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Los nacionalistas moderados, ante una crisis no sólo coyuntural

La crisis en la que se encuentra el Partido Nacionalista Vasco va más allá del conflicto localizado de Navarra y refleja las tensiones propias de la situación de encrucijada del nacionalismo moderado vasco, abocado, a plazo más o me nos largo, a definir una política estable de alianzas no sólo en Euskadi, sino también en el ámbito es pañol e incluso internacional. Sectores del partido piensan que es urgente que un nuevo congreso revise las tesis establecidas en el último, celebrado en 1977, en pleno proceso de la transición.La evolución de la situación política nacional e internacional, con el dificultoso pero evidente afianzamiento de la autonomía, ha planteado ante los dirigentes nacionalistas la necesidad de redefinir su propio espacio político e ideológico más allá de la reivindicación nacionalista frente a Madrid. Problemas coyunturales concretos han venido a recordar esa necesidad en diversas ocasiones recientes.

Así, el colapso del Parlamento vasco en marzo de 1983, con ocasión del abandono de la Cámara por parte de 20 parlamentarios de la oposición (PSOE, EE y AP), a causa de la proposición de ley sobre circunscripciones electorales, determinó un primer pacto con AP, cuyos detalles se han conocido ahora.

Con gran rapidez de reflejos el partido, con Arzallus a la cabeza, decidió tomar cartas en el asunto. Mitxel Unzueta, ex senador, considerado muy próximo a Arzallus, viajó a Madrid y entró en contacto con Miguel Herrero, vicepresidente del Grupo Popular en el Congreso. Herrero, ex ucedista integrado en AP, se mostró favorable a una intervención que resolviera el conflicto -mediante la vuelta de los parlamentarios de AP a la Cámara vasca para permitir que se diera el quorum exigido-, pero planteó a cambio un acuerdo más general entre ambas formaciones sobre temas políticos del momento y del inmediato futuro.

El PNV rechazó esta posibilidad, pero aceptó un acuerdo sobre dos o tres cuestiones concretas. Una de ellas era la del aborto: el PNV se comprometía a votar en favor de la moción contra la despenalización que AP tenía presentada en el Parlamento de Vitoria. A cambio, los cuatro diputados, aliancistas regresarían a sus escaños. Así lo hicieron y permitieron con ello la aprobación de la ley de circunscripciones. Sin embargo, cuando a finales de abril se debatió el tema del aborto, el PNV, dividido sobre la cuestión, dejó libertad de voto. En la práctica, 10 parlamentarios nacionalistas votaron a favor de la moción de AP; 4, en contra, y 11 se abstuvieron, con lo que la moción no prosperó.

Fue el mismo Unzueta quien tuvo que dar explicaciones a Herrero y reconocer que el PNV no había cumplido su parte del pacto. Así estaban las cosas cuando, el 8 de mayo, se celebraron las elecciones municipales. Unzueta volvió a viajar a Madrid y fue de nuevo Miguel Herrero su interlocutor. Con el fin de recomponer el espíritu de los pactos concretos, ambos llegaron a un nuevo acuerdo: AP favorecería la elección de alcaldes nacionalistas en ciudades como Bilbao y San Sebastián, renunciando a apoyar al candidato socialista, y a cambio, el PNY facilitaría con su abstención la elección de un presidente de centro-derecha en la comunidad autónoma navarra. De nuevo, y con gran disgusto de Arzallus y la mayoría del Consejo Nacional de su partido, el pacto fue incumplido por parte nacionalista, al votar los tres diputados peneuvistas del Parlamento navarro contra la candidatura de José Ángel Zubiaur, de UPN, en julio pasado. Tales son las raíces inmediatas de la crisis.

El PNV no se ha reunido en congreso desde el celebrado en Pamplona en 1977. No pocas voces internas -entre ellas las de los dirigentes navarros opuestos ahora a Arzallus- han insistido en la necesidad de una actualización ideológica y estratégica para hacer frente a una situación muy diferente a la de hace siete años. Dichas voces reclaman, en particular, criterios claros respecto a la política de alianzas, entre otras cosas, para las elecciones al Parlamento Europeo.

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