_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En el 80º aniversario de Karl Rahner

Friburgo de Brisgovia, la ciudad de la Selva Negra ligada para siempre al recuerdo de Martín Heidegger, celebró ayer el aniversario de otro de sus nativos, espiritualmente emparentado con el anterior: Karl Rahner, uno de los grandes teólogos católicos, de los padres del Vaticano II, todavía vivientes. Creyente profundo y leal, amante celoso (y, por tanto, crítico) de la Iglesia, patrocinador del diálogo de frontera no sólo entre Iglesia y cultura, sino entre la ciencia y el incierto futuro humano. Nadie escatima hoy a Rahner su influjo decisivo sobre el perfil espiritual de la época. J. Moltmann, el pionero teólogo reformado, le llamaba ya en 1975 "arquitecto de la más reciente teología católica", y su émulo católico H. U. von Balthassar, "la más vigorosa potencia teológica de nuestro tiempo". Desde España hay que decir que está íntimamente ligado a la transformación de nuestra cultura católica -tanto eclesiástica como laica en torno al Vaticano II. Así lo atestigua el libro-homenaje que amigos y discípulos le dedican en 1974,- cuando la universidad de Comillas de Madrid le confiere el doctorado honoris causa. En ese homenaje encontramos entremezcladas las firmas de Zubiri y Boff, Olegario G. de Cardedal y González Faus, L. Maldonado y R. Panikkar, Laín Entralgo, Ruiz de la Peña y un largo etcétera.

Sin embargo, los primeros frutos intelectuales de esta prometedora figura parecían condenados al olvido. Al término de sus estudios de filosofía con Martín Heidegger, en Freiburg, publica en 1936 Espíritu en el mundo y El oyente de la Palabra; su filosofía de la religión aparece en 1941, ya en plena guerra. El fragor inhumano de ésta parece haberlas desaparecer. Espíritu en el mundo, subtitulado por el autor La metafísica del conocimiento finito en Tomás de Aquino, es una obra paradigmática del posterior derrotero del autor. Se trata de descubrir -más qué de reconciliar- la originaria relación entre espíritu y mundo, entre medular tradición cristiana y actualidad y futuro. El autor insiste en la introducción: "Este empeño (...) está condicionado por la problemática de la filosofía de hoy ( ... ) el autor no encontraría otra razón para ocuparse de Tomás de Aquino que las preguntas que agitan su filosofía y la de su tiempo". Más gráfica y libremente: Rahner penetra lealmente por la escotilla tomista de León XIII y Pío X para -en diálogo implícito, pero real, con Kant, Hegel y Éeidegger- salir a la ancha explanada donde se prepara el edificio del Vaticano II.

Pero la obra qué hará insustituible a Rahner serán los 15 volúmenes de Escritos de teología (Schriften zur theológie; volúmenes I a XI, de 1954 a 1973; del XII al XV, de 1975 a 1982). Rahner aparece en ellos como poder teológico de sistematicidad sorprendente, incalculable, polimorfa. Al leer los primeros de esos 15 volúmenes, el lector percibe de inmediato que está en obra una nueva sistemática; que el esquema convencional de la teología sistemática -lo que el propio Rahner denomina übliche theologie teología convencional o según la costumbre- salta en mil fragmentos. Pero sin quedar ni despreciada ni fuera de uso. Es precisamente el carácter expansivo de eso mil fragmentos lo que revela mejor que nada la increíble flexibilidad y poder sistemáticos de ese servicio teológico e intelectual que Rahner rinde a la comunidad de fe, a la Iglesia y al mundo cultural.

Un vasto campo de intereses

Apenas hay un tema clásico en teología del que Rahner no haya hecho una relectura desde el contexto de problemas y lenguajes que son los nuestros. Apenas hay desafío cultural contemporáneo al que Rahner no haya, intentado aportar la centellita de la fe y el tanteante discurrir teológico, aunque haya de confesar que aquélla se siente desnuda y éste desafiado.

Apenas hay también estancia entrañable a la piedad cristiana que el teólogo alemán no haya intentado reamueblar con sensibilidad tan contemporánea como piadosa. Valgan de ejemplo algunos títulos. Para la primera clase de temas, el inolvidable Dios en el Nuevo Testamento, tan re-citado, o Cristología en el interior de una cosmovisión evolutiva, o La incapacidad para la pobreza en la Iglesia. Para la segunda clase de temas, La mujer en la nueva situación de la Iglesia, La bomba atómica y el cristiano, Ateísmo y cristianismo implícito, En la situación de los jesuitas tras las dificultades con el Vaticano. Para la tercera clase de temas, Teología de la Navidad, Tertulia vespertina sobre el sueño, la oración y otras cosas, El sentido teológico de la devoción al Corazón de Jesús, Sobre la espiritualidad ignaciana del gozo del mundo...

J. B. Metz ha expresado muy bien, en su Laudatio con motivo de los 70 años de Rahner, la exactitud, el rigor y la vida de esta nueva forma de hacer teología. Para Metz, la gran aportación de Rahner es esa síntesis entre poder sistemático y vida, síntesis hecha no en interés de los cultivadores preciosistas de la teología, sino como servicio energetizante de la teología de gran escuela que se acredita precisamente en su capacidad de acompañamiento incesante a la vida en su dificultad, en sus desafíos, en sus dichas y esperanzas, en su base. Y el destino del teólogo que consigue la síntesis entre teología y vida -permítaseme añadir a mí- es ser heredado por la Iglesia misma que suscitó su vida y trabajo, aunque a veces refunfuñe al ser servida y haga, padecer al teólogo un precio caro hasta que su obra deviene calidad nueva en el proceso histórico del pueblo de Cristo.

Precisamente en el volumen V de los Escritos de teología aparece una sobria pero decidora cicatriz de esos costos que paga el teólogo libre y a la vez leal. "Este volumen", escribe Rahner en la introducción, está dedicado a la Asociación Paulus y, sobre todo, a sus dirigentes. Gracias a ellos he vuelto a repetir la experiencia: 'Un amigo fiel es un castillo roqueño (Ec., 6, 14)'". En la primavera de 1962, el dicasterio romano, llamado entonces Santo Oficio, había sometido al teólogo a la censura previa, "de modo que sin la aprobación de la autoridad romana no podía hablar ni escribir". Doscientos cincuenta científicos y personalidades de la vida pública alemana -entre los que se contaban P. Martini, H. Schaefer, K. Adenauer, E. Kelner- presentan al Papa un escrito manifestando su extrañeza ante esta conducta con el hombre cuya reflexión les sirve de puente entre la secularizante cultura contemporánea y su fe. Cuándo aparece el sexto volumen, el silencio administrativo no se ha roto, pero la previa censura ha quedado también sin valor, porque Rahner ha sido ya nominado teólogo de la comisión previa que prepara el Vaticano II. La Iglesia comienza a heredar al hijo de sus trabajos y el trabajo de su hijo.

Efectivamente, con Y. Congar, H. de Lubac, J. Courtney Murray, J. M. González Ruiz, E. Schilleebeeck y tantos otros, Rahner forma parte de esa elite teológica que ha merecido el nombre no de padres conciliares (que lo fueron y lo son los obispos), pero sí de padres del Concilio, el evento católico más considerable de todo el siglo XX, al menos hasta ahora. A partir de entonces y hasta la muerte del cardenal Döpfner, el anterior presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, y hasta la aparición del libro El cambio estructural en la Iglesia, Rahner es casi el mimado, aunque crítico teólogo oficial del episcopado alemán.. Al aparecer este último libro, extraordinariamente sagaz, pero que hace aflorar y analiza las razones de un descontento, la Iglesia alemana lo deja caer sin comentarios. Casi coincide con su 70º aniversario. El teólogo permanece en su fidelidad y ensu libertad, y crece en su humor, ése que era para S. Kierkegaard la gran categoría de la vida escondida en la sorna de Dios. Por entonces celebraba también los 100 años de su longeva madre, y el teólogo nos decía: "Mi madre me ha dicho: Carlos, tú y yo ya no pertenecemos a este siglo". Y por ello se negaba ya a decirnos cómo hacer teología. "No sé deciros qué hay que hacer. Haced quizá como yo hice: desde la fe dialogad y confrontaros con el espíritu de vuestro tiempo". A pesar de todo, desde la sorna de Dios, K. Rahner ha seguido viviendo teológicamente...

es religioso jesuita.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_