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Jean Marie le Pen se consagra como líder de la extrema derecha francesa

El bautizado fenómeno Le Pen, o fenómeno de la consagración de una fuerza política de extrema derecha en Francia, es un hecho. La más importante emisión radiofónica dedicada al acontecer político, un espacio televisivo del mismo género y el primer sondeo nacional destinado a medir el alcance de los extremistas de derechas en este país han puesto defínitivamente en órbita a Jean Marie Le Pen, el líder carismático del Frente Nacional (FN), el partido que aglutina al nuevo fascismo francés.Le Pen es un francés de 55 años que desde siempre ha jaleado con sus dotes de orador, como acompañante o como protagonista, a los grupos o partidos que, desde la segunda contienda mundial, han defendido en Francia las ideas nacional-socialistas o colindantes con lo que se entiende por extrema derecha. Su ideología de hoy la resumen algunas frases o actitudes. La semana pasada, en un mitin que pronunció en la ciudad de Grenoble, exaltó, como de costumbre, la dimensión fuera de serie de todos los que han nacido franceses con las palabras que siguen: "El simple hecho de salir del vientre de su madre hace de él -el francés- un heredero prestigioso".

"Un país como Dios manda"

El resumen de toda su filosofía, es simple: "Francia y los franceses, antes de nada". Consecuentemente, todo lo demás: que todos los emigrantes se marchen, y ya se ha resuelto el problema del paro; que se restablezca la pena de muerte, y se acabaron los ladrones y demás malhechores; que se asesine, o cosa por el estilo, a todos los comunistas, y listo; que se catapulte como fuera de la ley a quien ideó la ley del aborto, y la moral y las buenas costumbres volverán a hacer de Francia un país "como Dios manda". Y para defender este ideario hay que ser un macho, porque "quien no es capaz de batirse, es una jovencilla".El líder del FN, tras mil peripecias más o menos desgraciadas, desde hace algo más de un año, vuelve a encontrar un cierto eco. Varias elecciones parciales, municipales o legislativas le han servido para probar que sus ideas encuentran adeptos en este país, afectado por la crisis económica, como todos los demás, y a punto para que un sector de la población, porque la izquierda está en el poder, escuche o sea sensible al discurso radical de la derecha más extrema.

En una elección municipal, hace varias semanas, el FN llegó a conseguir el 17% del electorado. En las encuestas mensuales que realizan los institutos de la opinión pública, el 12% de la población francesa dice que desearía que Le Pen llegara a ejercer un papel importante en la vida política futura del país, y por fin, Le Pen, es decir, la extrema derecha, ha sido invitado a las emisiones políticas, radiofánicas y de televisión, más importantes del país. Esto ha sido como una consagración de la existencia de una extrema derecha en Francia que intimida, que aterra o que se considera como un fenómeno intrascendental, ya que es superminoritario y, además, Le Pen, más o menos zorramente, se dice constitucional.

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