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Berlinguer sigue en coma

La virtual desaparición política del secretario general comunista coincide con una grave crisis en Italia

Juan Arias

Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista italiano (PCI), de 62 años, casado y padre de cuatro hijos, se encuentra en coma tras haber sido afectado por una grave hemorragia cerebral, sufrida durante un mitin celebrado en Padua en la noche del jueves. La noticia ha conmovido no sólo a todos los militantes y simpatizantes del segundo partido más importante de este país, sino también a toda la clase política y a la opinión pública. La grave enfermedad de Berlinguer coincide con una delicada situación política italiana, con enfrentamiento en el seno del Gobierno entre socialistas y democristianos, y cuando falta poco más de una semana para las elecciones del Parlamento Europeo, momento señalado por los observadores para la apertura de una crisis en el ejecutivo del país.

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Una difícil sucesión

Berlinguer es una personalidad política que ha sido siempre respetada y apreciada, incluso por sus adversarios políticos, por su entrega a la militancia política, su integridad moral y su total ausencia de divismo. Y no sólo en Italia, porque apenas conocida la noticia de la grave enfermedad del líder comunista empezaron a llegar llamadas telefónicas de medio mundo, incluso de senadores norteamericanos, a la sede central del PCI en Roma.Se subrayaba ayer la coincidencia de que Berlinguer ha sufrido la misma enfermedad que llevó a la muerte a los tres grandes líderes del PCI: Antonio Gramsci, Palmiro Togliatti y Luigi Longo.

Berlinguer aparecía ya muy consumido en los últimos tiempos, muy envejecido, cansado y más triste que antaño. Se había visto sometido a un duro esfuerzo de trabajo y de tensión psicológica, acrecentados en los últimos meses por su actitud durísima contra el actual Gobierno, presidido por el socialista Bettino Craxi, que Berlinguer consideraba, increíblemente, como el más pernicioso para la clase trabajadora y para las instituciones democráticas del país.

Un hombre tan poco propenso a los ataques de ira y a los gestos espectaculares como Berlinguer, esta vez se había lanzado a fondo en esta lucha, movilizando a todo el PCI para oponerse con todos los medios legales a su disposición para evitar que el Parlamento aprobase el famoso decreto antiinflación que por primera vez en este país recortaba la escala móvil, es decir, el mecanismo que aumenta automáticamente el sueldo de los trabajadores. Este decreto fue ayer aprobado por el Senado gracias a dos votaciones de confianza de las que se ausentaron los senadores comunistas por consideradas "indecentes".

Las próximas elecciones europeas, el 17 de este mes, iban a ser en realidad un prueba muy importante para esta política anticraxiana. Y por eso se estaba empeñando personalmente con un esfuerzo casi sobrehumano de comicios, conferencias y debates televisivos.

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La hemorragia cerebral le sorprendió, precisamente, durante uno de esos mítines, en la ciudad de Padua. El líder comunista luchó hasta el último momento para terminar su discurso, aun después de haberse sentido mal. Las imágenes dramáticas de su lucha contra la hemorragia cerebral pudieron contemplarlas todos los presentes a través de una pantalla gigante de televisión.

Berlinguer, tras el primer ataque, después de haber casi perdido la voz y después de haber bebido un vaso de agua, siguió leyendo su discurso casi sin fuerzas, saltándose párrafos y teniendo que interrumpirlo varias veces. Pero lo acabó. Después se sentó, vomitó y se desplomó. Le llevaron en brazos hasta su coche y de allí al hotel. Los médicos, dándose cuenta de la gravedad, le trasladaron inmediatamente en una ambulancia a la sección de neurología del hospital provincial de Padua, donde fue sometido a una delicada operación que duró más de tres horas. La hemorragia estaba muy difundida, y aunque el enfermo respondió a la difícil intervención, los médicos seguían manteniendo un pronóstico reservado, con pocas esperanzas de poder salvarlo.

Visita de Pertini

Desde la madrugada de ayer empezaron a llegar familiares y líderes políticos a la ciudad de Padua para informarse personalmente del estado del líder comunista. Uno de los primeros en llegar fue el presidente de la República, el socialista Sandro Pertini, que a sus 87 años goza de plena salud hasta el punto de que Berlinguer, días atrás, le había prometido los votos de su partido para su reelección el próximo año.Durante todo el día de ayer, a la puerta de las oficinas centrales del partido comunista en Roma desfilaron miles de personas de toda condición e ideología para preguntar por el estado de salud de Berlinguer. La gente sencilla se mezclaba con los embajadores que llegaban en sus impresionantes coches y se vio a jóvenes apoyados contra la pared escondiendo sus lágrimas y su emoción, o abrazándose con los viejos líderes del partido.

Precisamente en aquel lugar, desde el balcón central, Berlinguer había salido siempre en los momentos más importantes de la vida política del partido y de la nación, en los momentos de triunfo y en los de fracaso.

Últimamente Berlinguer tenía, sin embargo, una sola obsesión, como lo revelaron sus últimas palabras en Padua, antes de caer en coma: la del peligro en que están las instituciones democráticas de este país. Algunos han criticado su pesimismo político, cansancio psicológico, mientras otros han temido siempre que pudieran ser también presentimientos de un profeta solitario.

Berlinguer, que no es creyente, está casado con una mujer católica y practicante, como sus hijos, a quienes, cuando eran pequeños, el líder comunista les acompañaba los domingos hasta la iglesia, esperándoles él en la puerta.

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