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Los 'marines' completan su retirada de Beirut hacia los buques de la VI Flota

Los compases alegres del himno de los marines y los gritos de despedida lanzados al unísono por los infantes de marina de la primera compañía del contingente norteamericano de la fuerza multinacional que se retiró ayer de Beirut, no consiguieron disimular la decepción de los soldados estadounidenses, que terminaron ayer su misión en territorio libanés.

A las ocho de la mañana empezó, en la llamada playa Verde de los suburbios meridionales de Beirut, la evacuación de las primeras compañías de combate de la 22 unidad anfibia de marines -el personal logístico había sido embarcado a mediados de semana-, que deberá haber concluido esta madrugada.Una compañía de artilleros fue la primera en doblar su bandera en la cresta de un montículo de arena, al tiempo que sus cañones Howitzer, de 155 milímetros, eran embarcados a bordo de un dique flotante mientras el portavoz de las fuerzas norteamericanas, comandante Ed McDonald, explicaba a los periodistas, sorprendidos por la prioridad concedida a la evacuación de la artillería, que si los marines necesitaban una cobertura durante su repliegue, "para protegerlos ahí está el New Jersey, superacorazado capaz de disparar proyectiles de 1,2 toneladas". El capitán Brad Gate, que manda la compañía, manifestaba abiertamente su disgusto por la retirada, dado que, explicaba, "hemos llegado demasiado lejos; lo hemos hecho demasiado bien como para hacer ahora las maletas".

En medio de los vendedores ambulantes de refrescos y recuerdos que habían invadido la playa, constantemente sobrevolada por helicópteros pesados Sea Stallion y Chinook, otros suboficiales, como el cabo Luis Morales, parecían descontentos por irse, y reconocían sentirse "un poco culpables al dejar en tierra a estas pobres gentes", los civiles libaneses, "tan castigados por la guerra". "Cuando no nos bombardeaban", recordaba el sargento Richard Grimm, "nuestra principal distracción consistía en ver cómo se peleaban entre ellos". "Da la impresión", prosiguió, "de que los libaneses temen la paz".

Como para demostrar lo contrario, Marwan Hamade, brazo derecho del jefe de la milicia drusa, Walid Jumblat, anunció ayer en Beirut la conclusión de un acuerdo de alto el fuego entre los beligerantes, que, como de costumbre, entró en vigor con varias horas de retraso sobre el horario previsto y empezó a resquebrajarse nada más caer la noche.

Alrededor del único aeropuerto de Líbano, los 1.300 marines allí estacionados abandonaron intacta una fabulosa red de varios kilómetros de trincheras y fortificaciones.

Detrás de sí, la 22 unidad anfibia, que llevó a cabo en octubre la invasión de la isla caribefla de Granada, deja también 10 marines muertos en acto de servicio, a los que hay que añadir 249 muertos de la 24 unidad, que salió de Líbano a mediados de noviembre, casi un mes después de la voladura de su cuartel general por el conductor-suicida de un camión repleto de explosivos. En este atentado perecieron 241 marines.

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