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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tecnología frente a superstición

UN SIMPOSIO celebrado recientemente en Madrid acerca del impacto de las nuevas técnicas -o tecnologías, si se prefiere el vocablo circulante- en la sociedad'española ha seguido en el tiempo al informe presentado por el grupo de trabajo de Tecnología, Crecimiento y Empleo (organismo creado en 1982) a la Conferencia de Londres de los países más industrializados -léase más ricos- de Occidente, los días 8 y 9 de este mes. El simposio abordó sobre todo las angustias filosóficas y las inquietudes culturales propias de la antigüedad humanista de nuestro país y de los resabios teológicos que hicieron un día que se autodefiniera como "reserva espiritual de Europa".Por acumulaciones históricas que sería largo reseñar, y que son del conocimiento de todos, España se ha configurado en tres aspectos esenciales que la enfrentan con la nueva situación: una confusiónentre ciencia y demonio, un exceso de mano de obra por su entrada tardía y dependiente en la sociedad industrial -la nueva tecnología de hace siglo y medio-, y un miedo justificado del individuo a perder su intimidad por la utilización de fuerzas que desconoce y que por su carestía sólo pueden ser usadas por el Estado o por grandes grupos de capital (por otros poderes). A esta preocupación popular se añade que el intelectual español usa profesionalmente medios de artesanía para difundirse entre el público y desconfia de los intermediarios que no conoce. El impacto de la técnica nueva en una sociedad como la española, a medias entre el desarrollo y el subdesarrollo y en trance de transformación, es psicológicamente agudo. Merece un esfuerzo continuo de adaptación.

En el informe de Londres, hecho -por ricos y para ricos, y para sociedades en las que el progreso industrial tiene una línea ascendente regular y tradicional, las alusiones a la apreciación de la dimensión humana del crecimiento técnico constituyen más bien un fondo permanente y no una preocupación esencial. Va sobre todo en busca de lo concreto. Sus siete puntos optimistas dicen que la tecnología puede: 1. Mejorar la productividad en las industrias maduras. 2. Desarrollar nuevos productos para la industria, el comercio y el consumidor. 3. "Hacer el trabajo menos tedioso y los puestos de trabajo más seguros". 4. Crear nuevos servicios (sobre todo por el uso de la informática) y ayudar a aumentar las oportunidades de empleo. 5. Multiplicar la eficacia de los recursos escasos, especialmente la energía, y ahorrar materias primas no abundantes. 6. Ofrecer soluciones a problemas de desnutrición y enfermedades. 7. Mejorar el ambiente.

Los obstáculos que señala son el de las dificultades que presenta el libre intercambio de tecnología por razones estratégicas (precisamente pesa ahora sobre España una amenaza de restricción al envío de tecnología para que no la difunda en países enemigos, y ha sido objeto de las conversaciones de Madrid con especialistas de Estados Unidos), y esa resistencia posible de la sociedad, sobre todo en cuanto se refiere al miedo a la pérdida de puestos de trabajo. Sobre estas bases generales, el informe de Londres acumula una serie de anejos: los progresos en la energía solar o fotovoltaica y la conversión de la energía solar en fotosíntesis y fotoquímica; la fusión termonuclear controláda; la tecnología alimenticia; la acuacultura; la exploración climatológica del espacio; los transportes terrestres de alta velocidad; la creación de viviendas y'de conjuntos urbanos; la robótica avanzada; las industrias de la naturaleza; la biotecnología; los nuevos materiales de ingeniería; la exploración del sistema solar; la fisica de la alta energía...

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El simple enunciado de esos campos de trabajo no deja de hacer aparecer el simposio de Madrid a la luz de un cierto arcaísmo, y algunas de las opiniones como más pertenecientes a la brujología que a la tecnología. Su limitación al campo de la cultura humanísticáparece además una falta de comprensión del fenómeno total. Pero debemos agradecerles a los organizadores y a los participantes que, siendo España lo que es, contribuyan por lo menos a un cierto barrido de las supersticiones que obstaculizan el desarrollo de la ciencia y de la tecnología.

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