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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La prevención, vía para la esperanza sobre el cáncer

El pasado 23 d e mayo, y por iniciativa de la Fundación Valgrande, se celebró en la Fundación Jiménez Díaz una mesa redonda bajo el título genérico de Las fundiaciones y la investigación de salud; la misma era una secuencia de los deseos manifestados en la 331 sesión del Comité de la Organización Mundial de la Salud (OMS), celebrada el pasado verano en Madrid.Propiamente se trataba de una mesa redonda en la que, aparte de otros objetivos, se pretendía contrastar el pensamiento de los especialistas sobre el futuro de la medicina social no en su aspecto organizativo, sino en su realidad práctica futura. Fue presidido el acto por el subsecretario de Sanidad, Pedro Sabando, actuando como moderador el rector magnífico de la universidad Complutense de Madrid, profesor Amador Schüller, siguiéndole un animado e interesante coloquio.

Atendidas las actividades desarrolladas durante toda mi vid profesional, tuve ocasión de ocuparme de Ideas básicas para la profilaxis tumoral frente al año 2000, y me parece oportuno el referir en la página médica de EL PAÍS cuáles fueron las líneas directrices de mi pensamiento, dado que el mismo puede interesar al público en general. Este deseo de popularizar conocimientos no sólo pretende darlos a conocer, sino que aspira a que, conocidos, la gente los haga suyos poniendo en práctica las normas que se pregonan.

Las causas del cáncer

Había motivos concretos para ocuparse del tema, puesto que en el documento de la OMS, en varios de sus 82 objetivos (9, 10, 42 y 43), se hace alusión directa al futuro desarrollo de la enfermedad cancerosa y en otros (49, 51, 52 y 79) se intenta disminuir sus posibles riesgos. La reunión de tales consejos higiénicos (que es la esencia del citado documento) merece un comentario médico, relativo a la problemática cancerológica, en el que se procure darle base científica. Ésta es la razón de mi actual comentario.

Quizá una de las ideas actuales más esperanzadoras es la relativa a los motivos de aparición a y desarrollo de los tumores malignos humanos; estas ideas que ahora alumbran conviene que sean conocidas y divulgadas. Hace sólo 30 años creíamos los oncólogos que la mayoría de los tumores respondía a causas orgánicas internas difíciles de individualizar; de ellas procedería el 85%-90% de los cánceres, con sólo un 5%-10% de origen ambiental. Esta propoción la sabemos hoy invertida, debiéndose a influjos externos el 90% de los tumores que padecemos.

Ha sido señalado por el director del Fox Cáncer Center de Filadelfia, A. G. Knox, que, dado el gran desarrollo químico industrial realizado en el mundo a partir de 1960, este hecho tendrá su reflejo sanitario a partir del año 1980, en base a una intensificación de la incidencia tumoral. Ambiente, hábitos alimenticios y de todo tipo, costumbres sociales todo, lo vamos extorsionando, de modo que de estímulos fisiológicos se transforman en motivación patológica. Los agentes ambientales presentan una especial característica, y es la lentitud de su acción y el que, una vez producido su efecto cancerígeno, éste sea irreversible. La cancerología experimental ha descubierto la diversa naturaleza de los agentes iniciadores y de los promotores, de cuya cópula nace el tumor.

Todas estas circunstancias ambientales es de temer que vayan acentuándose, en el correr de los años, como consecuencia de nuestro progresivo desarrollo industrial; por eso, conocidas, hay que buscarles su contrapunto Creemos, por eso, sinceramente que es muy útil hacer públicos nuestros temores para que se conciencie el pueblo. Nos enorgullecemos hoy día al señalar que la esperanza de vida aumenta en nuestra época, pero el hecho debe ser matizado. Es cierto que, en los países desarrollados, de 1940 a 1950 se dio un aumento del 0,53%, bajando este incremento a 0,15% en la década siguiente porcentaje que entre 1960 y 1970 sólo ha sido de 0,13%.

Ello quiere decir que nuestro estilo de vida y las circunstancias ambientales, al deteriorarse, van dando la razón a Knox, puesto que todos sabemos que la incidencia creciente de mortalidad deriva en gran parte de causas cardiacas, del cáncer y de los accidentes. Todo ello es consecuencia de que, mientras en los países subdesarrollados predominan las enfermedades infecciosas y en un momento posterior se consigue el control de las epidémicas, en los desarrollados dominan las metabólicas, degenerativas y las neoformativas.

El horizonte del año 2000

La tesis que defendimos en la mesa redonda que comentamos no fue la de saber qué incidencia tendrá la enfermedad cancerosa en el año 2000, sino qué debemos hacer para evitar que pase lo que los actuales augurios hacen temer.

A esta faceta del problema hemos dedicado y dedicamos nuestra actividad, por creer que es el mejor servicio que los científicos podemos prestar a la sociedad. En nuestro reciente libro Compendio de la doctrina cancerológica y de su problemática actual, editado por el Instituto Oncológico de Guipúzcoa, meditamos despacio todas las facetas de la enfermedad, y es nuestro propósito seguir haciéndolo, porque la gente debe saber que el problema del cáncer puede ser abordado desde tres perspectivas: la de prevención, la de curación y la de su tratamiento.

Dejo de lado el analizar los conceptos teóricos y experimentales que sirven de sustento a esta doctrina, deteniéndome tan sólo unos instantes en las nociones de aplicación práctica y en su posible planificación.

Existe un hecho básico, y es que la enfermedad cancerosa no aparece de modo súbito, sino que su desarrollo es muy lento se habla en algunas localizaciones de hasta 15-20 años. Durante este periodo ha que "ir a buscarlo en el enfermo", puesto que carece de síntomas; debe insistirse en esto, porque en su fase inicial el cáncer es tratable y culpable.

Es cierto que durante tal período preclínico se intenta interferir su desarrollo en base a normas higiénicas, como defensa del exagerado influjo solar, o supresión de determinados productos farmacológicos que la experiencia ha demostrado ser secundariamente carcinógenos (dietilbestrol), o se buscan sustancias capaces de reducir el aspecto oxidante intratisular, o bien se apartan aditivos alimenticios encuadrándose todos estos aspectos en la lucha y actuación sanitarias.

También se trabaja hoy día, con variado éxito, en impedir que se realicen las reacciones químicas que conducen a la cancerificación de los componentes celulares (formación de oncogenes) y cuya naturaleza es de carácter enzimático. Algunos éxitos experimentales son prometedores. Con todo ello se pretende bloquear la fase promotora de la enfermedad. Citamos estos estudios clínico experimentales como testimonio de los amplios horizontes futuros, algunos de los cuales pueden conseguir resultados prácticos y positivos.

Los controles de salud

Sin embargo, como de efecto más inmediato y práctico, hay que referirse al creciente desarrollo de los comúnmente denominados controles de salud. Se trata de la revisión voluntaria de personas que, sintiéndose sanas o con algún trastorno de escasa valoración, se someten a un estudio por especialistas. El desarrollo de esta práctica supone el arma más poderosa de que actualmente se dispone para alcanzar a la enfermedad en su pura fase local, en la que es curable.

Tal actividad es ejercida por la medicina privada, pero ahora nos interesa analizar su desarrollo como actividad social. Los centros de control familiar creados por múltiples ayuntamientos cumplen parte de este cometido, pero personalmente conocemos cómo funcionan los centros de la Asociación Española contra el Cáncer, haciendo especial referencia a los de Madrid, Valencia y San Sebastián; existen otros (Sevilla, Málaga, Gerona, Asturias) de más reciente creación y que no por ello dejan de prestar un eficaz servicio social. Esta norma médica es especialmente útil en las más frecuentes localizaciones femeninas y ha conseguido disminuir la frecuencia de alguna de sus formas más temidas (útero), esperando que tendrá su reflejo futuro en las de la glándula mamaria y en parte de las masculinas.

Alguno de los centros citados realizan, por varios turnos de personal especializado, de 50 a 60 reconocimientos diarios. Éste es, a nuestro modo de ver, el enfoque futuro de la lucha contra la enfermedad que nos ocupa; se trata, en expresión lisa y llana, de quitarla de raíz..., porque no hay que olvidar que las raíces del cáncer son numerosas y temibles.

No pueden ocultarse las numerosas dificultades para el futuro desarrollo de esta norma, sobre todo derivadas del orden económico; de ello tuvimos ocasión de ocupamos en el sustancioso coloquio que siguió a la mesa redonda. Pero el camino está dicho, y las ideas citadas representan la vanguardia de una eficaz y amplia campaña sanitaria futura.

No debe cerrarse la esperanza a la aparición de drogas eficaces contra los tumores, porque la síntesis química está constantemente creando nuevos cuerpos, y algunos de ellos pueden dar en el blanco; sin embargo, el ataque a la enfermedad plenamente desarrollada es mucho más complejo que cuando se actúa sobre una pequeña zona de tejido enfermo.

Ignoro si habré podido reflejar en estos renglones lo que supuso la reunión que comentamos, pero puede afirmarse que en ella se reunieron expertos de las más variadas disciplinas, contrastando su saber y su experiencia en beneficio de la salud del pueblo en el año 2000, animados con la posible esperanza, expuesta en el citado documento de la OMS, de que "al menos cuatro personas sobre cinco declararán estar en buena salud en tal época" (objetivo 22).

Antonio Llombart Rodríguez es presidente del Instituto Valenciano de Oncología.

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