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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La crisis del Gobierno francés

NO SE han producido hasta ahora ni dimisiones ni destituciones de ministros, pero las posiciones adoptadas públicamente por el Partido Comunista Francés, que participa en el Gobierno Mauroy, son matemáticamente incompatibles con la política oficial de dicho Gobierno. ¿Hasta cuándo puede durar esta situación? La causa inmediata de la crisis es la puesta en marcha de un plan de reconversión de la siderurgia, que va a implicar fuertes pérdidas de empleo, particularmente en Lorena, aunque también en otras regiones. Ello ha provocado reacciones indignadas en amplios sectores obreros y populares. El Partido Comunista se ha sumado a estas. protestas, exigiendo, por boca de su máximo dirigente, Georges Marchais, que la política gubernamental sea modificada. Con esas premisas tuvo lugar el miércoles pasado una conferencia de prensa del presidente Mitterrand, cuya respuesta ha sido neta: no habrá cambio en la política decidida; la reconversión es imprescindible para que Francia modernice su sistema productivo; si no, sería la decadencia. Esta situación de la siderurgia viene a añadirse a otros amplios ambientes de descontento y de críticas, y no sólo por motivaciones económicas: la reforma de la enseñanza ha sido considerada por muchos sectores de la izquierda como excesivamente favorable para los centros privados y religiosos. A la vez, en todas las elecciones parciales el retroceso de los partidos de la mayoría gubernamental ha sido muy marcado. Por todo ello, a primera vista puede parecer tentador para los comunistas enfrentarse con el Gobierno e incluso salirse de él para intentar capitalizar en el plano electoral un creciente descontento con la política del presidente Mitterrand.La actual orientación económica del Gobierno francés no corresponde a lo que fue su plataforma electoral ni tampoco al camino emprendido durante el primer año de la presidencia de Mitterrand. Las nacionalizaciones de la banca y de ciertos grupos industriales, la elevación de salarios y del poder obrero en las empresas, una reforma fiscal en detrimento de los sectores privilegiados..., preparaban el avance hacia un socialismo a la francesa. Se pensaba salir de la crisis sobre la base del crecimiento de la demanda interior y del estímulo que ello debía de representar para la producción y toda la actividad económica. El proyecto resultó ilusorio en lo económico y en lo político; chocó además con realidades internacionales insoslayables. A la vista del fracaso, Mitterrand adoptó el nuevo curso del rigor y de la austeridad dando prioridad a la lucha contra la inflación y la reconversión del aparato productivo y trató de encubrir el carácter de esta política con audaces propuestas -en el sentido de crear espacios europeos para la investigación y la conquista de nuevas tecnologías- y con medidas de orden social como la disminución a 35 horas de la semana laboral. A pesar del desgaste, el Partido Socialista francés se mantiene bastante cohesionado en torno a esta política de austeridad, considerada como la única viable en la actual coyuntura. No es poco si se tienen en cuenta las diversas fracciones que integran el partido. Michel Rocard, principal rival de Mitterrand en el pasado (y con bastante probabilidad en el futuro), ocupa como ministro de Agricultura uno de los flancos más conflictivos. La excepción es el CERES, sector que defiende, con un lenguaje de izquierda, posiciones proteccionistas, nacionalistas, no lejanas de las del Partido Comunista.

En cuanto a éste, su posición ha estado repleta de incongruencias desde que entró en el Gobierno, sobre todo en temas internacionales: apoya la invasión soviética de Afganistán y a la vez participa en un Gobierno que es hoy el más firme sostén en Europa de la política de Reagan en la cuestión decisiva del armamento nuclear. Los temas de política exterior afectan, sin embargo, menos directamente al electorado. La reconversión de la siderurgia es otra cosa. En junio van a celebrarse, además, las elecciones al Parlamento europeo, que serán un test para la política de cada Gobierno, pero sobre todo para Francia. Mitterrand, por otra parte, no está interesado en prescindir de la participación comunista en su política, sobre todo porque, aunque sea crítica y contradictoria, ablanda la protesta sindical. La dirección comunista, por su parte, tomará su decisión según las repercusiones que prevea entre su electorado: después de su caída electoral a menos del 16% en 1981, todos los sondeos y las elecciones parciales indican un ulterior descenso de la popularidad del PCF. Y por causas no coyunturales: hundimiento del prestigio de la URSS, debilitamiento de la conciencia obrera, falta de credibilidad de sus propuestas económicas.... En ese marco, la participación ministerial parece otorgar a los comunistas una especie de respetabilidad que frena su descenso. Estos factores encontrados explican ese estado de crisis latente del Gobierno Mauroy.

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