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Tribuna:La reforma de la OTAN
Tribuna
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España y la propuesta de Kissinger

El artículo de Henry Kissinger proponiendo una reforma de la OTAN ha sido recibido en España con avidez e interés por los diplomáticos, militares, políticos y periodistas cercanos al tema de la política internacional y de defensa, así como por los pacifistas y críticos en general al uso de la violencia nuclear en las sociedades avanzadas. Esta inusitada recepción de unos planteamientos, ciertamente audaces, aunque no siempre novedosos, hubiera sido impensable hace sólo un año y, a mi parecer, indica una cierta madurez y la existencia de un clima de serenidad que va a favorecer la discusión constructiva del problema.Evidentemente, la problemática abordada por el ex secretario de Estado es muy compleja y se presta a muchos enfoques; yo quisiera resaltar simplemente dos aspectos que creo pueden ser de especial relevancia para los españoles.

Personalmente, me ha impresionado siempre de Kissinger, de sus análisis, sobre todo en momentos en los que no ocupa cargos públicos, su audaz sinceridad. Lejos de engañarse y de intentar complacer a sus lectores con el halago fácil, Kissinger rehúsa la tentación de plantearse sólo las preguntas para las que previamente tiene elaboradas las respuestas y se atreve a plantear los problemas en toda su crudeza, sin intentar cercenar la realidad con un posibilismo tan habitual en los políticos. En este caso, su análisis es simple y claro: "La actual estructura de la OTAN, sencillamente no funciona...".

Primer elemento que, a mi juicio, es necesario tener muy en cuenta para nuestra reflexión colectiva, que nos puede ser muy útil para curarnos de adhesiones tan inquebrantables como acríticas, pero también de descalíficaciones tan globales como faltas de argumentos. Pero, a mi parecer, no estriba la importancia de este diagnóstico, del que en Occidente se tiene, por otra parte, aguda conciencia hace tiempo, en la constatación de esta crisis, sino en la explicación de sus causas.

En primer lugar, el creciente alejamiento de las sociedades de los países occidentales con respecto a la dinámica que están siguiendo, de una manera casi autónoma, los planteamientos de la defensa. Como dice Kissinger, no hay que olvidar que "la psicología es tremendamente importante en las relaciones internacionales, sobre todo cuando la política no depende únicamente de una valoración fría, profesional, del interés nacional hecha por dirigentes expertos, sino de la opinión pública".

Intereses nacionales

Es evidente que, en el caso español, estos dos requerimientos necesarios para establecer un sólido acuerdo sobre los intereses nacionales, a los que debe servir nuestra política exterior y de defensa, han caminado cada uno por su lado. De una parte, el reducido grupo de expertos, diplomáticos y militares que poseían el necesario conocimiento de la historia y realidad de la OTAN, pero que no estaban en condiciones de asomarse al apasionado debate, al que de todas maneras no habían sido sinceramente invitados. De otra parte, el extenso grupo de los políticos, periodistas y líderes de movimientos, más o menos de base y más o menos de masas, que se preocupaban ante todo de buscar el camino de sintonizar con el pueblo y, muy comprensiblemente, de hacer que el pueblo sintonizara con sus planteamientos, no siempre muy meditados ni informados.Recuerdo una primera aparición en televisión de un Felipe González ya ganador electoral, pero aún no presidente del Gobierno, en la que, a preguntas del locutor del telediario sobre el tema que nos ocupa, contestó: "...Es que a mí nadie me ha explicado aún qué aporta la OTAN a la defensa de España". Y probablemente era verdad. En ese estado de ingenuidad y sintonía con la opinión pública española tomó posesión de la presidencia del Gobierno. Y yo creo que ha sido una suerte para todos tener un presidente que se encontraba en el mismo lugar que la mayoría de nosotros.

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Y ha sido una suerte porque, lógicamente, decidió desacelerar nuestra integración en la OTAN -no creo que pueda hablarse de congelación- y darnos a todos tiempo de enterarnos qué era eso y de digerir los últimos 40 años de historia de Europa, que han cristalizado, entre otras instituciones, en la que se sustenta el Tratado del Atlántico Norte. El primer problema que creo que se plantea ahora a la sociedad española es el que surge del diferente ritmo de asimilación que unos y otros tienen de esta situación.

Política de seguridad

El segundo problema que pienso que tenemos los españoles a la hora de ponernos de acuerdo sobre cuál sea nuestro interés nacional con respecto a la política de seguridad es que no sólo somos nosotros quienes cambiamos, sino que también la OTAN está sometida a un fuerte proceso de cambio, ya que, como señala Henry Kissinger, "una Alianza no puede vivir únicamente de armas. Su mantenimiento exige un acuerdo básico de objetivos políticos que justifiquen y den dirección a la defensa común. Si los acuerdos militares son su único nexo, la Alianza se estancará antes o después".Creo que en España todavía no sabemos muy bien de dónde nos vamos a salir o dónde nos vamos a quedar, y sobre todo que no tenemos alternativas. Debemos descubrir que el problema de la seguridad a finales del siglo XX no es ni siquiera primordialmente un problema militar; no se trata, como decía McNamara, el famoso secretario de Defensa de Kennedy, de añadir más "quincallería militar"; la seguridad hoy es un problema fundamentalmente político y diplomático, pero también económico, industrial, tecnológico y social.

Los españoles, después de muchos años de permanecer encerrados en casa, hemos abierto las ventanas a un mundo ciertamente conflictivo y en crisis, con un nivel de violencia elevado y con una radical sensación de inseguridad e incluso de miedo. Pienso que nuestra decisión debería ser una apuesta por el futuro, por una incorporación a la sociedad europea sin tics y sin complejos, también en el problema de la seguridad. Teniendo claro que el problema de la defensa de una nación soberana e independiente como la nuestra es, ante todo, nuestro problema, del que no nos va a excusar nuestra pertenencia a la OTAN, y pensando que quizá nuestra relativa ingenuidad en estos temas nos permita jugar un importante papel en la tarea que ahora tienen delante, como un desafío, los países europeos: construir un proyecto político común que, abordando el problema militar de una manera imaginativa y audaz, lo sitúe en el lugar secundario que se merece.

Fernando Rodrigo es profesor de Sociología de la Universidad Complutense /de Madrid.

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