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La 41ª edición de la Bienal de Venecia se abrió ayer como una reflexión sobre los limites del arte

Es la exposición internacional más antigua del mundo

Con la presencia del presidente de la Republica Italiana, Sandro Pertini, se acaba de inaugurar oficialmente el 10 de junio la 41ª edición de Bienal de Venecia, la exposición internacional de arte más antigua del mundo. Como en años anteriores, la bienal no se ha limitado a la exhibición de lo seleccionado en los correspondientes pabellones nacionales (33 en esta ocasión), sino que, simultáneamente, ha ofrecido un repertorio variado de exposiciones monográficas, que suponen una reflexión sobre las huellas del pasado y los límites del arte.

Entre estas exposiciones están las tituladas Arte en el espejo Arte, ambiente, escena; Homenaje a Music; Aperto-84; Las artes en Viena de la secesión a la caída del imperio de los Habsburgo, y Esculturas de Augusto Murer.La práctica totalidad de todas estas muestras, junto con otras que también se han abierto ahora, aprovechando la ocasión -entre las que merece resaltarse la retrospectiva de Emilio Vedova, 1934-1984 (Museo Correr), Fotógrafos de Hollywood, 1921-1941 (palacio Fortuny), Pintura en Francia (palacio Sagredo) y sobre todo la denominada Quartetto (Scuola de San Giovanni Evangelista)-, permanecerán abiertas desde el 10 de junio hasta el 9 de septiembre.

Teniendo como fondo el maravilloso paisaje urbano de Venecia, una tradición expositiva de tanta solera y un despliegue espectacular de diferentes muestras monográficas como las que acabo de mencionar, resulta improbable que la bienal se hunda, aunque anda en crisis desde hace años, exactamente desde que la contestación de 1968 obligó a que cerrara provisionalmente sus puertas y reconsiderara su planteamiento secular, basado en el sistema de premios. De los viejos hábitos, la bienal hoy sigue manteniendo los pabellones nacionales, quizá lo más endeble pero también lo históricamente más característico, aunque ahora se complementa con otros argumentos, desarrollados en sendas exposiciones.

En el pabellón central de los Giardini di Castello, sede de la bienal, se exhiben las tituladas Arte allo Specchio y Arte, ambiente, scena, que ilustran lo que Maurizio Calvesi, director del sector de las artes visuales, ha elegido como asunto principal de argumentación crítica en la presente edición: Arte y artes. Actualidad e historia, fórmula en el espíritu de reflexión y de eclecticismo que caracteriza al momento presente.

Maestros vanguardistas

La huella del pasado en los grandes maestros de la vanguardia de nuestro siglo, desde Picasso hasta Rauschenberg, y la ambientación escenográfica del arte constituyen ciertamente motivos muy oportunos, cuyo efecto ha sabido reforzarse mediante una selección de autores y de obras de bastante calidad.En los pabellones nacionales los saltos de calidad son los lógicos, aunque quizá este año resulten menos insoportables que los anteriores. Entre los que mantienen un nivel de más dignidad, quizá por haber decidido exponer de forma exclusiva la obra de algún gran maestro, están los de España (Antoní Clavé), Reino Unido (Howard Hogdkin), Francia (Dubuffet), República Federal de Alemania (Penck), Argentina (Antonio Seguí), Holanda (Armando), Grecia (Caras Georgiadas)... No pueden ignorarse tampoco, aunque por diferentes motivos, los pabellones de Estados Unidos, que ofrece una chispeante panorámica colectiva con el título Paradise Lost / Paradise Regained.- American Visions of the New Decade, o los de Japón, Austria, Italia y Dinamarca.

La muestra sobre la secesión vienesa, abierta en el palacio Grassi, con obras maravillosas de Klimt, Schiele, Kokoschka, Olbrich, Wagner, Hoffmann, Kubin, Moser, Loos, Moll, Sitte y un larguísimo etcétera, es sencillamente sobrecogedora, uno de los acontecimientos artísticos del año a nivel mundial. Algo decepcionante, sin embargo, ha resultado el Quartetto, que han seleccionado A. Bonito Oliva, A. Heiss y K. Kúnig para la hermosa sede de San Giovanni Evangelista, donde los últimos años pudimos contemplar exposiciones memorables de Balthus y Tápies. La decepción, en todo caso, no es debida a la falta de categoría de los artistas, pues son J. Beuys, Nauman, Fabro y Cuchi, sino posiblemente al carácter desangelado del tipo de propuesta y su falta de integración.

Esta 41ª edición es, desde mi punto de vista, la mejor entre las que se llevan realizadas en la presente década de los ochenta, a pesar de que subsistan problemas de fondo sin solucionar y una crisis de identidad.

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