Chile: irrupción de los plebeyos
A través de un análisis del papel que han desempeñado sindicatos y trabajadores en la lucha contra la dictadura chilena, el autor de este artículo, ex líder obrero y ex miembro del Gabinete del fallecido presidente socialista Salvador Allende, analiza las aspiraciones de todos aquellos chilenos que no quieren seguir viviendo como hasta ahora. Las aspiraciones de todos los que mañana, martes 27, se unirán para exigir voz y voto en la construcción de un nuevo porvenir democrático para su país.
El sello de la dureza y a la vez de la grandeza se nota a lo lejos en la lucha democrática chilena cuando se examina el papel de los sindicatos y de los trabajadores en todo este oscuro período de dictadura. Es la reciedumbre en la lucha por reconquistar lo arrebatado y es la grandeza para saber que si no hay unidad de todo un pueblo el porvenir democrático se aleja, se nos escapa de las manos.Y no es un problema de retórica. Es en realidad una forma de mirar las cosas, es un diagnóstico y a la vez un tratamiento. El diagnóstico es que el peso del largo túnel totalitario, del escamoteo a la dignidad humana, de la falta de aire libertario, del cercenamiento de derechos fundamentales, del sometimiento a los dictados foráneos necesita erradicarse. El tratamiento es poder caminar de nuevo por las calles sin tener un agente de la CNI al lado, es poder encontrar un puesto de trabajo, es decidir a quién elegir en el poder, encontrar a los desaparecidos, es poder vivir en la patria y no desterrado en el exilio. Es ser libre.
Los trabajadores chilenos han amado, desde que existen como clase organizada, la libertad y la democracia. Ayer, en el siglo pasado, en 1833, se daban las primeras batallas obreras por salarios y por derechos cívicos. Las primeras entidades proletarias o artesanales que aparecen en nuestra historia muestran su vocación libertaria e independiente. Y muestran también otro sello chileno, su vocación de unidad.
Hoy, cuando vivimos el período más difícil de la existencia de Chile como país civilizado y organizado, los trabajadores irrumpen en la escena social y política con un grito de guerra: unidad para reconquistar la democracia, unidad para construir el futuro.
Y no es poca cosa. Es un grito que en el silencio clandestino se escuchaba, penetraba consciencias, impregnaba optimismo. Así se fue organizando la resistencia. A veces lenta, a veces rápida. Otras veces retrocediendo. Y en mayo pasado dio un paso adelante de enormes proporciones. Y de allí para adelante las cosas han cambiado como muchos no se imaginaron. Es la irrupción de los plebeyos, de los que no quieren seguir viviendo como hasta ahora, de los que quieren mirarse y unirse para construir el porvenir democrático de la patria.
Enfrentamiento a la dictadura
Los trabajadores han sido la columna vertebral del proceso de enfrentamiento a la dictadura. Y no podría ser de otro modo. Ellos constituyen el sector social más consciente del país y a la vez los más golpeados por los excesos del modelo superexplotador de sello foráneo o, mejor dicho, de factura yanqui. Modelo que generó un ejército de 1.400.000 personas sin trabajo, o sea, un 34% de la población económicamente activa. Que endeudó al país hasta convertirlo en el moroso número uno per cápita en el mundo. Que redujo el patrimonio industrial desmantelando la construcción, la metal mecánica, la metalurgia, la industria textil, la mediana y pequeña minería, otrora orgullo de los chilenos. Que arruinó la agricultura.
Si se suma a la catástrofe económica los golpes reiterados a la democracia, el derecho a expresarse, a reunirse, a organizarse, a dialogar, el sistema electoral, el derecho a elegir, el panorama es aún más tenebroso.
Contra ese panorama se rebela el trabajador chileno. Ellos quieren ser los principales actores, los verdaderos protagonistas del restablecimiento de la libertad y la democracia. Y afirman algo enteramente justo: en Chile no podremos reconquistar nuestros derechos sin un sistema democrático sustentado en un amplio consenso social y político. Se requiere además la unidad más amplia y sólida posible de los propios trabajadores que influya notoriamente en ese consenso y en la salida a la crisis del régimen.
Aspiraciones trabajadoras
La jornada de mañana, 27 de marzo, y el llamamiento al paro nacional se inscriben en esa perspectiva. Las aspiraciones de los trabajadores han sido expuestas a los bloques políticos de amplia irradiación social e ideológica en el país, como son el MDP y la AD. Ellas pueden sintetizarse así:
- Un urgente plan de reactivación que enfrente la cesantía.
- La recuperación, mediante reajustes programados, del poder adquisitivo, junto a una política de control de precios.
- La desarticulación de los grupos económicos.
- Determinar las áreas de la economía, estatal, mixta, cooperativas y cogestionadas y el rol de los trabajadores en ellas.
- Estricta regulación de las inversiones extranjeras y preservación de nuestras riquezas básicas como patrimonio nacional.
- Derogación del plan laboral.
- Restablecimiento de los tribunales del trabajo.
- Reconocimiento de la negociación colectiva.
- Reconocimiento a las organizaciones sindicales, como organismos autónomos intermedios entre los individuos y el Estado, que se dan los trabajadores para participar en la sociedad.
- Un vasto programa social.
- Un rol activo del Estado en la solución de los problemas de salud, vivienda y educación.
- Un amplio acceso a los medios de comunicación social.
Tales planteamientos apuntan a los problemas básicos a los que hoy exige una solución la mayoría nacional. La resolución de tan apremiantes problemas no será posible bajo el actual régimen. Se necesita un cambio real y no apariencias de cambios.
La movilización social y una amplia lucha política e ideológica han permitido en todo este tiempo ir desbrozando el camino hacia la libertad. La madurez cívica del pueblo chileno va imponiéndose, a pesar de Pinochet. Y el régimen no sólo ha perdido todo apoyo social, sino que carece de iniciativa política.
Situación convulsionada
Se vive en Chile una situación convulsionada. El régimen pierde día a día terreno, y la oposición aumenta su potencial. Las posibilidades de un cambio se acercan. Pero se requiere una clara línea de enfrentamiento al régimen. Las vacilaciones y las ilusiones al respecto son mortíferas. La línea es elevar al clímax la capacidad de lucha y de choque con el Gobierno, cercándolo y obligándolo a retroceder hasta generar una crisis política que afecte la cohesión militar, que paralice o neutralice la respuesta de fuerza, en la que millones de chilenos obliguen a Pinochet a irse. Tal situación puede provocarse si el pueblo ve una lúcida conducción y un nivel de unidad que sobrepase la pequeñez y el cálculo. Una conducción unida que le dé confianza al pueblo para atreverse a más de lo que hasta ahora se ha alcanzado.
Los sindicatos están exigiendo tal conducción y tal unidad. Ellos comprenden que no es la hora de los proyectos históricos de las diversas corrientes ideológicas. Es la hora de los acuerdos programáticos y de una línea clara de lucha con el régimen para avanzar a la victoria.
Siendo el MDP y la AD las dos fuerzas fundamentales de la oposición, ninguna de ellas por sí sola tiene la fuerza para vencer. El concierto aparece a los ojos del pueblo chileno como indiscutible. Lo demás es ideologizar demasiado las ansias de libertad de los chilenos. Es mirar al costado y no al frente.
El pueblo de Chile, ha dicho el líder del MDP, doctor Manuel Almeyda, exige de sus partidos democráticos populares una actitud seria y de gran responsabilidad para concitar el acuerdo nacional de las fuerzas opositoras.
En la DC hay cada día más gente que empuja la unidad de todo el pueblo y de sus organizaciones políticas.
es ex secretario general de la CUT de Chile y ex ministro del Gobierno de Salvador Allende.
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