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Sube el índice de aburrimiento

El aburrimiento fue la nota característica de estas reuniones prevacacionales, donde a una oferta absolutamente contraida se correspondía con una demanda que tampoco mostraba una convicción muy superior a la de los vendedores. Las breves oscilaciones en los cambios y el papel decantador de Telefónica, que con la mejora en el precio de sus acciones decidió el signo de la diferencia del índice general, fueron en definitiva los signos de identidad de las reuniones de ayer.Resulta bastante difícil, a la hora de establecer un análisis de lo ocurrido en las salas de contratación bursátil, destacar comportamientos concretos. Es cierto que las eléctricas se apuntaron algunas mejoras, como también es verdad que las acciones bancarias mantuvieron el tipo lo mejor que pudieron, a pesar de que la oferta había experimentado un súbito incremento y que los compradores individuales habían comenzado a dar claras muestras de prevención por estos títulos.

En lo que se refiere a las acciones eléctricas, quedó bastante claro que el ocultismo del que se pretende dotar a las conversaciones entre la Administración y los representantes de las empresas del sector no termina de sentar bien a la trayectoria bursátil de estas acciones. Los señores feudales, sean de carácter público o privado, parecen haber quedado un tanto arrumbados en la actualidad.

El hecho de que las compañías eléctricas cuenten con unos números de accionistas que para numerar hay que utilizar las centenas de millar confiere a sus representantes un importante nivel de responsabilidad en cuanto a la información que perciban los socios de estas empresas. Evidentemente, no se trata de desvelar complicadas negociaciones que aún no han llegado a término, pero explicar que la esperada subida de tarifas ha quedado vista para sentencia y que el próximo Consejo de Ministros la puede aprobar no parece constituir un secreto de Estado que pueda comprometer la seguridad nacional. Casi seguro que los accionistas lo agradecerían. Y de los accionistas a lo mejor hay que acordarse antes de tener que explicar por qué se recorta un dividendo, hipótesis bastante probable en algunos casos, o de pedirles un desembolso ante una ampliación de capital, por mucho que se anticipe parcialmente el dividendo. En definitiva, se trata de un problema de confianza.

Por su parte, los bancos, que asumieron hace tiempo la necesidad de mantener mejor informados a sus accionistas, aunque por distintas razones de las que hoy interesan a las compañías eléctricas, no tuvieron demasiada suerte en las reuniones de ayer. Sin que la oferta hubiese experimentado un incremento excesivo -su saldo vendedor conjunto se limitaba a 28.265 títulos en el mercado madrileño-, registraron una reducción importante en el número de títulos que se demandaban. No parece que vaya a ser ésta la semana de estas acciones. Al menos, eso era lo que se comentaba en los círculos más selectos del mercado. A los inversores a corto plazo no suele gustarles marcharse de vacaciones y quedarse enganchados en partidas concretas, y menos si éstas son de títulos bancarios. Mucho tacto y habilidad izan a tener que desplegar los cuidadores de estos títulos para evitar recortes en los precios de las acciones entregadas a su tutela. Eso si no cambia drásticamente el panorama, hipótesis que, a la vista del espectáculo de ayer, parece poco probable.

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