Triunfo de Bettino Craxi y su 'reformismo moderno' en el congreso socialista italiano
El congreso del Partido Socialista Italiano (PSI) concluyó ayer en Verona con un triunfo de su secretario general, Bettino Craxi, y de su línea política de reformismo moderno. Esta vez, al contrario de lo ocurrido en el último congreso, celebrado en Palermo, el PSI sale prácticamente sin oposición interna. Humorísticamente se ha escrito que los opositores de Craxi han celebrado su reunión en una cabina telefónica, para indicar que eran cuatro gatos.
El secretario general, que ha sido confirmado casi por unanimidad ha vivido en este congreso uno de sus momentos más brillantes de afirmación política. Y desde ahora, el llamado craxismo es ya una línea política para este país. La ha expuesto al congreso el delfín de Craxi, el joven vicesecretario Claudio Martelli, con una ponencia magistral, aplaudidísima.Martelli ha hecho la radiografía del socialista italiano del futuro. Tras ironizar con quienes piensan que en un mundo en el que todo cambia no conciben que no puede cambiar también profundamente un partido, dijo que el Partido Socialista Italiano "seguirá siendo un partido de izquierdas, y no de centro". Alertó a los comunistas para que no intentaran "segar la hierba en el prado socialista" y analizó lo que él llamó "el socialismo sumergido de la sociedad".
Según Martelli, existe toda una serie de fuerzas en la sociedad italiana que se inspiran en la izquierda socialista, y el partido tiene que darles expresión y espacio. Un primer paso ha sido, en este congreso, la creación de la asamblea nacional, en sustitución del comité central. Estará constituida por 400 personas, 200 de ellas sin carnet. Se tratará sobre todo de intelectuales y profesionales, periodistas, artistas, médicos, arquitectos, sociólogos, etcétera.
Cuatro hechos habían animado el congreso: la crisis dentro del Gobierno debida a la anunciada dimisión de los tres ministros socialdemócratas por la cuestión del informe final de la comisión parlamentaria sobre la logia Propaganda Dos (P-2), de Licio Gelli; los silbidos al secretario general comunista, Enrico Berlinguer, por parte de los congresistas; la carta secreta de Aldo Moro desde la cárcel, enviada al secretario socialista y leída por él al congreso, y por último, el ingreso en el partido del sacerdote teólogo Baget-Bozzo. Este último habló durante 15 minutos y fue interrumpido 12 veces por los aplausos. Habló con la sotana puesta. La delegación china presente no entendía nada. Creía que se trataba de una broma. Pidió explicaciones a un periodista, siguieron sin entender y volvieron a pedir: "Por favor, explíquennos todo de nuevo".
Baget-Bozzo dijo que había decidido colaborar con el partido socialista tras la reacción de la Democracia Cristiana ante el caso Moro. "Se les puede perdonar que sean ladrones, corrompidos o impuros", dijo el teólogo, "pero no duros de corazón". "Cristo era socialista", dijo a los congresistas, "y vosotros sois como mi piel".
Silbidos a Berlinguer
En su réplica, Craxi abordó la cuestión de los silbidos a Berlinguer, y sus palabras fueron muy duras: "En este congreso se ha quebrantado una norma sagrada de respeto a los huéspedes", dijo. "La acción ha sido grave, pero precisamente por eso tengo que pensar que graves han sido los motivos que han empujado al congreso a actuar de ese modo. Estoy seguro de que los silbidos no iban dirigidos a una persona, sino a una línea política que el partido socialista no puede aceptar. La persona de Berlinguer encarnaba de un modo particular esa línea, que probablemente no comparte siquiera una buena parte de su partido. Por eso, si yo no me uní también a los silbidos", concluyó Craxi, "fue sólo porque no sé silbar".Unas palabras, dijo un observador presente, que sonaron a una declaración de guerra del pequeño David de la izquierda socialista contra el gigante Goliat de la izquierda comunista.
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