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Tribuna
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La feria era en Las Ventas

"Ardemos en fiestas", se decían -y aún se dicen- los empleados durante la feria de San Isidro, mientras mecanografiaban documentos y archivaban expedientes. La feria de San Isidro sólo era feria de Manuel Becerra para abajo, y en Las Ventas estaba el cogollo. Allí, las corridas de toros. En las oficinas, en los comercios, en los almacenes, era el día de siempre, y sólo en la ironía de los empleados se notaba la diferencia.Es una feria que inventó Livinio Stuyck, gerente de la empresa Nueva Plaza de Toros de Madrid, S A, al término de los años cuarenta. Pocos creían en ella, pero, como se ve, ha hecho fortuna, y ahora es la más famosa del mundo.

El día del santo venía siendo una castizada: llegaban a la capital los isidros, procedentes de los pueblos cercanos. Se montaban algunas verbenas; poca cosa. Incluso para algunos madrileños verbeneros aún tenía más saborla del Carmen. Las verbenas eran los caballitos del tiovivo, el tobogán, la montaña rusa, el látigo, todo ello sofisticado medio de vivir emociones fuertes durante unos minutos, entre las que no se descartaba tentarleslos lomos a las empleadas de hogar con ocasión de los primitivos virajes de la montaña rusa.

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Fuera de San Isidro, la vida ciudadana seguía su curso. Sólo c'Alcalá arriba había cierta inusual animación, y c'Alcalá abajo, aún más, porque la afición iba a los toros. En un principio fueron pocos días; luego, una semana; y como la feria era un éxito, se amplió hasta el atracón que es hoy. Don Livinio se murió sin ver hecho realidad su sueño: que la feria de San Isidro durara un mes. Pero pronto llegará.

El abono de San Isidro sustituyó al abono tradicional de Madrid, que ya tenía vigencia, y mucha popularidad, en la plaza vieja. La empresa anunciaba los toreros que contrataría para la temporada, y daba corridas los jueves y festivos. La sustitución por el serial de la isidrada se hizo con disgusto de muchos aficionados, que no tenían tiempo ni dinero para asistir a todos los festejos.

Cuando la feria alcanzó multitudinaria demanda y un elevado número de carteles, además de constituir el acontecimiento más importante del año taurino, pasó a ser un acontecimiento social de primera magnitud. El aficionado absoluto va a los toros todo el año, mientras el relativo sólo va por San Isidro. Y hasta muchos que no tienen afición alguna quieren ir a los toros por San Isidro también. Y pues necesitan localidades, buscan influencias, dan la lata.

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La feria taurina dio sentido a las fiestas patronales y aún hoy, que, las antiguas verbenas son una parte menor de la multiplicidad de actos que se organizan en la ciudad, sigue siendo el acontecimiento principal, que le da carácter. En realidad, ha cumplido un servicio importante durante décadas. Si no hubiera sido por las corridas de toros de la plaza de Las Ventas, la feria de San Isidro habrían tenido que inventarla. Con lo que cuesta inventar eso.

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