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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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'Las meninas', sin excrementos

A pesar de la libertad de lenguaje a la que nos vamos acostumbrando, quizá resulte aún chocante que un profesor universitario utilice determinadas palabras o expresiones. Mi intención ha sido precisamente ésa al emplear una palabra castellana, excremento o mierda, que expresa con fuerza la idea de suciedad, de grasienta porquería.Gracias a la limpieza a que está siendo sometido el famoso lienzo tenemos la oportunidad de contemplarlo, de verlo, casi como Velázquez lo pintó. Y digo casi porque, como afirmó Goya, el tiempo también pinta, y la historia, añadiría yo.

Sobre el cuadro han actuado muchos agentes externos desde el siglo XVII hasta nuestros días, y casi todos nocivos. Hora era de hacer algo para que recuperara su prístina calidad y asegurar su supervivencia.

No parece lógico que unas cuantas vestales de la pintura se rasguen las vestiduras ante el hecho de su restauración. Restaurar, según el diccionario de la Real Academia, es "reparar, renovar o volver a poner una cosa en aquel estado o estimación que antes tenía", y, más concretamente aún, "reparar una pintura, escultura, edificio etcétera, del deterioro que ha sufrido". Definiciones que convienen de manera absoluta a lo hecho con el cuadro.

Ahora podemos ver en el lienzo restaurado todos aquellos aspectos maravillosos que señalaron en él los antiguos y que a núsotros nos velaba la porquería; es como si volviéramos a mirar después de una operación de cataratas en la cual un excelente oftalmólogo nos hubiera devuelto la flexibilidad y transparencia cristalina a la córnea enferma.

Teología de la pintura

Ahora podemos comprender en todo su alcance las palabras de Palomino cuando nos dice que "dio muestra de su claro ingenio Velázquez en descubrir lo que pintaba con ingeniosa traza valiéndose de la cristalina luz de un espejo... Tiene esta galería varias ventanas que se ven en disminución, que hacen parecer grande la distancia; es la luz izquierda, que entra p or ellas, y sólo por las principales y últimas".

Podríamos seguir copiando al pintor tratadista, pero creo que basta con lo hecho. Si Lucas Jordán fuera preguntado hoy por el Rey de España -cuyos hijos son descendientes de Velázquez- acerca del cuadro, le podría contestar como antafío hizo con su antepasado: "Senor, esta es la teología de la pintura".

Las sutilezas de la luz, el frescor del color, la increíble pasta y la valiente pincelada nos explican por qué Manet vino a Madrid y lo que de Velázquez aprendió; por qué Rosales llegó tan alto en su corta vida; cómo don Aureliano de Beruete nos dejó su peculiar manera de pintar, distinta del impresionismo francés... Sin olvidarnos, claro está, del mejor Goya, de aquel que reconoció a Velázquez como su maestro, y de sus grises y platas, que hoy, ya no cabe duda, son hijos de Las meninas.

¿Por qué, pues, tanto jaleo, tantorevuelo, tanto escándalo, se preguntará el lector? Y eso, como diría Kipling, es otra historia.

Juan José Junquera y Mato es catedrático de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid.

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