_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Frío en la escena

Cuentos de los bosques de Viena.

De Odön von Horváth (1931). Traducción de Isabel Navarro. Adaptación de Antonio Larreta. Intérpretes: Juan Carlos Montalbán, Ana Marzoa, José Bódalo, Pep Munné, Concha Hidalgo, Cándida Losada, Paco Cecilio, Encarna Paso, Manuel Brun, Emiliano Redondo, Anna Larreta, Rafael Contreras, Olga López, Juan Echánove, Antonio Canal, María Teresa Cortés, Justo Martínez, Celia Ballester, María Dolores Cordón, Pedro María Sánchez, Femando de Juan, José Femández, Pilar Toffiente, Aurora Herrero, Susana Carbón, Teresa Morales, Raúl Ferrández, Jaime Martínez, José María ÁIvarez. Escenografía y vestuario: Jorge Carrozino y Carmen Prieto. Dirección: Antonio Larreta.Estreno, teatro Español (del Ayuntamiento de Madrid), 6 de marzo.

Odön von Horváth (1901-1938) vivió y escribió dentro de la alta esfera cultural del mundo austrohúngaro; fue un autor secundario (quizá porque murió prematuramente) dentro de unas generaciones brillantes y ya desencantadas por la primera guerra mundial, el desmembramiento, los totalitarismos y algo que vieron todos con gran lucidez: la inmensa tontería ambiente. Fue descubierto hace 20 años, rescatado del olvido, representado de nuevo en lengua alemana, traducido.

La onda llega a Madrid ahora con Cuentos de los bosques de Viena (1931), donde aparecen el humor de la tradición húngara, la acidez vienesa, el reflejo de una burguesía estupidizada, el fantasma de una catástrofe por venir... A pesar de la adaptación (Antonio Larreta), el más de medio siglo de distancia pesa hoy sobre la obra: resulta larga, descriptiva, reiterativa. No son defectos intrínsecos: es el paso del tiempo, los cambios en la sintaxis del espectáculo, la impaciencia del espectador que tiene otro ritmo de vida y de entendimiento, los que la perjudican.

Lo que cuenta Von Horváth en principio es la pequeña aventura melodramática de Marianne, destinada a un hombre que no ama, escapada con un seductor inconsistente, madre de un hijo que le quitan y luego le matan, dedicada al desnudo en el cabaré, redimida luego por el perdón... En torno a ella están los personajes del distrito octavo de Viena, pequeña burguesía con prejuicios y crueldades. Y, en el fondo, el cambio de época, la decadencia de la Europa que han conocido. Es una obra de género deliberadamente ambiguo, entre el sainete y el drama, repleta de ironía, nutrida por un diálogo muy sutil.

Feminismo y política

La adaptación y la dirección son subjetivas. Larreta parece interesarse más por lo que le parece (a él) más aprovechable y más asimilable para el espectador de hoy: una cuestión de feminismo y una cuestión política. El drama de Marianne toma visos de manifiesto: la mujer preparada solamente para el matrimonio, indefensa para la vida si no es a través de un hombre, objeto sexual, objeto de exhibición. La demostración política llega a adelantar acontecimientos que no habían sucedido en la época en que Von Horváth estrenó esta obra. La aparición del nazismo tiene en el original un tratamiento de presencia invisible: es más denso el prusianismo (era todavía el tiempo de Hindemburg: faltaban dos años para que Hitler fuera canciller, siete u ocho para la anexión de Austria). En esta representación se subraya el nazismo excesivamente en las inevitables escenas mudas. La tosquedad de esta adaptación en la que lo sutil se hace groseramente ostensible se traspasa, naturalmente, a toda la representación. Hay un tratamiento breclítiano para el cual no estaba escrito este texto, con un exceso en la interpolación de canciones y un cierto tartamudeo en la acción, subrayando lasfrases importantes.Hay reminiscencias demasiado ostensibles del Cabaret de Bob Fosse; hay más tratamiento germánico que austro-húngaro. La torpeza se transmite al conjunto de la interpretación y a la escenografía. Hay 35 personajes: no están batídos, no están conjuntados. El diálogo, el tono de comedia y el desarrollo en cuadros parecen pedir viveza, ligereza, la velocidad de lo que fue el teatro vienés, y se encuentra, sobre todo, pesadumbre.

En lo que debía ser un fresco de clase social, toman protagonismo los papeles por los actores que los desempeñan; naturalmente, por la valiente, apasionada, matizada interpretación de Ana Marzoa, con voz y gesto, con un naturalismo ingenuo que crea su personaje. Brota siempre la réplica, la colocación de la frase, la permanencia en la situación de los actores con más experiencia y más capacidad personal: Bódalo, Encarna Paso, Cándida Losada, Antonio Canal, Pedro María Sánchez. Falta en los otros.

Dispuesta para un sistema más sencillo de teatro, con sus frecuentes cambios de cuadros, choca con la monumentalidad de los grandes decorados arquitectónicos, lentamente movidos por servidores de escena; nunca convincentes, a pesar de su empeño por revivir diseños de la época.

Todo parece dispuesto para enfriar la situación cálida del texto, y a ello contribuye algo que era poco frecuente en el teatro Español: la mala realización del decorado, torpemente acabado, mal movilizado. La frialdad deliberada termina por ganar el patio de butacas, y los espectadores -en la tarde del estreno- no dejan de reconocer el buen esfuerzo de los mejores, pero sin participar de ninguna forma en lo que sucede en el escenario.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_