Un nuevo revés del olimpismo
El Correo CatalánLos Juegos Olímpicos de Los Ángeles, que prometían ser los más fastuosos desde que el barón de Coubertin los restaurase en 1896, pueden verse convertidos en unos juegos panamericanos con algunos. invitados europeos y africanos. ( ... )Unos Juegos Olímpicos de Los Ángeles sin las atletas de Alemania Oriental, sin los nadadores de la Unión Soviética, las gimnastas rumanas y checas, sin los levantadores de pesas y luchadores búlgaros y, en fin, sin representaciones de toda la gama polideportiva que se cultiva con esmero en todas las naciones de la Europa Oriental están condenados al fracaso.
Sobre la decisión del Comité Olímpico Soviético pueden llover ahora agrias censuras, apelando a esa utopía de que no se debe mezclar el deporte con la política. Es precisamente en la evocación de este principio olímpico que la URSS ha decidido no viajar a una ciudad californiana que le ofrece escasas garantías de seguridad para sus deportistas y que, a la vista de la campaña de agitación y hostilidad antisoviética que está fermentando desde hace meses, no ha sabido respetar la tregua olímpica.
Pero si la Unión Soviética no se vuelve sobre sus pasos y hace firme su decisión de no acudir a Los Ángeles, los juegos olímpicos y el movimiento olímpico por extensión habrán sufrido un durísimo golpe, un revés tan contundente del que quizá no puedan rehacerse en el futuro. Porque al descalabro financiero de la ciudad de Montreal, anfitriona de los juegos en 1976, y que ya vivió la retirada masiva de países africanos, le siguió la ausencia de Estados Unidos, Canadá, Alemania Federal, Australia, etcétera, en Moscú, y ahora, como broche final, se produciría la ausencia de la URSS y sus países amigos en Los Ángeles.
Pero hay algo más. Si los Juegos de Los Ángeles resultan un fiasco, Barcelona se deberá replantear su pretensión de organizar los de 1992. Nadie, y menos después de las declaraciones del presidente González en Dinamarca, puede garantizar para entonces la neutralidad de España y, en consecuencia, nadie puede asegurar que en Barcelona 1992 no habría deserciones.
9 de mayo
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