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Tribuna
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Perversión

Vas por una autopista veloz y monótona, de esas que indiferencian media Europa, y cuando atravíesas la línea imaginaria que separa una autonomía de otra surgen las peculiaridades. Cambia el idioma de las señales de tráfico, la escritura de las toponimias, el diseño de los símbolos patrióticos, el acento de las frecuencias moduladas, los calendarios de las gasolineras, el mensaje airado de los graffitis; incluso en algunas autopistas cambia el uniforme de los policías. A través de la ventanilla, a 100 por hora, las autonomías españolas empiezan anotarse mucho, aunque el paisaje y el paisanaje sigan siendo idénticos, las publicidades anuncien lo mismo y los edificios de más de dos plantas resulten igual de atroces en todos los sitios.Pero, al lado de estos efectos lógicos, también hay que reseñar los efectos perversos de las autonomías. Me refiero a lo que los economistas entienden por perversión: el surgimiento de efectos contrarios a los deseados. Porque las autonomías producen, reproducen o inventan las viejas diferencias tribales, pero justo es reconocer que, gracias al galimatías legal, están originando efectos muy perversos, nada diferencialistas. Están surgiendo inéditas formas de españolidad, nuevas identidades estatales, otras poderosas maneras de unidad.

Si estuviésemos más atentos al fondo que a la forma descubriríamos que suenan lo mismo las autonomías duras que las blandas. Unas y otras hablan unánimemente, sin parar, de transferencias, financiaciones comunitarias, fondos de compensación interterritorial, cánones de energía, comarcalizaciones, conflictos burocráticos, administrativos y políticos de las xuntas o como se diga, tensiones interminables entre los poderes municipales, diputacionales, autonómicos y centrales.

Por encima de las históricas diferencias lingüísticas y culturales se ha creado una potente y uniformadorajerga autonómica, a la vez que toda esa serie de complejas leyes y contraleyes reguladoras de las peculiaridades ha acabado por introducir un mismo tipo de problemas jurídicos, políticos, burocráticos, financieros y sociales -o sea, un similar modelo de realidad- allí donde antes había caos, dispersión, insularidad, insolidaridad o cosas peores.

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