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Descifrando la política económica de Reagan

El Premio Nobel de Economía de 1970 explica que el presidente Reagan goza de popularidad entre los votantes, pero que su política económica asusta en Wall Street; se define como liberal keynesiano y como tal, dice que los técnicos conservadores americanos se unieron a los liberales contra los nuevos economistas que predicaron la Reaganomics. Y en la polémica que enfrenta a Feldstein, asesor económico del presidente Reagan, con Donald Regan, secretario del Tesoro, se pone, matizadamente, al lado del primero.

Las encuestas de opinión pública muestran que el presidente Reagan goza de popularidad entre los votantes norteamericanos. Wall Street es otra historia. La política económica de Reagan asusta al mercado del dinero, y el resultado ha sido una caída en los precios de las acciones que bordea el pánico. Los mercados extranjeros han caído por su relación simpática con la caída de Nueva York.La política económica de Reagan, la Reaganomics, al menos en su forma original, no goza de popularidad ni con el profesor Martin Feldstein, asesor económico del propio presidente. Todavía estaba fresca la tinta en el presupuesto oficial cuando Feldstein criticó públicamente sus recomendaciones fiscales y de gasto público. El secretario del Tesoro, Donal Regan, se sintió molesto por el despectivo rechazo por parte de Feldstein de la opinión del Tesoro de que el gran déficit presupuestario no supondría un aumento de las tasas de interés, tan molesto, que perdió su acostumbrado dominio y les dijo a los congresistas que deberían "tirar a la papelera" el informe económico de 1984 elaborado por el Consejo de Asesores Económicos. En Washington es un secreto a voces que a Regan le gustaría que Reagan le mandase a Feldstein de vuelta a Harvard en castigo.

¿Quién tiene razón? No se trata de una simple cuestión académica. Ni de una cuestión que les preocupe únicamente a los norteamericanos. A los japoneses, italianos, brasileños y alemanes les gustaría saber si los actuales libros de texto de economía están ya desfasados.

Los nuevos economistas

Cuando Ronald Reagan obtuvo su aplastante victoria electoral en 1980, subió al poder un nuevo grupo de economistas predicando unas doctrinas originales sobre la economía de la oferta. Los liberales keynesianos como yo declararon: el kemp-lafferismo no dará resultado. Los economistas conservadores convencionales, como Alan Greenspan, Herbert Stein, Arthur Bums y Paul McCracken, hicieron causa común con los liberales, advirtiendo que una fuerte reducción de las tasas tributarias supondría un déficit estructural asombroso. Se burlaban de la idea de que Estados Unidos se encuentra en el extremo alejado de la curva Laffer, en donde una reducción de las tasas tributarias aumentaría la recaudación por ese concepto y produciría un excedente presupuestario.

Martin Feldstein no es nada keynesiano. Es conservador, no liberal. Por la noche sueña en formas de estimular la inversión suprimiendo los obstáculos fiscales que disminuyen los incentivos. Quiere que la gente se quede con todo lo que gana, esperando poder pasar de tasar los ingresos de la gente a tasar únicamente lo que gastan en consumo. Piensa que la Seguridad Social debería financiarse como pensiones privadas. Gran parte del desempleo que resulta preocupante, desaparecería ampliamente, según Feldstein, si el Estado, por medio de las ayudas sociales, no hiciera que resultara cómodo y tolerable estar parado.

He estudiado el informe económico de Feldstein. No voy a seguir el consejo de Regan y tirarlo a la papelera, pues resulta coherente. Maneja hechos. Sopesa argumentos lógicos y examina todos los datos que tienen relevancia en la polémica Regan-Feldstein-Kemp. Los académicos le darán un sobresaliente al nuevo Informa Económico. Presenta una fuerte crítica de la primitiva política económica de Reagan. Esperemos que surja una nueva y mejor política económica.

El déficit estructural de Reagan representa la prodigalidad pública. Los programas de Reagan, desde 1980, no han producido aumento alguno compensatorio en el ahorro privado de las familias. El resultado es tasas de intereses reales más elevadas, y si Regan no puede entenderlo, no merece volver a ocupar su plaza en Merril Lynch.

Otro impulso adicional a las tasas de interés surge del hecho de que las reducciones fiscales de Reagan a las empresas están comenzando a estimular nuevos programas de inversiones. Si no fuera por el flujo de inversiones extranjeras hacia Estados Unidos, que supone una disminución de las inversiones en otros países, las tasas de interés en Estados Unidos tendrían que subir forzadas por el déficit de Reagan, con el propósito de excluir nuestras inversiones y asegurarse de que Reagan puede financiar su torrente de bonos del Estado.

Las altas tasas de interés de Reagan y un dólar caro hacen que resulte difícil vender tractores en el extranjero, o el trigo de Iowa, o viajes turísticos a las cataratas del Niágara o al Gran Cañón del Colorado. Pero la imprudente política financiera de Reagan facilita las ventas de los japoneses y los alemanes a nuestro país.

El déficit estructural

¿Por qué no darles un sobresaliente cum laude al profesor Feldstein y al presidente del Banco de la Reserva Federal, Paul Volcker?

Su error, y el de Wall Street, consiste en creer que el terrible déficit estructural debe poner coto al alza y llevar poco después a una inflación incontrolada.

Pero Feldstein sabe más. Sabe que lo malo del déficit estructural es que crea un desequilibrio en la economía en el sentido de una menor inversión y un mayor consumo. Pero tanto él como Paul Volcker son conscientes de un dato cruel de la política: que la única forma de asustar a los votantes y al príncipe y hacer que reaccionen es amenazándoles con una gran depresión o una gran inflación, o con ambas. Un sobresaliente es mejor que el suspenso que el presidente se ha ganado. Entre tanto, la recuperación económica de Estados Unidos se está desarrollando bastante bien. Y nuestra fortaleza económica está contagiando a las de los otros países. A estas alturas, monetaristas como Milton Friedman y Karl Brunner deben estar lamentando sus predicciones de un colapso de la economía norteamericana antes de mediados de 1984. Todo pequeño movimiento inesperado del índice de crecimiento de la oferta monetaria les pone histéricos a los monetaristas.

Acabo de examinar 40 predicciones hechas por economistas de bancos, empresas, universidades y del Gobierno. Todos ellos giran en tomo a unas previsiones de un 4% a un 5% de crecimiento en términos reales del PNB en los cuatro trimestres de 1984. ¿Están los nuevos objetivos de la Reserva Federal en crecimiento monetario de acuerdo con la salud de que disfruta la economía? Así lo piensan todos los pronósticos. Yo estoy de acuerdo. Pero les aviso a las autoridades de la Reserva Federal de que estén alertas a la posibilidad de que quizá la política más prudente sea revisar los objetivos si se dieran sorpresas económicas.

fue premio Nobel de Economía, en 1970 y pertenece al Instituto Tecno. lógico de Massachusetts.

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