Caos en la maquinaria electoral salvadoreña e intentos por parte de la guerrilla de impedir el acceso a las urnas
Los salvadoreños votaron ayer de forma masiva a pesar del caos que se produjo en la maquinaria electoral y de algunos intentos guerrilleros por impedir el acceso a las urnas, contradiciendo así la tregua de 12 horas anunciada el día anterior. Miles de personas hacían cola desde las siete de la mañana ante colegios que no abrían sus puertas por falta de urnas, porque no habían llegado las papeletas o simplemente porque no se presentaron los miembros de las mesas. Un candidato presidencial, Francisco José Guerrero, no había encontrado su urna a las dos de la tarde. A esa hora anunciaba la radio el traslado de tres centros de votación a un estadio de fútbol. Más de una tercera parte del país estaba sin energía eléctrica por atentados de los insurgentes.
La guerrilla, que durante las dos últimas semanas se ha mantenido a la expectativa ante el hostigamiento del Ejército, ha dado en los últimos dos días sus golpes más fuertes desde que ocupó el cuartel de Paraíso el 31 de diciembre. El sábado por la mañana causó 32 muertos al Ejército en las cercanías de Tecoluca. Una patrulla de 40 soldados fue materialmente barrida en una emboscada, junto al puente del río Negro, como si se tratara de fichas de dominó. Solo cuatro salieron ilesos. Otros tantos resultaron heridos, y el resto, muertos.A las puertas del cuartel de San Vicente, un anciano lloraba la pérdida de su segundo hijo en 12 días. Por toda compensación recibirá del Ejército 200 colones (12.000 pesetas) por cada uno, lo que cubre apenas los gastos del entierro. Ese mismo pueblo asustado hacía cola ayer ante las urnas desde las seis de la mañana, con una fe casi religiosa. "Voy a votar para que acabe esta matazón". En las afueras, una batería de artillería dispara sobre las faldas del volcán Chinchontepec. El estampido del cañón llega sordo e intermitente.
Veinte minutos después de abrirse los colegios, ninguna urna tiene más de cuatro votos. El consejo central de elecciones había estimado una secuencia de minuto y medio para todos los trámites (identificación, comprobación en el registro, sello sobre la cédula, votación y entintado del dedo índice), pero lo cierto es que se tarda al menos cinco minutos. De mantenerse este ritmo, harían falta casi dos días completos para que voten los 50 electores de cada urna.
Algunos de los que guardan cola son campesinos que caminaron desde sus caseríos, distantes hasta 14 kilómetros. Los más afortunados vinieron a lomos de mula. Más adelante, en San Lorenzo de Lempa, unos 50 vecinos esperan transporte. "Otros años nos llevaban los partidos, pero esta vez nadie ha venido. Andan unas camionetas acarreando gente, pero cobran un colón (60 pesetas) y nosotros no tenemos dinero. Si no nos cobran, iremos a votar. De lo contrario, aquí nos quedamos". Su colegio electoral está situado a 11 kilómetros.
Por la carretera Panamericana, el eje más importante del país, no circula un solo coche. El transporte público entre los departamentos está prohibido por la ley para evitar el tráfico de votantes, pero no la circulación privada. El anuncio de la guerrilla de que las carreteras estarían minadas ha surtido efecto. Unas horas antes pudimos comprobar cerca de Guazapa, a sólo 25 kilómetros de la capital, la veracidad de la amenaza. Una mina del tipo cleymore atravesaba la carretera. Unos metros antes había sido colocado un cartel que anunciaba el peligro.
A la altura de la villa El Triunfo, a un costado de la Panamericana, entró la guerrilla a las siete de la mañana. Por el otro lado, a sólo cinco kilómetros, está el Ejército en las inmediaciones de Jucuapa. Largas colas se mantienen desde primeras hora de la mañana ante los centros de votación, aunque la brigada de elite Atonall combate en los cerros con la guerrilla. Los vecinos de este pueblo, a quienes la guerrilla decomisó cerca de 1.500 cédulas, están decididos a votar aunque se escuche cercano el tableteo de los fusiles.
Los de Chinameca, por el contrario, se asustaron con los disparos que llegaban desde el pueblo vecino y optaron por cerrar las urnas, esconder las papeletas y refugiarse en sus casas.
La entrada de la guerrilla en El Triunfo coincidió con la constitución de las siete mesas electorales. En cuanto corrió la voz de que los muchachos estaban en el pueblo, se disolvió rápidamente la junta. La votación no había comenzado aún. El comandante Ángel, miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo la organización guerrillera que más a hostigado las elecciones, explica que los propios vecinos quemaron las papeletas porque no querían votar.
Versión diferente
Sin dar su nombre, varios jóvenes cuentan una versión diferente. "Averiguaron quiénes pertenecían a la junta electoral y fueron a buscarlos a sus casas. No hizo falta obligar a nadie, porque rápidamente aparecieron las urnas y las papeletas". A éstas se les prendió fuego, en tanto que las urnas de cristal eran repartidas al azar para que puedan usarse como recipientes."Claro que queríamos votar", dice un hombre maduro, con aspecto de campesino, "porque es un deber cívico y, sobre todo, porque de otra forma nos van a multar". La comandante Altagracia explicó por espacio de una hora a los vecinos, congregados en la plaza, que estas elecciones son una farsa, que son los ricos los que imponen siempre el Gobierno y que ellos, la guerrilla, luchan por los pobres.
Un helicóptero pasa repetidas veces sobre el pueblo a gran altura. El comandante Ángel explica a los cuatro periodistas que no podremos salir hasta que ellos abandonen la población. "Es por razones de seguridad. Sí les dejamos ir pueden pasar información a la tropa, y nosotros lo pagamos con sangre de nuestros compañeros". En tono tajante ordena a uno de sus combatientes que, si intentamos huir con el coche, dispare una ráfaga a las ruedas.
El ex alcalde del pueblo, Antonio Flores, a quien los escuadrones de la muerte le pusieron una bomba en su tienda por no hacer caso de una carta anónima en la que le exigían 10.000 dólares, dice que los muchachos nunca les han extorsionado y que pagan aquello que vienen a buscar, Su sucesor actual en la alcaldía, Héctor Bernal, pertenece al partido derechista Arena, pero nunca ha sido molestado, a pesar de que la semana pasada la guerrilla estuvo cinco días en el pueblo.
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