Las drogas y su despenalización
Tiene razón Fernando Savater cuando predica, en definitiva, la despenalización del tráfico de drogas.Conste ante todo, para eludir malentendidos, que soy radicalmente opuesto al consumo de toda clase de drogas: alcohol, tabaco, hachís -del que, como sabe, se alimenta el desdichadamente tan popular porro-, cocaína, heroína, etcétera. Todas ellas causan daño al organismo, a la mente y a la voluntad, y algunas, como el tabaco y el porro, no sólo a los de sus usuarios, sino también a los de quienes respiran junto a ellos.
Ahora bien, una cosa es ser "contrario a que se haga algo" y otra bien distinta es ser "partidario de que se prohíba hacer ese algo" e incluso de que se prohíba a través de los preceptos del Código Penal.
Yo creo, como Savater, que despenalizar las drogas tendría estas ventajas:
Primero. Al legalizarse su tráfico, quedarían sin objeto las mafias que si lo explotan es gracias, precisamente, a que está proscrito; con lo que el crimen organizado sufriría un rudo golpe.
Paralelamente cesaría la corrupción que en otros sectores sociales origina dicho crimen organizado, y de la que tenemos entre nosotros una reciente muestra, de plena actualidad, con el caso Bardellino, hoy sub judice.
De otro lado, los drogadictos, al encontrar su talismán a precio asequible, dejarían de convertirse en atracadores o en camellos, que buscan por la vía rápida ingresos fáciles con que sufragar el elevado coste de su vicio. Y la plaga de la delincuencia, de la inseguridad ciudadana, se aminoraría fuertemente.
Desde luego, el dinero negro del tráfico ilegal se blanquearía y, además, sería objeto de impuestos especiales, con todo lo cual aumentarían los ingresos del presupuesto del Estado.
Con esos ingresos, y con lo ahorrado en la persecución de mafiosos, corruptos y drogadictos, desesperados, sobrarían fondos para levantar una buena red nacional de recuperación (voluntaria) de drogodependencias.
Estas líneas, siguiendo a Savater y a otros, no procuran sino contribuir a que se inicien esa mentalización y ese debate. Porque, y vuelvo a lo mío, todos sabemos de memoria cómo en la época .de la prohibición en Estados Unidos, de un lado, se bebió más que nunca -incluso con el señuelo de lo clandestino-, y de otro, se encumbró Al Capone. Mientras no se demuestre lo contrario, las ventajas de lo que he propiciado bien claras creo que, por el contrario, están.-
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