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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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ETA en Latinoamérica

La presencia de ETA en América Latina es comprensible si se piensa en la implantación de importantes colonias de vascos en varios de aquellos países, dice el autor de este trabajo. Las dictaduras en el Cono Sur desaconsejaron a los etarras la penetración en Chile y Argentina, y México los expulsó después de la normalización de relaciones diplomáticas con España. De ahí que esta organización terrorista haya buscado penetrar en algunos países centroamericanos, como El Salvador y Nicaragua; pero en este último país el régimen sandinista ha interrumpido su flirteo con ETA en función de la mejora de las relaciones entre Managua y Madrid.

La opinión pública española ha tenido conocimiento recientemente, y no sin cierta sorpresa, de que la organización terrorista ETA había hecho acto de presencia en Latinoamérica. Es decir, que, amén del santuario francés y de sus denunciados pasados entrenamientos en Argelia, Libia y Yemen del Sur, se ha sabido de su presencia activa allende el Atlántico y, más concretamente, en Centroamérica y aledaños.Un examen atento de ETA y sus medios y fines puede explicarnos este nuevo teatro de actividades de la siniestra organización, que no obedece en modo alguno a razones aleatorias.

Dos elementos caracterizan básicamente a ETA. Por un lado se presenta como un movimiento vasco de liberación. Por otro no oculta (antes bien proclama) su ideología marxista. El primer parámetro explica la presencia de algunos de sus miembros en países de importante implantación vasca, con colonias sólida y tradicionalmente instaladas. Este fenómeno se da singularmente en Venezuela y en México. En ambos países la colonia vasca establecida de antiguo quedó incrementada con el exilio republicano.

Por lo que hace a México, no en vano fueron vascos los armadores del Vita que zarpó del puerto de Bilbao y de la administración de cuyo cargamento se encargó durante años Indalecio Prieto, que, sin ser vasco de nacimiento, tenía en las Vascongadas su principal predicamento político. Y tampoco en vano fue creada en la universidad de Caracas una cátedra de vascuence.

También existen importantes y acaudaladas comunidades vascas en Argentina y Chile, pero sus férreas dictaduras militares desaconsejaban a los etarras su presencia activa.

Restablecidas las relaciones diplomáticas con México, su Gobierno jugó limpio desde su inicio cortando de raíz cualquier veleidad de actividades de ETA en su territorio que pudieran enturbiar las muy cordiales relaciones en curso. El Gobierno mexicano no dudó en expulsar perentoriamente en los pasados años a los etarras que no quisieron comprenderlo.

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Con la explosión del conflicto centroamericano en 1979, la dirección de ETA creyó ver en aquella región campo abonado para sus actividades haciendo jugar esta vez la proclividad marxista de la organización terrorista vasca. En este sentido se acercó a los dos movimientos guerrilleros marxistas de la región en El Salvador y en Nicaragua.

Un flirteo lógico

El flirteo de ETA con la revolución sandinista entraba dentro de lo lógico, puesto que lo que se pretendía era derrocar la inicua dictadura de Somoza. Cualquier movimiento de liberación nacional (máxime si era antiburgués) merecía el aplauso y el apoyo etarras. Por análogas razones se integraron en la guerrilla clérigos españoles progresistas, como el sacerdote Gaspar García Laviana, muerto en acción de guerra y hoy héroe de la revolución sandinista.

Nace así una presencia más o menos militante en las dos repúblicas citadas. El Ministerio del Interior español ha hecho público recientemente un informe detallado sobre las connivencias de ETA con otros movimientos de liberación americana, llámense Panteras Negras (EE UU), Montoneros (Argentina), Tupamaros (Uruguay) o Movimiento de Izquierda Revolucionaria (Chile). La complicidad de ETA resulta tan palmaria que a nadie ha sorprendido, a título de ejemplo, que el dinero extorsionado al industrial español Luis Suñer haya servido para financiar un comando de ETA que se proponía asesinar al ministro de Defensa de El Salvador.

Por lo que respecta a Nicaragua, los contactos entre ETA y el Frente Sandinista de Liberación Nacional en el campo ideológico son en cierto modo consecuentes. No son abiertos y descarados, puesto que ello crearía problemas al Gobierno de Managua con el de Madrid, que tan generoso y comprensivo se ha mostrado siempre con la revolución triunfante. Se establecen a través de Herri Batasuna, lo que los tiñe de un color únicamente ideológico. Pero el Frente no duda en definir a los batasuneros como "ciudadanos de Euskadi, Estado vasco", con lo que da pruebas de una sospechosa mezcla de ignorancia, imprudencia y mala fe.

Mas con todo ello los sandinistas son consecuentes, dando pruebas de una cierta lógica en el contexto internacional. No se olvide que Nicaragua mantiene relaciones diplomáticas plenas, a nivel de embajador, con movimientos y organizaciones de liberación todavía no detentadores de un territorio y unas fronteras tales como la OLP o el propio Polisario, así como con países afines ideológicamente, pero no miembros de las Naciones Unidas, como Corea del Norte o Camboya, o menos afines, como Taiwan. En esta línea nada tiene de anormal su simpatía apriorística por un movimiento como ETA, autodenominado de liberación.

No obstante, en los últimos meses, el propio Gobierno sandinista ha podido percatarse de que en su flirteo con la organización terrorista quizá se había excedido, llegando a poner en peligro sus buenas relaciones con el Gobierno de Madrid y la generosidad de éste. Con motivo de la visita a España del ministro del Interior nicaragüense, comandante Borge, y al estallar el incidente de el Pistolas, detenido en Costa Rica, pero procedente de Nicaragua, la cúpula gubernamental española hubo de dirigirle un aviso que el pragmático revolucionario no dejó de comprender. A ello se debe, sin duda, la decisión del Gobierno de Managua de no aceptar en su territorio a los seis etarras trasladados manu militari por el cambio, por las razones expuestas, no constituye peligro alguno para la seguridad española su presencia en Venezuela, cuyo Gobierno socialdemócrata es garante de su neutralización política.

Porque ETA necesita para sobrevivir, y a modo de balón de oxígeno, un mínimo de tolerancia o comprensión de los Gobiernos que la acogen o la soportan. Es lo que ha ido buscando en ciertos países latinoamericanos. Pero, aunque han sido varios los llamados, han resultado pocos los elegidos.

diplomático, fue embajador de España en Nicaragua.

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