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Elecciones autonómicas de Cataluña del 29 de abrilLOS CANDIDATOS

Eduard Bueno, una víctima de la reconversión

Eduard Bueno, 44 años, ex meritorio de un administrador de fincas, empresario e hijo de padre catalán y madre cartagenera, es una víctima de la reconversión. El candidato de Coalición Popular a la presidencia de la Generalitat había tenido hasta ahora una trayectoria política feliz, sin historia. Pero su vida, presunto símbolo de la irresistible ascensión del vendedor de periódicos, comenzó a sufrir los efectos de la reconversión el día en que fue arrojado a la arena política.Socio o propietario de diversas empresas inmobiliarias, conserveras y aseguradoras, Bueno se considera miembro de pleno derecho de la burguesía catalana. "La burguesía catalana me ha aceptado bien; la gente lo que quiere es relacionarse con los triunfadores", dijo al ser designado. Después de cuatro meses de reciclaje acelerado, sus adversarios opinan, sin embargo, que este empresario hecho a sí mismo y ahora aspirante a martillo de políticos tradicionales, ha realizado su primer mal negocio desde aquellos tiempos en que supo aprovechar las oportunidades que ofrecía "el despliegue urbanístico de Barcelona".

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Tras el intento aliancista de desmontar la cabecera número dos del FC Barcelona para hacer de Joan Gaspart su candidato, los estrategas de la Coalición Popular pensaron reconvertir a alguien menos difícil, y así, casi de matute, colaron a un parvenu, a alguien cuyo único capital político era la multa de 25.000 pesetas que una vez pagó "por cometer actos atentatorios a la unidad de la patria". Aquel día de 1966, un obrero de la inmobiliaria, de Bueno tuvo la ocurrencia de colocar la senyera en el lugar más elevado del edificio cuya estructura acababa de rematarse.

La primera impresión que causa el candidato Bueno suele ser positiva. Tiende la mano sin estirar el brazo, sin crear una distancia física, y después saluda cortésmente, sin olfatear al adversario. Desde ese momento, el diálogo oscila entre dos mundos: el político y el empresarial. En el primero, los grandes silencios del candidato dividen a sus contertulios: unos los explican por el sentido común que le suponen; otros prefieren atribuirlos a la ignorancia. Por lo que se refiere al mundo empresarial, este hombre del trabajo se desenvuelve con tanta soltura que un periodista pareció encandilarse una vez hasta confesar su convencimiento de que eso era lo que necesitaba España. El candidato, un tanto azorado, se vio obligado a zanjar la cuestión con poco menos que un "no es para tanto".

En privado, determinados barones de Alianza Popular prefieren no opinar sobre su candidatura, pero en la forma en que lo dicen destilan cierta descalificación no hiriente. En cierto modo, sus opiniories, a fuerza de ser adulatorias en algún sentido son prácticamente una afrenta política. En público, Bueno pretende desmarcarse tanto de los políticos, a los que ve como la encarnación de todos los males, que, a menudo, contradice lo dicho, escrito o hecho por sus propios correligion arios. En otras ocasiones, angustiado, pide tiempo para contestar ¿Qué es Cataluña?. Y en las más de las veces parece turbado, por la falta de costumbre, cuando cree haber propinado un buen derechazo dialectico al adversario.

Algunos consideran a Bueno como un elemento fresco en el que cada cual puede dejar huella. Esta opinión es exagerada, aunque no cabe duda de que este candidato está en la longitud de onda de Manuel Fraga. Episódicamente tiene propuestas originales, como pueda ser la de crear 20.000 empresarios catalanes para que después generen empleo y más empleo. Pero no siempre se resiste a la tentación de aferrarse a las explicaciones domésticas y garbanceras del jefe máximo. Mientras Fraga y Verstrynge le hacen la campaña tradicional, Bueno pretende ser distinto sin serlo: "En Francia, desde que gobiernan los socialistas, se come más pan y menos came".

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