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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Suráfrica-Mozmbique

EL ACUERDO firmado ayer entre Mozambique y Suráfrica es un paso muy importante para el apaciguamiento en una zona que vive desde años en permanente guerra; pero no es una solución definitiva. Tiene la base imprescindible para que un acuerdo de paz pueda ser efectivo: el gran interés en las dos partes para que se cumpla. Y su debilidad: que hay fuertes intereses -y violentos- de otras partes para romperlo. En realidad, lo que los dos países, de objetivos y regímenes opuestos, pero de lazos económicos importantes, han firmado es la paz de otros: Mozambique deberá evitar que los movimientos nacionalistas que alberga en su territorio (el ANC, o Congreso Nacional Africano) sigan hostilizando a Suráfrica, y ésta sujetará a los guerrilleros del Movimiento Nacional de Resistencia que combate al régimen de Mozambique. Va a serle más fácil el cumplimiento a Suráfrica, creadora y fuente única del MNR, que a Mozambique: la lucha contra el Gobierno blanco de Suráfrica no está sólo instalada en su territorio, sino alentada desde otros países africanos (principalmente Angola, sostenida a su vez por la URSS y Cuba) y en el interior del país. Mozambique ha experimentado el miedo a algo que pasa en otras partes: que los revolucionarios de otro país terminen dominando el propio.Mozambique tiene unas relaciones obligatorias con Suráfrica que sobrepasan sus razones ideológicas o raciales. El puerto minero de Maputo es una salida importante de la materia prima y elaborada de Johanesburgo; minas que absorben una parte importante de la mano de obra mozambiqueña excedente. Mozambique quiere vender a Suráfrica la electricidad que produce en Cabora Bassa (aguas del Zambeze) y Suráfrica la necesita, pero las guerrillas tienen las líneas cortadas. Es evidente que Suráfrica tiene más resistencia económica que Mozambique y puede presionar sobre ese país como lo ha hecho, produciéndole una guerra inocente -por las guerrillas- y bloqueando esa parte de su economía; pero la firma del acuerdo con Mozambique no sólo le quita un enemigo de delante, sino que supone un triunfo diplomático, al llegar a un acuerdo con un país negro; y le deja manos libres frente a Angola, donde maneja las fuerzas guerrilleras mucho más importantes de UNITA, que mantienen una verdadera guerra civil.

Es la reacción de Angola, la de los guerrilleros y los resistentes del interior de Suráfrica, la de los países negros que de ninguna manera aceptan el régimen blanco, lo que puede poner en peligro en lo sucesivo el mantenimiento de las líneas esenciales del acuerdo y las que lo han retrasado durante más de un año. Durante los próximos meses, este acuerdo estará, sin duda, amenazado por atentados y acciones violentas: de la capacidad de las dos partes firmantes en superar incidentes y en contener las fuerzas que han desatado dependerá que el apaciguamiento actual prospere.

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