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Natta aseguró a los líderes del PCI que no desea convertirse en secretario general vitalicio

Juan Arias

Quienes en los días pasados no han ahorrado palabras críticas y mordaces contra el nuevo secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI), Alessandro Natta, empiezan ya a arrepentirse. Su primer gesto ha sido espectacular: ha hecho publicar en el diario L'Unitá órgano oficial del partido, todo lo que ocurrió en el cónclave que lo eligió como sucesor de Enrico Berlinguer, con pelos y señales, con nombres y cifras, hasta con los comentarios secretos. Gracias a esta publicación se ha sabido que Natta aseguró en un discurso, minutos después de su elección, que no desea ser "un secretario vitalicio".

Se ha descubierto también que el nuevo secretario general del PCI dijo tras su nombramiento que uno de los papeles más importantes de un secretario es "la preparación de los sucesores"; que en el partido hace falta "una unidad con voces distintas"; que es necesario implantar "una concepción menos solemne, más laica, del papel del secretario", y que hay que dar mayor importancia "al conjunto de las voces, de las inteligencias, de las personalidades del grupo dirigente".

Un artículo 'no oficial'

Se trata de un artículo no oficial, sólo firmado por un redactor del diario. "Leyéndolo, no podía creerlo", dijo ayer a EL PAÍS Valentino Parlato, director de Il Manifesto, y añadió: "Es algo completamente nuevo e inédito en el Partido Comunista Italiano. Mucho me temo que tendremos que comemos más de uno de los juicios precipitados que hemos dado de Natta". Otros han comentado que el nuevo secretario podría ya pasar a la historia por este solo gesto, como afirmó ayer Repubblica.En su pueblo natal, que es Oneglia, en Liguria, formado por un puñado de fábricas pobladas por comunistas a la antigua, aseguran que Natta ya había decidido jubilarse de la política y retirarse a vivir allí con su familia. Y ahora que de repente le han visto renacer como sucesor del gran Berlinguer, no pueden creerlo y han llegado a decir a quienes hablan de secretario de transición que podría resultar una sorpresa. Lo comparan con el papa Juan, a quien se le atribuía también un papado pasajero y acabó siendo el Papa más revolucionario de los últimos tiempos, con la proclamación del Concilio Vaticano II. Los mismos comunistas dicen que en realidad de Natta se sabe muy poco. En esto se parecía a Berlinguer. Era reservado, celoso de su vida privada, nada propenso a protagonismos, un comunista a la sombra, la espalda de Togliatti, Longo y Berlinguer.

En estos días, sus adversarios no han sido blandos con él. Le han apellidado el asaltador porque dicen que sabe sólo acabar los caminos que otros empiezan Giampaolo Pansa le ha definido en Repubblica como "un comunista de plomo que vuela a ras de tierra". El diario anticomunista Il Giornale le apellidaba ayer "un hombre sin carisma, cero en fantasía, un plebeyo, hijo de un carnicero".

No 'nació' comunista

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Lo cierto es que Alessandro Natta no nació comunista, como tampoco Berlinguer, ambos hijos de socialistas. Su esposa, Adele, es hija de un médico muy católico, y que ambos se casaron por la Iglesia. Y Natta, como Berlinguer, ha respetado siempre la fe de su mujer y de su única hija, que es doctora en Astronomía.Alessandro, o Sandro, como le llaman, es el hermano menor de seis hijos. Sus padres le hicieron estudiar en la prestigiosa Universidad de la Normal de Pisa, donde se licenció con el número uno. Resultó un latinista enamorado de Cicerán y de Horacio. Su amor por las citas en latín le hicíeron famoso, y por eso le llaman el profesor. Entró en el partido comunista tras haber estado en dos campos de concentración alemanes por haberse negado a combatir a favor del nazismo.

En el partido lo descubrió Togliatti, junto con Berlinguer, que tenía cuatro años menos que él. Y desde entonces Natta fue un fiel seguidor de la doctrina togliattiana. El único libro que ha publicado fue precisamente sobre Togliatti.

Lo que nadie niega a Natta, incluso sus mayores adversarios, es su limpieza de vida, su austeridad de costumbres, su carácter alegre y malhumorado a la vez. Dicen que en esto es más parecido a Pertini que a Berlinguer. Y sobre todo, no se parece a Berlinguer en una cosa: en sus gestos y en su locuacidad. Habla mucho y hace grandes movimientos con las manos, como si fueran aspas de un molino.

A Natta le gusta la sencillez, aunque su porte es más bien elegante. Prefiere el autobús al coche. Tampoco le gustan las famosas comidas de trabajo de los políticos.

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