Plácido Domingo, el artista hecho divo

Plácido Domingo prolongó la vida de Mario Cavaradossi, el desdichado protagonista masculino de Tosca, de Puccini. Por una parte, fueron muchos los minutos de ovación al cantante madrileño después del Adiós a la vida; por otra, ante tan largos aplausos, el pobre Mario tuvo que despedirse de la existencia por dos veces; quiere decirse, que Plácido repitió el célebre fragmento.Verdaderamente, un domingo en plenitud, dueño de bellos y poderosos medios, con esa su asombrosa facilidad y su irresistible mordente emocional, cantó y representó toda la obra en gran artista hecho divo. El público fue a la Zarzuela en busca de acontecimiento y Plácido Domingo le sirvió acontecimiento; hubo clima de tensión, en la escena como en la orquesta, y se alcanzaron unos niveles generales de primer orden.

La búlgara Ghena Dimitrova convenció a unos y venció a otros por la potencia y la densidad de color de su voz. Su Visi d'arte, en el acto segundo, marcó la culminación de cuanto hizo la cantante que, con sobrada razón, realiza una carrera de alto vuelo. Merece muchos aplausos y los mejores elogios el Scarpia de Vicente Sardinero; otorga cierto lirismo al cruel personaje como si quisiese arrancarle su único aspecto positivo: el apasionado amor por Floria Tosca.

Un director inteligente, estudioso y enamorado de la ópera como es Francisco Nieva, creó en 1981 unos escenarios que vuelve a utilizar ahora aunque haya renovado en una dirección perfeccionista la dramaturgia. En una obra como Tosca, especialmente en el acto segundo, queda patente el gusto de Nieva por el arte de Visconti y de su seguidor Zefirelli: no son malos antecedentes. La dirección musical de Luis Antonio García Navarro fue excelente, pues consiguió muy bello y matizado sonido de la orquesta y una línea de tensión lírico-dramática que no decayó ni un momento. Probablemente, la dirección de García Navarro ha sido, junto a la de Alberto Erede, la mejor de toda la temporada. Excelentes los coros que dirige José Pereda y la escolanía del maestro César Sánchez. Todos los intérpretes y directores recibieron al final, de la representación calurosas muestras de homenaje, especialmente expresivas para la soprano Dimitrova y, fuera de serie, para el tenor Plácido Domingo.