Para Israel, "el caso Rauff está cerrado, Dios ha juzgado"
Walter Rauff, uno de los peores criminales de guerra nazis que permanecían con vida, fue sepultado ayer en Santiago, rodeado de sus familiares, tras 26 años de pacífico refugio en Chile. Un cáncer pulmonar fue finalmente más fuerte que las presiones internacionales para juzgarlo y acabó con su vida en la helada mañana del 14 de mayo, cuando estaba a punto de cumplir los 78 años de edad.
"El caso Rauff está cerrado. Dios ha juzgado", dijo un portavoz de la Embajada israelí en Santiago, al saber la noticia. Pocos de sus vecinos en Santiago y Punta Arenas podían imaginarse al verlo que Rauff había sido jefe de un grupo especial de las SS nazis, con responsabilidad sobre los aspectos técnicos del exterminio de judíos en cámaras de gas y considerado responsable, en calidad de tal, de diseñar los célebres camiones de la muerte, donde las víctimas eran asfixiadas por las, emanaciones del tubo de escape del vehículo en movimiento.Luego, fue jefe de la policía nazi en Túnez y, más tarde, ejerció el mismo cargo en Milán, durante la ocupación alemana. En ambos cargos aterrorizó a los habitantes, especialmente a la comunidad judía, a la que impuso crueles trabajos forzados. En Milán fue detenido, a fines de 1945, por tropas norteamericanas e internado en el campo de prisioneros de Rimini. Escapó en 1946 para ocultarse en Roma durante un año, donde dio clases de matemáticas y francés en el orfanato de Vía Pía.
Expertos como el cazador de nazis Simón Wiesenthal dicen que autoridades eclesiásticas de alto nivel le ayudaron para escapar, junto a su familia, a Siria, donde organizó una parte de la policía de Damasco. En 1949 viajó a Ecuador, donde vivió nueve años como hombre de negocios; hasta que llega Chile. Se instaló en Punta Arenas, 2.000 kilómetros al sur de Santiago, donde pronto se destacó en una pequeña fábrica de conservas pesqueras, de la que fue administrador gerente.
Nueva vida en Chile
Mientras sus dos hijos estudiaban en escuelas militares chilenas, Rauff fue sometido, en 1963, a un célebre juicio, a causa de la solicitud de extradición hecha por el Gobierno de la República Federal de Alemania (RFA), que pretendía juzgarlo por sus crímenes de guerra. Un tribunal de Hannover lo había encontrado culpable directo de la muerte de unas 97.000 personas la mayoría en los fatídicos camiones de la muerte. Detenido en diciembre de 1962 por la policía chilena, estuvo preso varios meses en Santiago, hasta que el tribunal supremo concluyó que no podía concederse la extradición, porque los crímenes de los que se le acusaba habían ocurrido hacía más de 15 años, y por tanto habían prescrito, de acuerdo con la ley chilena.Rauff retornó a su empleo, en la fábrica de conservas, hasta que, en 1977, pasó a residir en Santiago, en una casa del sector residencial de la capital chilena, donde vivía a una manzana de su hijo mayor. Un vecino contó que "el alemán era un buen hombre, aunque retraído y solitario, más aún desde que murió su mujer, hace dos años y medio".
Durante su larga estancia en Chile, Rauff evitó cuidadosamente todo tipo de entrevistas. "A 61 no le interesa hablar. Le debe resultar doloroso, molesto. Nosotros tenemos relaciones con muchos chilenos e incluso tenemos amigos judíos. Lo que pasó, ya pasó. No se puede vivir detenido en el tiempo" afirmó, por su parte, un familiar cercano, el año pasado, a un diario local.
Nunca se le conocieron contactos con medios pronazis en Chile, aunque él mismo confesé hace unos años que mantenía correspondencia con sus ex camaradas de la Escuela Naval alemana de la generación de 1924.
'Diseñador de torturas'
Opositores del régimen del general Augusto Pinochet le acusaron de haber colaborado en el diseño y ejecución de torturas a prisioneros políticos, pero nunca se le pudo probar. El año pasado, cuando los cazadores de nazis Simón Wiesenthal y Serge Klarsfeld iniciaron gestiones para lograr su expulsión, Rauff siguió manteniendo estricto silencio y reserva de sus actividades.Washington, Londres, París, Jerusalén y Bonn, así como el Parlamento Europeo solicitaron, una y otra vez, a Pinochet que lo expulsara para juzgarlo en la RFA, pero se estrellaron en la inflexible decisión del régimen chileno de mantener a Rauff a salvo de un juicio.
Tras su muerte, otros dos Walter Rauff siguen viviendo en Chile. Son su hijo mayor, el ex cadete de la Escuela Naval y ahora gerente de una compañía naviera, y su nieto, que acaba de ingresar también en este centro militar.
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