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El Cava Express hace realidad, por un día, sueño de los antiguos trenes de gran lujo

Unas 400 personas, la mayoría vestidas de etiqueta, viajaron en la noche del viernes al sábado pasados desde Madrid a Toledo, ida y vuelta, en el Cava Express, un insólito tren arrastrado por una locomotora de vapor y compuesto únicamente por vagones restaurante. El alcalde de Madrid, Enrique Tierno, en cuyo honor se realizaba el festivo viaje, no participó en el mismo, ya que se encontraba en San Sebastián participando en las exequias fúnebres del senador socialista Enrique Casas.

A las 4,15 horas de ayer, los viajeros que esperaban sus trenes en la estación madrileña de Atocha asistieron, atónitos, al increíble desembarco de un tren que parecía llegado de aquellos tiempos del Orient Express, el Transiberiano, Mata Hari e Isadora Duncan, de cientos de damas y caballeros encopetados y evidentemente achispados: el Cava Express había regresado felizmente de su excursión a Toledo.Unas seis horas antes, el Cava Express había partido de la misma estación, con la ausencia de Enrique Tierno. La Confraria dels Vins de Cava de Sant Sadurni, formada por catalanes cosecheros o amantes de los vinos espumosos del Penedés, había nombrado al alcalde de Madrid miembro de honor de su sociedad, y con tal motivo estaba organizado el viaje.

Sin ningún político a bordo pero con la presencia del transformista Ángel Pavlovsky, la modelo Paola Dominguín, el cantante Luis Eduardo Aute, el escritor Juan Benet y los actores Juan Diego y Pepe Sacristán, entre otros, el Cava Express realizó su proyectada excursión, que alguien calificó de transmanchega, otros de carnavalesca y todos de divertida. El tren, arrastrado por una locomotora de vapor Mikado, fabricada en Glasgow en 1952, estaba compuesto por nueve coches-restaurante, cuatro de ellos de la compañía WagonsLits Cook, de maderas lacadas, cristales esmerilados y tapizados estilo belle époque.

Ricos manjares

La primera parte del viaje consistió en una cena a base de crema de espárragos, trucha, cordero y mousse, confeccionada en el mismo tren por varios restaurantes madrileños de postín. La única bebida que se consumió en la excursión, con la salvedad de una copa de buen coñá catalán, fue el vino de cava, del que se sirvieron litros y litros. En Aranjuez, los pasajeros pudieron asistir desde el tren a un espectáculo concebido por la compañía de Lindsay Kemp. Sobre una barcaza en mitad del río Tajo, varios actores danzaron al son de música barroca e iluminados por fuegos artificiales y antorchas de colores.A partir de ahí, fue la locura, el imperio romano sin corazas del que habló un viajero. Por los pasillos circulaban un ventrílocuo, una muchacha con una serpiente pitón sobre los hombros, guardias de seguridad con pistolones, transformistas, chulos y manolas, tocadores de acordeón, magos con la cabeza rapada, pubillas y Dios sabe qué más. Algunos viajeros ultimaban negocios; otros cantaban fandangos y sevillanas; los más se miraban entre sí con ojos sonrientes y erotizados.

En la estación morisca de Toledo, los de Lindsay Kemp, entre ellos el actor español Javier Sanz, escenificaron un Canto árabe a modo de joven castrado. Luego vinieron el regreso y más litros de vino de cava, y Juan Diego, al que una señora confundió en Aranjuez con el cantante Juan Pardo, perdió su cartera. En el aquel insólito trasmanchego, en efecto, había de todo.

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