Defender la naturaleza
En estos días, en los que todos el mundo se siente naturalista, y los grupos, asociaciones, coordinadoras y demás siglas en defensa de la naturaleza proliferan como si de una moda se tratase, todavía hoy, y a pesar de la ola generalizada de protestas de todo tipo, se siguen cometiendo atentados contra la fauna y el paisaje en nuestra ya maltrecha piel de toro.Y es que no basta con pagar una cuota más o menos ridícula, comprar algunas revistas de naturaleza, colgarse una chapa y leer un par de manuales de aves, mamíferos y demás perdedores de la pirámide ecológica en general.
No amigo, ese disfraz es la parte fácil; si quiere vestirse de verde, nadie se lo impide, pero a la hora de la verdad, ¿quiénes son los que defienden la naturaleza en este país? Bueno, aparte, claro, de los cuatro de siempre. Dígamelo usted, porque yo no lo sé.
Hay que reconocer que, en verdad, de los cientos de siglas creadas para defender la naturaleza, sólo una minoría, diríase contada con los dedos de una mano y, si se me apura un poco, unos cuantos de la otra, son los que siempre trabajan, vigilantes, para que ningún pino se salga de su sitio y nadie nos toque nuestras encinas. Y es que, a pesar de que el número de asociaciones, grupos y demás, que superan en número a la suma,de las poblaciones de osos pardos, águilas imperiales y cigüeñas negras juntas, y que los enemigos número uno de la naturaleza (Dios guarde pocos años) están en crisis, se siguen cazando toda clase de especies protegidas, se siguen talando encinares milenarios y se siguen construyendo urbanizaciones en zonas de vital interés natural. De seguir a este ritmo, el diccionario del año 2000 denominará a las encinas como especies vegetales extinguidas hace tiempo, y no digamos de los osos, linces, águilas, etcétera. Ni se acordarán de que existieron. /
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