En defensa de Pujol

Pujol no ha dicho jamás, que yo sepa, que no desee enfrentarse a un chequeo judicial por su actuación en Banca Catalana. Quizá nos estamos excediendo quienes nos oponemos a que rinda cuentas de su participación en lo sucedido, pues, en el fondo, en un tema como éste, después de los ríos de tinta vertidos y de las acusaciones indirectas formuladas, sea mejor una sentencia de inocencia que una duda eterna no juzgada.Dicho lo anterior, creo que cualquier persona de buena voluntad que intente comprender con frialdad la reacción de cuantos nos sentimos ofendidos por la presentación de la querella, tendrán que convenir en que es una auténtica broma que cualquier diputado de tercera fila en el Congreso goce de unas garantías jurídicas superiores a las del presidente de la Generalitat de Cataluña, y que es otrabroma el hecho de que, después de la cantidad de trapisondadas hechas por el franquismo, y no juzgadas, al final sea un demócrata indiscutible el que tenga que responder de lo que hizo antes de la muerte del general Franco.

Una última reflexión: en el fondo del enfado de Pujol hay un elemento profundamente humano. Sin querer prejuzgar nada, considero tan probable su inocencia personal como probable la existencia de culpabilidad en otros de los querellados. Y esos otros son, además de demócratas como él, amigos personales suyos que posiblemente no estarían en la dificil situación en que se encuentran -mientras, insisto, tantos franquistas viven de los dividendos de su poco glorioso pasado- si no fuera por el actual protagonismo político de Pujol-