuales se eligen por lista nacional y los 65 restantes por circunscripciones departamentales.
En ambos casos se aplica un sistema rigurosamente proporcional.
La elección de ayer es el primer paso hacia la institucionalidad democrática tras el golpe de Estado de 1982. Todos los partidos participantes (5 de centro y 12 de derecha y extrema derecha) están convencidos de que la nueva Constitución estará. elaborada antes de que termine el año, de forma que el próximo mes de marzo puedan celebrarse las elecciones presidenciales. Ésta será la auténtica piedra de toque para saber si el Ejército está decidido a regresar a los cuarteles.
. Incluso los partidos de la derecha mantienen cierta desconfianza; no en balde todos los presidentes que se han sucedido desde 1921po r golpes de Estado o elecciones, casi siempre fraudulentas, han sido militares, con sólo dos excepciones.
La presión de Estados Unidos y la empresa privada favorecen la entrega del poder a los civiles, aunque sólo sea para dar al sistema una fachada democrática que rompa el aislamiento internacional de los últimos años. La economía ha conocido una grave recesión que los militares son incapaces de frenar.
La deuda externa es todavía manejable, ya que sus obligaciones comprometen sólo un tercio de las exportaciones, pero el país ha sufrido en los dos últimos años un crecimiento negativo de seis puntos. La mitad de la población activa (2,5 millones de personas) está en paro o subempleada.
A pesar de ser el país centroamericano de más sólida economía, los problemas. sociales son de tal gravedad que dejan al futuro Gobierno electo con un escaso margen de maniobra. La mitad de la población es. analfabeta, el índice de mortalidad infantil está entre los más altos de América y la mayoría de los campesinos debe alimentar familias de hasta ocho personas con ingresos diarios que no llegan a las 500 pesetas.
Las violaciones de los derechos humanos se han recrudecido en los meses últimos. Las madres de 40 desaparecidos relataron el sábado historias que forman ya parte de la costumbre política en Guatemala. Estudiantes, maestros, sindicalistas o trabajadores bancarios desaparecen en el trayecto de su casa al trabajo sin dejar rastro y sin que la policía sepa nunca nada.
Los coches sin matricular, ocupados por personas fuertemente armadas, han reaparecido en la capital. Los recursos de hábeas corpus y la peregrinación por los centros policiales no surten efecto, a pesar de que casi todos los familiares de las víctimas están convencidos de que los secuestradores son policías camuflados de civiles.
Estas madres fueron también ayer a votar por temor a represalias, "aunque todo esto es una mentira" según declaran. Un indígena que hacía cola en Chimaltenango, a 55 kilómetros de la capital, desde la una de la madrugada, trazó una gran cruz sobre toda la papeleta, anulando así su voto, pero se fue feliz porque los soldados no podrán reprocharle nada: en su cédula tenía, el sello de haber votado.
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